La dimensión de la pandemia en México y la tragedia tanto económica como de salud que ha implicado el Covid-19 diluyeron la nueva oleada feminista que comenzaba a tomar fuerza a principios del año pasado y volvieron a quitar del foco de la atención pública la que se vive en México, dice la directora de teatro Isabel Toledo.

Además, en el ámbito creativo, el diálogo y las acciones en contra de la violencia de género —que también comenzaban a ser muy potentes al inicio del 2020—, se transformaron en discusiones sobre cómo sobrevivir al Covid y sobre cómo lograr mantener vivos a los espacios escénicos ante el cierre de la actividad cultural. Asimismo, este contexto de excepción puso en evidencia que siguen siendo las mujeres en quienes suelen recaer las tareas del hogar, la educación de los hijos y los cuidados de salud de los enfermos, marcando con fuerza la desigualdad que persiste en las mujeres frente a sus pares hombres.

Ante esta realidad, dice Isabel Toledo, de 29 años de edad, quien desarrolla su trabajo artístico en el marco de la compañía de teatro performático Pentimento, de la cual es directora, junto con Itzel Aparicio, es necesario no quitar el dedo del renglón en la lucha feminista; así como encontrar en la virtualidad las redes que permitan seguir construyendo una colectividad sorora.

“Es terrible cómo está criminalizada la lucha feminista en el país. Esa es la verdad, estamos en un momento terrible”, lamenta Toledo, quien ha dirigido obras como Un beso en la frente, que aborda la violencia de género.

En marzo conversamos sobre la marcha feminista y de todo lo que pasó en esos días. Ahora, a veces, suena tan lejano. Ante la pandemia, ¿se diluyó todo?

Recuerdo que al inicio de la pandemia tenía muy presente en el cuerpo dos momentos que para mí fueron coyunturales el año pasado. Por un lado, la marcha. Y, por otra, la acción colectiva de permanecer en nuestras casas el 9 de marzo, ausentarnos de nuestros trabajos y evitar comprar cosas; fue una acción que quería que desde la ausencia se hicieran presentes todas las que ya no están debido a la violencia de género, pero queríamos también mostrar nuestra presencia desde la ausencia. Desde una perspectiva escénica fue algo muy potente a nivel conceptual. Yo me sumé a esa acción y recuerdo que, desde el cuerpo, lo viví como un luto, como un acto para honrar a todas las compañeras que ya no están y que fueron asesinadas. De pronto nos llega este confinamiento social. En el primer mes de la pandemia, para mí resonaba ese primer día que yo me resguardé y que me sentí acompañada por muchísimas mujeres que lo hicimos. Y sentí que ese primer resguardo comenzó a diluirse en el eco de esta otra gran tragedia. Eso me genera una gran impotencia porque si toda la pulsión estaba en tomar el espacio público, en reunirnos, en estar juntas, de pronto cada una está en su casa sin poder hacer frentes. ¿Cómo podemos continuar con esta sensación de unión colectiva que estaba muy presente el día de la marcha? Y, sobre todo, pienso en cómo se incrementaron de manera aterradora los índices de violencia doméstica en el hogar y en todos los feminicidios que ocurrieron durante estos meses de confinamiento.

Hubo advertencias sobre el crecimiento de esa violencia doméstica. La OMS, por ejemplo, hizo un llamado al respecto. Pero la pandemia lo desbordó todo.

Sí, qué difícil situación. La pandemia se sale de toda proporción. En un nivel de discusión entre pares, dentro del ámbito escénico, durante estos meses se abrieron muchos espacios de diálogo muy fértiles para discutir sobre este paso a la virtualidad o sobre los proyectos no presenciales porque, ante la pandemia, ese era el gran reto. En esos espacios he notado que no hay una perspectiva de género. En los primeros meses del año asistí a mesas de diálogo sobre el feminismo en la escena mexicana, con la pandemia me pareció que habíamos cambiado el foco. La perspectiva de género ya no estaba en el foco del diálogo, sino los cómos para sobrevivir como gremio y sobre qué hacer para que los espacios escénicos siguieran vivos. Sin embargo, me parece que no debemos quitar el dedo del renglón. Ahora me surgen muchas preguntas. Por ejemplo, ¿quiénes pueden producir en este contexto y quiénes no? A mí me parece que una directora escénica que lleva la mayor carga de trabajo en el hogar —y si además, por ejemplo, tiene hijas que estudian o son más chiquitas—, pues tiene un trabajo extra al estar en casa. Entonces, ¿qué tanta cabeza va a tener para producir? Si a este contexto, en este hipotético caso, sumamos la violencia de género en el hogar, pues me queda claro que debemos visibilizar aún más que estamos en una situación de desventaja frente a nuestros pares hombres.

¿Esta situación ha venido a confirmar que las labores del hogar recaen principalmente en las mujeres?

Totalmente. No pienso solamente en las labores estrictas del mantenimiento del hogar, sino también en todo lo que implica la contención y el cuidado emocional y de salud hacia los otros miembros de la familia. La mayoría de las veces en que un miembro de la familia enferma, el cuidado suele recaer en las mujeres. Por eso me pregunto cuántas mujeres pueden producir arte en este contexto.

¿Y qué opinas de la postura gubernamental frente a la lucha feminista?

Tanto en el gobierno como en las instituciones ha habido un cambio de foco, pero me parece lógico. Además, el gobierno actual no se ha mostrado abierto a la escucha, parece negado a escuchar lo que le está pasando a las mujeres de este país. Nos llevará tiempo volver a ponernos en el foco y nos llevará tiempo encontrar el lugar de enunciación y de grito que sea lo suficientemente potente como para que se perciba, para que sea una lupa gigante para un problema terrible, gigante de desigualdad no sólo hacia las mujeres, sino también hacia todas las minorías. En este momento tan aterrador por el Covid y por tantas muertes debido a este virus, es muy difícil poner en el foco a las mujeres que están siendo asesinadas por violencia de género.

¿Y qué hacemos con un presidente que prefiere asumirse como humanista?

No quitemos el dedo del renglón. Un gobierno se alimenta de muchas otras fuerzas en donde podemos encontrar espacios de diálogo. Con el Presidente, bueno, no le veo mucho futuro en este sentido. Es terrible cómo está criminalizada la lucha feminista en el país. Esa es la verdad, estamos en un momento terrible. Cuando me siento abrumada por las decisiones que toman aquellos que están en un nivel macro, me gusta pensar en la acción una a una, me concentro en cómo está la mujer que tengo a lado, en cómo están mis vecinas, en cómo están mis compañeras y cómo nos podemos ayudar para cuidar a las hijas de las otras. Todo esto también son políticas y las estamos haciendo nosotras.

¿Y cómo has trabajado estos temas durante este tiempo?

La Universidad Veracruzana me invitó a trabajar a distancia en un proyecto, estuve con un pequeño laboratorio con mujeres, cuyo centro era conocernos a distancia. No estaba establecido trabajar en violencia de género, pero intuí que el tema iba a salir porque nos atraviesa a todas. Y así fue. Había mujeres en sus 20 y en sus 50, y hubo una escucha interesante generacional, en un espacio sororo se escucharon las preocupaciones durante este confinamiento. Logramos construir una intimidad muy potente, fue muy esperanzador para mí. Además, Pentimento, a través de la Cátedra Bergman, fue invitada a dar un taller. Lo que hice fue desarrollar un taller para mujeres sobre los sonidos del confinamiento. Eran artistas muy diversas y trabajamos en cómo se abre lo sonoro en el confinamiento. Y, otra vez, si bien el foco no era la violencia de género, nos escuchamos y compartimos nuestros universos sonoros, que es muy vasto. Había un registro muy interesante, desde una tetera hasta un ritual funerario por Zoom. Fue un autorretrato sonoro de las mujeres que somos en este momento.

Desde Argentina llegó la noticia de la legalización del aborto. En redes, muchas mujeres en México lo celebraron. ¿cómo lo viste?

Eso me hace pensar en cómo recuperar la colectividad en la distancia. Las redes nos dan la sensación de que pertenecemos a un colectivo y son un espacio de militancia, pero nunca será lo mismo que encontrarnos en la calle y sentir esa sensación de colectivo que avanza. Yo, desde mi trinchera escénica, lo que hago es pensar en cómo seguir accionando a pesar de que no estemos en el mismo espacio. Lo de Argentina nos parece lejos porque nos enteramos en Internet. El feminismo mexicano tiene que acuerpar los procesos, acompañarnos colectivamente con el cuerpo. ¿Cómo lo seguiremos haciendo desde el confinamiento?

¿Y es posible?

Sí, quiero pensar que sí.

Hace poco se generó un debate sobre el feminismo radical, específicamente sobre el que no acepta el transfeminismo. ¿Qué opinas?

Me siento cercana al feminismo interseccional, es decir, el que tiene un enfoque a las opresiones que viven los colectivos. No creo que es el único, pero para mí significa asumir que también existe el radical y que tengo que ubicar los límites de mi tolerancia hacia lo que considero violencia u opresión.