Bien dicen que cuando te toca, ni aunque te quites. Así le pasó a Yanet Aguilar Sosa (Puebla, 1972), quien hoy recibe el Premio Nacional de Periodismo 2024 que otorga la Feria Internacional de Lectura de Yucatán (FILEY), con el periodismo.
Aguilar originalmente aspiraba a ser contadora, pero la vocación por contar historias la terminó conduciendo al oficio del periodismo. Egresada de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México, Yanet Aguilar inició su carrera como reportera en la revista independiente Generación, siguió su camino por Grupo Radio Centro, luego Agencia Notimex, para finalmente llegar en 2006 a EL UNIVERSAL, diario donde ha trabajado los últimos 17 años en la sección Cultura, de la que desde hace dos años es coeditora.
Tras la llegada de este prestigioso galardón y 30 años de carrera, la periodista afirma aún encontrar fuentes de entusiasmo y reflexiona sobre por qué este oficio puede llegar a ser ingrato, sobre los retos con la llegada de nuevas vías de comunicación y sobre su sentir por ser ahora la entrevistada y no la entrevistadora.
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30 años haciendo periodismo, ¿cómo hacer para no perder el entusiasmo?
Entre las virtudes del periodismo están su inmediatez, su vertiginosidad, su oportunidad y su exigencia de concentración, de capturar la información noticiosa, eso que llamamos la “nota”, en medio del discurso que comúnmente peca de verborrea, en especial de los funcionarios públicos, que hablan mucho pero no dicen nada, sea por incapacidad o por el afán de ocultar sus dispendios o malos manejos y su negativa a rendir cuentas. Esos elementos hacen que vivamos siempre bajo presión, en constante movimiento e inmersos en la adrenalina, eso sin duda mantiene el entusiasmo, la pasión de cada día por hacer la mejor entrevista y la más reveladora, el deseo de desentrañar y llegar a las profundidades de un tema, casi siempre a contrarreloj, porque el diarismo vive bajo la dictadura de la hora del cierre y el límite de caracteres.
¿En qué momento decidiste que querías dedicarte al periodismo?, ¿te imaginaste que sería una carrera tan larga?
Quise ser contadora pública y estudiar en el Politécnico Nacional, pero no pasé el examen. Eso en lugar de desanimarme me llevó a analizar que quizás ese no era mi camino, que a mí más que los números me gustaban las palabras, las historias, las vidas a las que me metía en los libros, que me gustaba preguntar y escuchar, relatar los acontecimientos. Así que pasé de querer contar números a contar historias y así han pasado casi tres décadas de mucho esfuerzo, perseverancia y tenacidad, de estar impulsada por gente, como mis tres hermanos a quienes amo y admiro, de tener la fuerza de mi madre, una mujer con poca instrucción que enviudó con cuatro hijos; la mayor de seis años, yo. Esa familia y la que hoy formo, con mi marido y mi hija, han hecho este camino más estimulante.
No te parece que a veces este oficio es medio ingrato porque no importa qué se hizo un día antes, porque mañana es borrón y cuenta nueva.
A diferencia de los escritores y de la literatura que piensan en la posteridad, los periodistas y el periodismo trabajamos para el hoy y el ahora, para dejar constancia del presente. Lo que me parece ingrato es el acoso y el hostigamiento que contra la prensa y los periodistas persiste, la impunidad con la que funcionarios culturales califican a los periodistas de “chayoteros” y a la prensa crítica de prensa “canalla”, que desde el estrado presidencial se ataque la libertad de expresión y haya que firmar desplegados, como lo hizo EL UNIVERSAL, para exigir el cese de los ataque a periodistas; y también es muy ingrato que la sociedad mexicana no conciba a la prensa y al periodismo como parte esencial de la vida democrática de México.
Me llama la atención esto que menciona el jurado, que el reportaje es un género que se está perdiendo, ¿qué opinas sobre la forma en la que se está haciendo periodismo?
Hoy vivimos bajo el imperio de la inmediatez y la noticia en vivo, regidos por la premisa de ser los primeros. Ante esa prevalencia de la inmediatez, géneros de mayor profundidad como el reportaje tienen menos presencia en algunos medios, o se publican “reportajes” con una sola fuente y una única verdad, sin contrastar y documentar la información. Y ese es uno de los retos que enfrenta el periodismo ante lo digital, y al mismo tiempo la oportunidad para expandir las plataformas desde donde hacer periodismo, y allí están las virtudes que debemos aprovechar de las jóvenes generaciones, que ya son nativos digitales; sin embargo, esas habilidades “naturales” en el manejo de las redes, plataformas y herramientas digitales deben arroparse con la experiencia. Las nuevas generaciones tienen un potencial digital enorme, pero un “área de oportunidad”, como diría otro célebre funcionario de esta administración, para fortalecer su rigor y ética periodísticas.
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¿Qué te hizo especializarte en la literatura?, ¿por qué es importante especializarse en una fuente?
Las historias contadas por el cine y luego los libros desde donde se habían adaptado algunas de esas películas me hicieron amar los libros y la literatura, sabía que no para escribirlos, sino para saber quiénes eran esas mujeres y esos hombres que los habían escrito, cómo eran capaces de crear esos personajes y esas historias cuyo lenguaje me maravillaba y me llevaba a perderme en los diccionarios. Quizás por eso cuando empecé la carrera de Ciencias de la Comunicación sabía que quería hacer periodismo escrito y en especial periodismo cultural, y mi sueño, cumplido pronto, fue especializarme en la fuente de literatura sin que dejaran de interesarme todas las manifestaciones culturales.
¿Cuál ha sido la cobertura o entrevista que más te ha marcado y por qué?
En general creo que cada intelectual, artista y creador siempre te marcan. Por supuesto, hay grandes seres humanos —por desgracia no siempre— detrás de un escritor o una escritora que te marcan, pienso en gigantes como Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, José Emilio Pacheco, José Saramago, María Luisa Puga, Elena Poniatowska, pero también en las escritoras y escritores de generaciones posteriores, en David Toscana, Cristina Rivera Garza, Juan Villoro, Mónica Lavín, Rosa Beltrán, en mujeres escritoras que me descubren mi mundo de mujer; en las generaciones más jóvenes que leeré y entrevistaré mañana. Y esa curiosidad ante lo que vendrá me entusiasma y revitaliza.
¿Qué aprendizaje te ha dejado el periodismo que te gustaría compartir con las nuevas generaciones?
Me parece que hay en los periodistas jóvenes un deseo de correr cuando apenas comienzan a caminar, y no es que no haya notables y muy brillantes, con una cultura y preparación mejor quizá que la nuestra, sin embargo, a veces les falta cierta humildad para atender y escuchar, para oír sugerencias sobre cómo trabajar tal o cual tema, plantear las entrevistas, buscar la información, trabajar con responsabilidad, disciplina y orden, saber organizarse y tener rigor y regirse por la ética periodística que ante todo hay que preservar hoy en medio de la vorágine de las redes sociales y a pesar de la urgencia y la inmediatez.
¿En qué momento de tu carrera llega este reconocimiento?
La verdad estos dos últimos años han sido fenomenales, de aprendizaje y de crecimiento y confianza. Aunque no he dejado de reportear, ahora alterno esa tarea con la coedición de la sección Cultura de este diario que es mi casa periodística desde hace 17 años y eso ha permitido renovar mi entusiasmo y retarme, siempre es bueno un cambio, sobre todo si viene acompañado del respaldo de una empresa que dirige el licenciado Juan Francisco Ealy Lanz Duret, a quien agradezco su confianza y parabienes, y de un equipo periodístico que lidera David Aponte, quien también viene del periodismo de a pie, y a Julio Aguilar, editor de Cultura, a quien agradezco la libertad y complicidad. Y a la sangre joven que absorbo cada día, de Frida, José y Cristopher.
¿Qué se siente ahora ser la entrevistada y no la entrevistadora?
Es mucho más genial estar del otro lado de la barrera.
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