La pancarta y los carteles que el pasado 13 de agosto señalaba “No nos conquistaron”, escrito en claro español, es para la lingüista la prueba contundente de que el español es nuestra , una lengua que fue de conquista y que en el siglo XVIII se convirtió en nuestra lengua patrimonial que hoy hablamos en México más de 125 millones de habitantes, afirma.

En su más reciente libro titulado El español en América: de lengua de conquista a lengua patrimonial —que publica El Colegio Nacional en su colección Opúsculos—, la estudiosa de la historia e integrante de El Colegio Nacional analiza cómo ha sido la relación entre la lengua y algunos momentos de la historia política desde hace más de 500 años, los cambios que sirven para entender el proceso de la lengua que tuvo su primera fase de extrañeza y a una segunda fase, en la que estamos desde el siglo XVIII de integración.

¿Fue un proceso complejo, largo y trágico?

No se puede tapar el Sol con un dedo, a finales del siglo XVI se ve que el mundo cotidiano había avanzado en lengua española, que las mujeres del mercado, las que bajaban a vender su pulque eran bilingües, durante el siglo XVI hay testimonios en muchísimas lenguas de ese tipo; y a partir del XVIII empieza un proceso muy acelerado de sustitución, pero esa es la gran paradoja, que es un proceso donde se invisibiliza a los hablantes de lenguas indígenas, no son noticias de prensa, no son ni siquiera motivo de reflexión, pero al mismo tiempo la lengua española se enriquece profundamente con palabras, voces, morfología de lenguas indígenas.

Es un proceso de integración que se muestra, se ve, en datos de gramática, o sea no solamente es por decirlo, por ejemplo desde el siglo XVIII hay derivados de base indígena pero con morfología del español: titupuchal, tomatal, jitomatal, son indígenas; también está una morfología muy complicada que tiene una terminación española: enchilar, o por ejemplo, encamotarse, hay datos desde el siglo XVIII, y eso está en el libro, de que hay metáforas hechas con palabras indígenas.

Es decir, para que “encamotarse” sea enojarse, se requiere que haya sedimentado la palabra camote; cuando decimos ¡qué camote!, es decir, entendido como ¡qué relajo! en el siglo XIX; para que lleguen a hacerse metáforas se requiere de una sedimentación del tiempo. Así también tenemos chapulines políticos en el siglo XIX.

¿Hacer del español lengua patrimonial tomó tiempo y trabajo?

Los que trabajamos historia de la lengua lo que vemos es que los procesos no son de padres a hijos, requieren dos o tres generaciones, de abuelos a nietos, donde está la gente recreando la lengua, usándola y creándola, somos seres creativos y entonces el libro está lleno de datos de este tipo de metáforas.

Algo muy interesante que está en el libro, es una sustitución del léxico latino o de léxico español patrimonial por léxico indígena, los mexicanos preferimos usar ese léxico indígena a usar el léxico español, tenemos petates en vez de esteras, molemos en molcajetes, nadie usa morteros, eso se ve desde el siglo XVIII.

No es un libro que yo escribí para que saliera en agosto de 2021, lo escribí hace más de un año para ponerme a mí misma en claro datos que tenía agrupados, que había dado en conferencias, que tenía en ficheros de mi computadora, muchos, muchos, y dije “bueno va siendo hora de poner orden en esto y salió este libro”. Toco el momento de cómo se llega al español americano pero toco el momento de extrañeza que es el siglo XVI y toco un momento complejo de integración que sigue vivo, yo creo que lo que tenemos que hacer los mexicanos es superarlo.

Algún político dijo: ya supé-renlo, pues así, a mí me parece que no podemos seguir así, es curioso porque entramos en una contradicción, por un lado estamos orgullosos de sor Juana, estamos orgullosos de Sigüenza y Góngora, de Alfonso Reyes, Octavio Paz, pero lo que está claro es que todos esos escritores construyeron esos mundos de alta creación en lengua española.

Frase

"Los que trabajamos historia de la lengua vemos procesos que no son de padres a hijos, se requieren dos o tres generaciones, de abuelos a nietos, recreando la lengua, usándola y creándola”.

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