El ingreso de la narradora, ensayista, historiadora y académica Cristina Rivera Garza a El Colegio Nacional —anuncio hecho el pasado 9 de enero— revitaliza a la institución, pues la escritora y feminista se convierte en la octava mujer de entre 35 miembros y “miembras”, afirma ella, que integran esta prestigiosa institución fundada en 1943, dedicada a la divulgación humanista, científica y artística; y también la fortalece en el nuevo rumbo hacia el que avanza con equidad y perspectiva de género.

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La autora de El invencible verano de Liliana, la novela donde documenta el feminicidio de su hermana Liliana Rivera Garza, llega a El Colegio Nacional para poner a discusión tres temas que, dice, “le dan sentido a mi trabajo y a mi vida”: la relación de la escritura con la violencia de género, el ejercicio de la narrativa con la migración y la relación de la literatura con el cambio climático, temas que abordan la compleja realidad mexicana y su propia construcción personal.

En entrevista desde Houston, donde radica desde 2016 —cuando se incorporó al Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Houston, donde también dirige desde 2017 el programa de Doctorado en Estudios Hispánicos orientado a la escritura creativa en español, del cual es fundadora—, Rivera Garza afirma que uno de los grandes cánceres de México es la impunidad y por ello “hay que estarla señalando continuamente, porque eso es lo que está en la base de la máquina de la violencia”.

“Nombrar la violencia contra las mujeres desde la narrativa para mí sigue siendo fundamental, es un activismo minúsculo pero fundamental, el mantener los oídos abiertos, el estar poniendo atención al pulso de estas demandas que siguen creciendo y que se hacen cada vez más concretas”, asegura la narradora nacida en Matamoros, Tamaulipas, en 1964, quien leerá su discurso de ingreso a El Colegio Nacional en una ceremonia a celebrarse en los próximos meses.

Su búsqueda está empatada con su mirada crítica sobre las problemáticas actuales de México y Estados Unidos, que determinan su geografía personal y literaria. Dos naciones atravesadas por la migración y la violencia que encuentran resonancia en las complicidades del silencio, la indiferencia y la indolencia, “la labor del Estado es fundamental, pero también la serie de conductas cotidianas que la sociedad por años ha estado encubriendo, justificando y alentando sobre la labor letal de los asesinos”.

Rivera Garza apuesta por contar las problemáticas, por ejemplo de la violencia, de manera distinta, “hay que subvertir las narrativas a través de las cuales se han conocido estos hechos, el privilegio del punto de vista del asesino, la glorificación del asesino, todo este tipo de narrativas que nos han llevado a desconocer o a minimizar el sufrimiento de las mujeres; eso también se ha puesto en cuestión y deben de ponerse más en cuestión”.

La autora de Autobiografía del algodón, Nadie me verá llorar, Los muertos indóciles y Había mucha neblina o humo o no sé qué, asegura que se incorpora a El Colegio Nacional para poner en discusión temas que tienen que ver con la relación de la literatura con el cambio climático, con sus condiciones de producción y con lo que llama “literaturas geológicas”.

También abordará un tema central: la literatura y la escritura con cuestiones de violencia de género, “sobre todo he tratado de llevar a cabo narrativas alternativas que permitan la incorporación del punto de vista de las víctimas y sus familiares en estos hechos tan aborrecibles”, dice Rivera Garza, quien apunta como su tercer tema el de las migraciones.

“Yo he sido migrante gran parte de mi vida, soy hija y nieta de migrantes, y me interesa la migración especialmente entre México y Estados Unidos. Esta es una situación que sigue siendo central en el mundo contemporáneo y a la que le sigo los pasos muy de cerca, porque me afecta, como nos afecta a todos. A mí me gustaría mucho seguir articulando voces, prácticas alrededor de estos temas y seguramente más conforme vayan avanzando, porque estos son, digamos, los ejes sobre los que se ha ido entretejiendo mi trabajo”, afirma.

Autora de 28 títulos en distintos géneros: nueve novelas, siete poemarios, cinco libros de cuentos, cuatro volúmenes de ensayos, un buen número de trabajos de historia y género híbrido, además de editora de tres antologías, Rivera Garza dice que El Colegio Nacional es una institución muy valiosa, pero que hasta hace muy poco tiempo había una cantidad mínima de mujeres, “una de las cosas que me da gusto ver es que nuestras instituciones son capaces también de irse adaptando a los cambios de la sociedad y que ese número va en aumento, lo cual implica por supuesto una responsabilidad muy grande”.

Egresada de la licenciatura en Sociología de la UNAM, maestra y doctora en Historia de América Latina por la Universidad de Houston, Rivera Garza reconoce que como sociedad civil tenemos la responsabilidad de poner atención, de denunciar a aquellos que sabemos que cometen actos de violencia, pues cuando callamos, cuando nos hacemos de la vista gorda, cuando protegemos a hijos, vecinos, amigos, cuando no decimos que son lo que son, también formamos parte de esta máquina de la violencia.

“Los que no se hacen preguntas son aquellos a los que les conviene el estado de las cosas, los que se benefician del establishment, de las jerarquías brutales que nos gobiernan, pues ellos no tienen necesidad de hacerse preguntas porque cualquier pregunta pondría en cuestión el estado de las cosas”. De ahí que su interés, desde su escritura y su trabajo académico, es hacerse todas las preguntas y cuestionar.

“No sólo traer temas a la luz, sino de sacarlos a esa luz de manera distinta, con estrategias distintas, con el fin no de confirmar la postura del asesino, sino de traer todas las preguntas, todas las cuestiones que vienen desde el lado de las víctimas, desde el lado de las familias de la víctima que, por supuesto, ponen en entredicho el estado de las cosas, las jerarquías y las violencias que eventualmente llevan a situaciones como las del feminicidio”.

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La profesora visitante de la Universidad de Standford, la Washington University y la Universidad de California y quien en 2022 obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura y el Premio Xavier Villaurrutia mantiene el proyecto de colocar ladrillos con los nombres de las mujeres víctimas de feminicidios en los lugares donde estuvieron vivas. Ese proyecto forma parte de su “activismo minúsculo” y de seguir poniendo el dedo en la llaga.

“Ha ido más lento de lo que pensaba, pero significa articularse, ponerse en contacto, escuchar a las voces de las nuevas generaciones de mujeres y de hombres que se lanzan a la calle, que se lanzan al lenguaje para proveer perspectivas distintas”.

Cristina Rivera Garza, la escritora que Juan Villoro celebra por la originalidad de su voz, el aliento poético de su escritura y la mezcla de lo literario con las ciencias sociales que la convierten “en una exponente única de nuestras letras”, sigue levantando su voz desde la literatura.

“Tengo varios proyectos, todavía ando tratando de decidirme. Una novela tal vez, a lo mejor la segunda parte del libro de mi hermana. No sé todavía”. En tanto, prepara su discurso de ingreso a El Colegio Nacional, en el que hablará del medio ambiente, del cambio climático, de la violencia de género, de la migración. “Uno habla de lo que ha estado hablando, lo que uno hace es que va actualizando y rearticulando los temas”.


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