Medellín. —A 10 meses de la llegada de a la Presidencia de, la cultura vive un periodo de incertidumbre, pese a que el sector culturalfue uno de los que más respaldó durante la campaña el proyecto político de cambio que propuso el candidato por el Pacto Histórico, primer presidente de izquierda en la historia de Colombia.

Nadie duda que no ha sido fácil este primer periodo: la semana pasada Petro retiró de su equipo a dos figuras clave: su jefa de gabinete y el embajador de Venezuela por un escándalo de uso de polígrafos e intervenciones telefónicas fuera de la ley, y en las últimas horas se revelaron audios sobre el supuesto financiamiento ilegal a su campaña.

Este vacío en la cultura y algunos anuncios del ministro encargado causan desconcierto; lo que está ocurriendo, opinan varios entrevistados, es que el ministerio funciona por “ósmosis”, pero además, el ejercicio de los recursos no supera 27% en lo que va del año, y en el ministerio, tanto el ministro, como los dos viceministros y 88% de las direcciones, son funcionarios encargados.

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Hace más de tres meses, el ministerio de Cultura quedó acéfalo tras el despido de su titular, la artista, gestora y activista Patricia Ariza. Fue un acto inexplicable, inesperado y “falto de educación”; incomprensible porque contaba con el reconocimiento del sector y, además, porque, por ejemplo, había conseguido para el ministerio un incremento presupuestal histórico, llegando a los 700 mil millones de pesos colombianos (unos 2 mil 800 mdp mexicanos). En lugar de Ariza, como encargado, opera un viceministro, Jorge Zorro, cuyas ideas resultan retrógradas para diversos integrantes de la comunidad.

A lo largo de estos tres meses, artistas, gestores, escritores, investigadores, periodistas culturales, académicos y creadores han reiterado sus inquietudes en 15 cartas dirigidas al Presidente; además se han publicado más de 60 editoriales y columnas en distintos medios que exigen el nombramiento de un titular de Cultura, y argumentan que Zorro no es la persona que el país necesita.

A la más reciente carta, firmada por unas mil 400 personas, como la escritora Pilar Quintana, la artista Andrea Echeverri, el historiador Gonzalo Sánchez, el director de teatro Fabio Rubiano y el cineasta Felipe Aljure, le siguió una reunión con el mandatario, el 25 de mayo. En la carta y en el encuentro le expresaron su apoyo a las reformas sociales que propone, pero manifestaron sus dudas por el rumbo que ha tomado el ministerio y le dejaron claro que no se sienten representados por el ministro encargado.

Algunos participantes relataron en entrevista que el Presidente respondió amable y que les habló de las dificultades que tiene su gobierno; al final le dejaron, de forma simbólica, un sobre vacío dirigido a ellos mismos, como demanda de una respuesta.

“Nos preocupa lo que está haciendo el ministro encargado y más, todo lo que no está haciendo. Necesitamos que se ejecuten los recursos, la gente necesita el apoyo y la presencia del ministerio, pero nos preocupa lo que ejecuta porque tiene una visión que no corresponde a las necesidades que se han identificado y a las agendas del proyecto con que nos sentimos identificados”, dice Santiago Trujillo, director de la maestría en Gestión Cultural de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, y uno de los gestores que participó en la articulación del programa de Cultura del nuevo gobierno.

El escritor Guillermo González, quien apoya los cambios sociales propuestos por Petro, opina que el ministerio opera por “ósmosis” y se pregunta por qué el mandatario ha dejado de lado la cultura: “No sé si es que Petro no entiende o no alcanza a ver la dimensión que puede tener la cultura en el proceso de cambio del país; es ceguera para ver lo que podría ayudar un ministerio de Cultura al programa fundamental, y el programa fundamental de este país es la paz”.

“Cualquier cambio social es primero cultural”, dice el editor y periodista cultural Juan David Correa. “Quien ocupe el ministerio debe ser capaz de inspirar y elevar el nivel de la discusión pública diciéndole al país que si hay alguna llave posible para superar el estiercolero en el que estamos, es la cultura. Las expresiones culturales nos demuestran que han sido las únicas capaces de resistir a una guerra brutal. A través del cambio de costumbres, sensibilidades y símbolos construiremos un país donde se puedan conversar y superar las cosas. ¿En qué territorio se logra eso, antes que en cualquier otro?, en la cultura”.

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La importación del modelo venezolano

El despido de Patricia Ariza se produjo a finales de febrero, en medio de una primera crisis ministerial; parte del desconcierto es que durante su gestión, el Presidente nunca la recibió pese a sus retiradas peticiones.

Semanas antes de su salida, el país se enteró de que el entonces viceministro Jorge Zorro y la esposa del presidente, Verónica Alcocer —sin ningún cargo político— viajaron a Venezuela. Derivado del viaje se informó que el gobierno contemplaba implementar en Colombia un modelo similar al del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, programa del que emergió el director Gustavo Dudamel, pero que ha sido acusado de haberse politizado y de ser usado para propaganda de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

Las críticas a la idea de importar el modelo van más allá de apoyar un programa sinfónico, tienen que ver con que la propuesta de Zorro desconoce una historia que ha desarrollado Colombia, por más de 30 años, de reconocimiento de la diversidad de las músicas de sus regiones.

“La de Zorro es una mirada colonialista que respalda lo canónico, donde las demás prácticas aparecen como subsidiarias o de menor nivel. Esa discusión se superó hace décadas. Colombia es un país con más de mil 200 ritmos musicales y las músicas son expresión viva de los territorios; la política musical tiene que ser profundamente territorial. Él propone un esquema sinfónico eurocentrista y andinocentrista que ve, como única música colombiana, la andina y, como en el siglo XX, deja por fuera las expresiones musicales de las periferias”, expresa Trujillo.

Correa coincide: “Las apuestas del ministro son regresivas, está proponiendo, sin sustentos conceptuales, una idea superada: poner un sistema nacional de orquestas sinfónicas, que empobrece la realidad de un país diverso que en sus territorios tiene expresiones musicales propias, de gran altura; lo que hay que hacer es darle el poder a la gente para que con sus cosas construya tejido social cultural”.

El Plan Nacional de Música de Colombia, creado en los años 90, buscó por ejemplo que los mil 105 municipios del país tengan una escuela de música. En ese Plan ha sido muy importante Batuta, una Fundación que opera bajo un esquema privado y público, con programas como Sonidos de Esperanza, que ha atendido a 18 mil menores víctimas del Conflicto Armado, y que trabaja para llegar a los municipios más afectados por el conflicto y generar procesos de formación, iniciación musical y práctica coral, cuenta María Claudia Parias, su directora.

“Me resulta sorprendente que no se tenga en cuenta el saber hacer de Batuta en la planeación de cómo debería ser un plan de formación musical en el país. Tenemos toda la voluntad de articularnos, pero nuestra voz no se escucha mucho. Dentro del Plan Nacional, Batuta promueve los ensambles de iniciación, la práctica coral y las orquestas de música sinfónica. Creemos que no hay una sola manera de entender el sistema musical, lo primero que se tiene que reconocer es esa diversidad”, asegura.

Parias se refiere al momento que vive la cultura en Colombia: “Es un momento complejo porque el ministerio tiene que definir cómo va a cumplir las metas del Plan Nacional de Desarrollo. No es un buen signo para el sector tener una institucionalidad congelada. Es grave”.

Zorro —que a diferencia de Ariza no se vio en las mesas para acordar el programa cultural del gobierno en la campaña— también ha causado desconcierto al interior del gobierno. En el reciente viaje de la vicepresidenta Francia Márquez a África, Zorro, que fue parte de la comitiva, no llevó una sola propuesta cultural. Esa omisión fue muy cuestionada por otros funcionarios.

Acerca de lo que viene, los entrevistados siguen esperando respuesta del Presidente. La lectura de algunos es que, en medio de las negociaciones políticas del mandatario, que espera apoyo de la oposición en el Congreso para sacar adelante sus reformas de Salud, Laboral y de Pensiones, el ministerio de Cultura es una carta que puede usar. En ese sentido, uno de los nombres que se menciona para ocupar la cartera es el de la directora de la feria de arte ArtBo, María Paz Gaviria, hija del expresidente César Gaviria.

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