La aridez se percibe en el aire y el suelo en lo que hoy es el estacionamiento 1 de la Segunda Sección del al caminar se oyen los pasos sobre la grava y el tezontle. En esa entrada, sobre Paseo de los Conquistadores y Sierra Ixtlán, inicia el espacio que se transformará en el , uno de los proyectos nodales del Complejo Cultural Bosque de Chapultepec. No hay agua natural ni artificial, al fondo están los árboles y una pendiente, y atrás de ésta se encuentra el Lago Menor; la vegetación incluye encinos, palmeras, pinos, eucaliptos: el compromiso es que con la creación de Centro de Cultura Ambiental no se tire ningún árbol, en cambio, se propone plantar mil nuevos especímenes.

A corto plazo, el proyecto del Centro de Cultura Ambiental pretende cambiar ese suelo infértil y baldío con espacios agroculturales y cultivos diversos, rotativos; a largo plazo, se plantea que sea como un bosque, parte integral de un bosque.

El arquitecto Rafael Ponce y su despacho Erre Q Erre; el ingeniero hidráulico y doctor en Urbanismo Juan Ansberto Cruz; el ingeniero industrial y paisajista Fortino Acosta y el biólogo Óscar Ramírez fueron los ganadores del concurso para el Centro de Cultural Ambiental, que se falló en marzo. En este momento, el equipo desarrolla el proyecto ejecutivo y, una vez que esté terminado, se abrirá la licitación para las distintas obras.

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Definición y alcances

Rafael Ponce y Juan Ansberto Cruz describen el proyecto que abarcará un área de 15 hectáreas (el Zócalo tiene 4,6), enfatizan el carácter educativo que brindará, el aprovechamiento del agua artificial y pluvial, y la generación de jardines etnobotánicos basados en la diversidad de la Cuenca del Valle de México.

“No podemos tener esta plancha de estacionamiento en un bosque tan importante como es el de Chapultepec”, dice Ponce, y Cruz añade: “Un bosque tiene que producir lo que produce un bosque, no demandar lo que no demanda; los bosques producen agua, no demandan agua”.

Como tal, el Centro de Cultura Ambiental estará delante de lo que hoy es el estacionamiento, frente a donde inicia la pendiente; constará de un pabellón abierto, que sus autores describen como una “estructura ligera” donde habrá actividades educativas en torno de la cultura ambiental del propio Bosque y de la CDMX, y un foro al aire libre.

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“El Centro se compone de dos elementos: un gran espacio público que es el núcleo del proyecto, donde confluyen todos los caminos, paisajes, ecosistemas y jardines etnobotánicos; será un espacio a manera de foro al aire libre, donde vamos a ocupar el talud existente. Y el segundo elemento es un pabellón, el pabellón ambiental, una superficie cubierta, que se integrará al paisaje con unas curvas muy suaves”.

En todo el entorno —describe Rafael Ponce— se va a incorporar una zona agroecológica: jardines agaveros, frutales, milpas, medicinales y ornamentales; toda una zona de cultivos. Esa zona agroecológica va a servir para nutrir el suelo y tendrá cultivos rotativos. Se incorporará un área de composta que nutrirá el espacio.

Hay cuatro elementos que articulan la propuesta: jardines etnobotánicos, paseos bioculturales, tratamiento del agua y el Centro de Cultura Ambiental, como tal. “Los cuatro se fusionan entre sí para generar una propuesta de paisajes referenciales, paisajes representativos de la Cuenca del Valle de México: pastizales, humedales, bosques templados y pedregales que adoptan la geografía de la esta zona (elevada)”.

2 mil METROS CUADRADOS será el tamaño de la superficie cubierta en el nuevo Centro

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El suelo, un gran desafío

El ingeniero Ansberto Cruz explica que si bien se trata de un territorio alterado, para reintegrarlo al bosque trabajarán con ingeniería de paisaje que toma en cuenta la geología, el contexto urbano, la climatología.

“Este territorio suave, con esta pendiente, con la geología que tiene atrás y la poca fertilidad —que puede recuperarse—, en lugar de verse como un punto en contra se ve cuál es su virtud”. Desde la arquitectura de paisaje, se propone que el agua del Lago Menor —que es artificial— se utilice en el territorio del Centro de Cultura Ambiental, en su desnivel, y que a partir de la técnica de la permacultura, esa agua se vaya quedando en el suelo, reteniendo: “En su recorrido, la utilizamos de una manera más suave, más amigable, más como lo que pasa en la naturaleza; (lo que se propone) es contrario a lo que pasa ahora: que llueve y se busca expulsar el agua muy rápido, drenarla, y con eso estresar a los sistemas de drenaje urbano”.

Se propone su reaprovechamiento y un manejo de agua funcional, que va irrigando. “Apostamos porque en dos o tres años de establecer cierto régimen de humedad en el suelo (un sistema de riego efímero), con arquitectura de paisaje se establezcan los estratos que componen un bosque —bajos, medios y altos—; luego de unos tres o cuatro años, una vez que esa vegetación se haya establecido y que ya no drene el agua tan rápido como ahora, esos sistemas de irrigación se cancelarán, se moverán a otra parte del bosque, y esta zona empezará a retener agua. Es la forma como se puede transformar en un bosque que demanda agua a un bosque que produce agua”, explica.

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Para el arquitecto, el Bosque de Chapultepec sí necesita una propuesta de mejora que cumpla con los objetos de un bosque urbano: “La propuesta sí es necesaria. Debe ser un proyecto que integre a la sociedad: hoy está desligado de los grupos urbanos y desligado en sus secciones; requiere una propuesta de integración de mejoras ambientales”.

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Uno de los elementos que más resalta Rafael Ponce de la propuesta diseñada con su equipo es el principio de permacultura: “Alrededor del propio Centro de Cultura Ambiental, en la parte más cercana, van a estar los jardines con más dinamismo; cada vez que te vas alejando la idea del proyecto se mimetiza con el propio bosque, con la vegetación, serán espacios más naturales del bosque. Tendrá este entendimiento de la importancia del agua, de la vegetación, de cómo interactúan los elementos naturales con nuestra cultura con esta mirada etnobotánica”.