No hay días aburridos para los fotoperiodistas de EL UNIVERSAL. Ya sea de madrugada, en sus días de descanso o en los de “agenda floja”, los fotógrafos de esta casa editorial se la pasan cazando con pasión las imágenes que ya han visualizado incluso antes de encontrarlas.
Y esta semana no fue la excepción. Un fuerte sismo de 7.5 grados de magnitud, la cobertura de la pandemia del coronavirus 24/7 y ahora las postales de la nueva normalidad, tanto en negocios como en la vida familiar, fueron algunos de los momentos más destacados de la semana.
Aquí, sus historias y reflexiones.
Foto: Diego Simón Sánchez/ EL UNIVERSAL
Hice guardia por dos días con los paramédicos de Nezahualcóyotl , los acompañé de 19:30 a las cinco de la mañana . Yo buscaba hacer fotos del traslado de una persona con síntomas de Covid-19 . A lo largo de la noche me tocó ver dos accidentes viales, dos pleitos de casa y varios servicios de personas con problemas respiratorios. Me sorprendió que muchos no quieren ser trasladadas al hospital porque eso ya significa para ellos que van a morir de coronavirus , aunque hayan llamado a la ambulancia por otro motivo. Por ejemplo, una señora que tenía cáncer ya requería ir al hospital, pero la familia se opuso.
El horario y el tratar con personas que estaban enfermas o heridas fue muy agotador. Seguimos la ambulancia en carro, todo el tiempo me iba mensajeando con la paramédico para saber a dónde iban. Pero mantener su ritmo fue complicado porque salía un accidente en una zona y 10 minutos después ya tenían que estar en otro lado y, obviamente, la ambulancia iba muy rápido.
Foto: Diego Simón Sánchez/ EL UNIVERSAL
Varias ONGs convocaron a mariachis en Garibaldi para entregarles despensas. Las organizaciones prepararon todo, incluso marcaron las equis donde debían pararse los músicos para mantener la sana distancia. El evento resultó ser muy grande, había cerca de 200 mariachis. Hubo un momento donde llegó gente del gobierno para detener el encuentro porque sí era mucha gente, pero al final dejaron que tocaran dos canciones y recogieran sus despensas. Los mariachis estaban muy agradecidos, porque es uno de los grupos más afectados por la pandemia .
Foto: Diego Simón Sánchez/ EL UNIVERSAL
Algunos traen la mascarilla abajo porque eran los cantantes y pues los que tocan la trompeta tampoco tuvieron otra opción.
Foto: Diego Simón Sánchez/ EL UNIVERSAL
En los últimos días se ha incrementado el número de gente paseando en las calles. Entonces el Día del Padre salí a buscar este tipo de escenas familiares fuera de casa. Llama la atención los cubrebocas de esta familia, muy coloridos. Una escena común, el papá cargando al niño en sus hombros y su esposa pero ahora en esta nueva forma de salir a la calle con protección porque ya no hay de otra.
Foto: Berenice Fregoso/ EL UNIVERSAL
Cada domingo salen personas a manifestarse contra el Presidente. Ese día la caravana era pequeña, entonces tuve que correr para alcanzarlos porque pasaron rápido. La señora del carro pertenece a ese movimiento de “Chalecos mexicanos”, grupo contra AMLO. Justo cuando iba a avanzar el auto se le acercó otra mujeres para confrontarla, no de manera violenta. Fue un diálogo para intercambiar su opinión sobre el gobierno. La señora del auto aseguró que no era fifí e insistía en que su carro era promedio y que ella se manifestaba porque en este sexenio se ha visto muy afectada. Mientras que la otra señora le argumentaba que este gobierno nos estaba sacando de la corrupción. Fue un intercambio muy cortés.
Foto: Adriana Hernández/ EL UNIVERSAL
Ese día la agenda estaba floja, entonces había que salir a buscar y buscar. Además de nuestras órdenes del día, yo creo que todos traemos ganas de contar historias y de mostrar a la gente que se está fletando todos los días y nos está cuidando.
Aproveché que estaba en Reforma para buscar al niño bolero que me dio una portada. Esa foto me costó mucho sacarla porque el papá no quería que la gente creyera que estaba abusando de su hijo, quien en realidad quería apoyar a su familia. Lo estaba buscando para regalarle la foto.
Retrato de un niño bolero, capturado en abril por Adriana Hernández. Foto: Adriana Hernández/ EL UNIVERSAL
A la vez, veía que más podía fotografiar y me la pasé caminando un buen rato. Incluso deseé que ya lloviera, creo que ya todos vamos con la imagen construida que queremos hacer. Ahí fue cuando escuché la máquina con la que sanitizan y corrí a alcanzar a los trabajadores, confieso que ni respeté el paso peatonal.
Yo creo que hoy en día no podemos llegar a robar la foto por la vulnerabilidad que estamos viviendo, entonces me acerque y les pregunté si podía ponerme a chambear con ellos y me dijeron que sí. Lo que me causó admiración fue la limpieza de los teléfonos públicos. Uno usualmente ve que los sanitizan y ya, pero la chica los limpiaba con un trapo. Me pareció amable el gesto porque yo creo que ya casi nadie los usa, pero al final del día uno se recarga ahí o la gente va y echa su basura o no sabemos si es que los indigentes los usan. Esta chica me dijo que pues lo que los pongan a hacer, lo hacen porque es su trabajo. Bien pudo no haberlos limpiado, pero fue una consideración que tuvo con los demás.
Foto: Berenice Fregoso/ EL UNIVERSAL
Estaba en mi casa, aún no me iba a trabajar y de repente sonó la alarma sísmica. Esa foto la tomé con celular porque sólo agarré a mi perrita, mi teléfono, las llaves y salí corriendo por mi vida como todos. La intención de tomar el teléfono fue más por documentar todo lo que pasaba en la calle. Esa familia justo estaba volteando a ver cómo se movía el edificio.
Foto: Juan Boites/ EL UNIVERSAL
Los sismos antes no me espantaban, pero ahora que vivo en un sexto piso es diferente. Era mi día de descanso y estaba en video llamada con mi sobrino cuando empezó a sonar la alerta sísmica y ya no pude salir. Nunca había visto un sismo desde las alturas, veía como se movía la (Torre) Latino y sentía cómo mi edifico se movía pensando que se iba a caer, me espanté mucho.
Mi vecino de abajo también es reportero. Entonces cuando pasó el temblor, lo primero que hice fue gritarle para ver cómo estaba, pero no me contestó; los otros vecinos me dijeron que ya se había ido a trabajar. Ahí fue cuando caí en cuenta que yo también tenía que irme a trabajar. Tomé la cámara, mi moto y salí a buscar imágenes.
Fui a la Alameda, cerca de los hoteles porque sabía que ahí se hospedan los doctores que vinieron de Cuba. Los encontré y entre la serie de fotos salió ésta en la que se ve a una mujer muy asustada siendo abrazada por un hombre, tratando de calmarla.
La imagen me hizo pensar en que si nosotros estábamos espantados, ellos de seguro estaban aterrados porque está la pandemia, su presencia en México ha sido muy criticada, están fuera de su país y luego el sismo. Creo que la foto refleja el estado de ánimo de los doctores y supongo que todos los sentimientos encontrados que están sintiendo en estos últimos días.
Foto: German Espinosa/ EL UNIVERSAL
Ese día realizamos un recorrido en el Hospital Central Militar que ya también es un hospital Covid. Esa parte es el pasillo de la entrada de urgencias destinada para las personas con síntomas de coronavirus. A diferencia de los otros hospitales, hay mucha protección. Desde que uno entra al nosocomio es recibido por soldados bien equipados con este traje blanco. Al interior todos traen protección, dependiendo de sus funciones es mayor o menor y usan diferente indumentaria. En los hospitales para civiles sólo el personal del área Covid usa estas prendas.
En la imagen también se puede ver el orden militar, todo estaba muy organizado. Desde antes de ingresar, a uno lo envían a una zona de triage respiratorio en el que revisan si tienes alguna enfermedad respiratoria y dependiendo de ello te dejan pasar o no.
Foto: Adriana Hernández/ EL UNIVERSAL
Los fotógrafos hemos estado buscando otros temas que no sólo sean hospitales. Ya tenía muchas ganas de hacer este de las estéticas porque es un oficio en el que la interacción con otra persona es obligada. Buscaba un negocio que aplicara medidas contra el coronavirus y pensé en la Roma, pero la verdad es que ahí nada más aplicaban el gel y pedían cubrebocas. Por mi colonia encontré el negocio de la señora Josefina. Me llamó la atención por todos los letreros que tiene en los que se lee “Quédate en casa” y muestran las nuevas medidas.
Tras agotarse sus ahorros y dos meses de haber cerrado, Josefina no tuvo otra alternativa, mas que volver al trabajo. Me invitó a una cita y me mostró lo que le pide ahora a sus clientes. Tiene una banca afuera por si van con acompañante, además de un tapete para desinfectar los zapatos. Cada persona que entre al negocio debe lavarse las manos y luego ponerse gel. No permite el ingreso sin mascarilla y no la retira a la hora de hacer el corte. Aunque eso sí, no usa guantes porque se cortan con las tijeras, no duran y no quiere contaminar tanto.
En la foto está atendiendo a Antonio, un cliente que durante la cuarentena se cortó a sí mismo el cabello y ahora fue a que Josefina le arreglara el desastre que había hecho.
fjb