Cultura

Adiós a José León Sánchez, autor de "La isla de los hombres solos"

El autor del famoso libro La Isla de los Hombres Solos creó un gran lazo con México

José León Sánchez Alvarado, el escritor con una vida novelesca y sin ficciones.
17/11/2022 |03:30José Meléndez / corresponsal |
José Meléndez
Corresponsal en América Latina y el CaribeVer perfil

San José.— se metió en México en la piel de los aztecas en un viaje por su última batalla en , se subió en California a lo más alto de una torre de un templo católico a tocar las campanas para llamar al viento y se hundió en Costa Rica en las entrañas de una isla-presidio de los hombres solos.





El libro de la extenuante travesía terrestre del hombre solo que construyó un glosario del hampa, cantó con un caracol, caminó por el infierno y retozó con el mar… se cerró por una dolencia cardiaca.

Costarricense de 93 años, de vida novelesca y sin ficciones, nació el 19 de abril de 1929 en Cucaracho de Río Cuarto y murió el 15 de noviembre pasado en Heredia… o Cubujuquí, de la lengua indígena huetar que identifica a la tierra del jefe.

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De Cucaracho a Cubujuquí transitó por más de nueve décadas turbulentas desde el estrecho mundo de un hospicio de huérfanos, de los temibles recovecos del desamparo y de las mazmorras carcelarias hasta los rincones de un vasto universo de pasión literaria. De apellidos irreales (nunca supo la identidad de su padre), hijo de Esther y hermano de Aracely (ambas prostitutas), rebelde, irreverente, frágil, sensible, perseguido, redimido, jovial y pícaro, arrastró por años el apodo: “Monstruo de la Basílica”.

Una imagen de malvado lo llevó a la fama en 1950 por uno de los más graves casos criminales de Costa Rica: el robo en la Basílica de Cartago de las joyas de la Virgen de Nuestra Señora de Los Ángeles, emblema de este país.

José León fue detenido, torturado y sentenciado a cadena perpetua y, tras disiparse en una celda de una prisión capitalina, llegó a la isla de San Lucas, donde escribió una de sus obras vitales: La Isla de los Hombres Solos, llevada al cine en 1973 en México.

En una lucha con libros y códigos contra estigmas y sombras, en la década de 1960 quedó en libertad limitada y recorrió sin ataduras y con desenfreno por los vericuetos de la imaginación literaria para romper barrotes y lograr afianzarse como escritor.

La justicia civil de Costa Rica le declaró inocente en 1999 y le absolvió por dudas. Arrepentida porque en 1950 lo culpó de sacrílego, la justicia católica le pidió en 1999 que la perdonara.

Visitante cotidiano de bibliotecas en América y Europa, el abundante saldo de su tarea de obstinado investigador incluyó Tenochtitlán: la última batalla de los aztecas, de 1984, y que enriqueció y sacudió la polémica sobre historia en las dos orillas del Océano Atlántico. Campanas para llamar al viento corrió velos y resonó en 1989 como crónica de las misiones cristianas en la California todavía mexicana.

Durante y después del presidio, con escapadas a la cinematografía y a la dramaturgia, entregó unas 30 obras; nunca dejó de escribir hasta que su corazón cedió.

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