En los dos discursos del primero de diciembre, el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, tanto en el Congreso de la Unión como en el Zócalo, el blanco de su crítica fue el neoliberalismo y sus repercusiones hacia la población. También mencionó el deterioro del salario en cerca del setenta por ciento durante este periodo y sus raquíticos aumentos por debajo de la inflación; y planteó más en general la necesidad de cambiar este régimen.

Precisamente una de las condiciones para la imposición del neoliberalismo fue golpear a las organizaciones sindicales y generar competencia e individualismo en la sociedad cuya repercusión fue el debilitamiento del tejido social.

No es casual que una de las características del periodo neoliberal sea el incremento de la desigualdad, la disminución de los salarios y un aumento en la precarización de las condiciones laborales de los trabajadores. Este fue uno de los resultados de la reforma laboral aprobada en noviembre de 2012 durante el periodo de Felipe Calderón y apoyada por Enrique Peña Nieto.

Los salarios en México siguen perdiendo poder adquisitivo, situación que contribuye que más de la mitad de la población asalariada, 51.7% de los trabajadores, permanezcan debajo de la línea de pobreza monetaria, conocida también como línea de bienestar del CONEVAL (LB). Tan sólo en la pasada administración, los salarios promedio y mínimo han perdido 14.4 y 3.9% de su poder adquisitivo respectivamente.

La mayor incidencia es en los trabajadores sin seguridad social, el 64% de ellos son pobres y sólo 21% de la población tiene un ingreso suficiente para cubrir el costo de la canasta básica.

Un agravante más de la situación de los trabajadores es el crecimiento del empleo informal, pues, aunque el INEGI señala que la tasa de ocupación en el sector informal disminuyó, en términos reales el número de trabajadores de este sector se incrementó en 400,000 en el periodo de 2013 a 2017. Actualmente 56.7% de los trabajadores son informales, lo cual corresponde a 30.6 millones, que se traduce en que cerca del 60 por ciento de los trabajadores no tiene seguridad social.

Otro aspecto importante es que, con la Reforma Laboral de 2012, se flexibilizan las formas de contratación, con el objetivo de incrementar la productividad, sin embargo, lo que sucedió fue una disminución del poder adquisitivo de los trabajadores, flexibilizar la forma de contratación y un aumento del número de horas que se trabajan en el país.

Si quisiéramos cambiar el régimen neoliberal, tendríamos que empezar por derogar la Reforma Laboral y aumentar significativamente los salarios de los trabajadores. Según CONEVAL para superar la línea de pobreza por ingreso el salario mínimo debería tener un aumento de al menos 20%. Además el gobierno y las empresas tendrían que ofrecer trabajos decentes con prestaciones y hacer realidad la seguridad social para trabajadores formales e informales.

El pasado 20 de septiembre el Senado de la República por unanimidad aprobó el Convenio 98 de la OIT, con el cual se trata de evitar la injerencia de los patrones en la organización de los trabajadores y se busca garantizar la libertad sindical. Esta situación debería ser aprovechada para que los trabajadores se organicen para democratizar sus organizaciones e impulsar una lucha contra los sindicatos blancos y de protección impulsados por los empresarios.

La mejor política para reducir la pobreza y la desigualdad es un empleo, salario y seguridad social dignos. En el nuevo escenario del país estos elementos deben ser parte de una nueva política laboral, que el nuevo gobierno tendrá que impulsar si es real su compromiso de que por el bien de México, primero los pobres.

Profesor Investigador 
Departamento de Producción Económica. UAM-X

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