Primeramente, agradecer todas las muestras de cariño que mi familia y yo recibimos durante la visita de Irma en Florida. ¡Gracias!
A lo nuestro...
Cruz Azul es mejor equipo de lo que era hace un semestre, eso no hay duda. Defiende y ataca mejor, sí, aunque tenga un déficit palpable en términos de definición, que —dicho sea de paso— ésta no encuentra su sistema de medición en la cantidad de goles que convierte el equipo, sino en las oportunidades que concreta en relación a las que genera, y eso lo sabe el mismo Paco Jémez, por más molestia e irritación que transmita, y esto no debe ser tratado como un tema menor o analizado de forma simplista, porque eso, la falta de definición, y sobre todo en momentos críticos, es lo que tiene a Cruz Azul con tanto tiempo sin título y haciendo de cada derrota, una digna de memoria.
El invicto tiene dos perspectivas. No perder podría parecer una buena noticia para los celestes, pero si de ocho partidos sólo has sido capaz de ganar dos, quizá aquello de la contundencia y la definición sea algo más profundo que invitar a todos a ver los partidos del Real Madrid o el Barcelona.
Bien podríamos establecer que no perder es positivo, pero que a nadie se le olvide que Cruz Azul lo que necesita es ganar, no evitar las derrotas. Por eso, insisto en que el invicto podría resultar engañoso.
El presente es mejor que el pasado reciente, sí, pero tampoco se requería demasiado para inclinar la balanza. Y mire que no le resto mérito a la mejoría colectiva del equipo, en la que por su puesto tiene que ver el trabajo del entrenador. Las cuentas se hacen al final, entonces veremos si este equipo es capaz de olvidar y de dejar atrás su negativa historia.
Vamos como Luis Fonsi: “Despacito”, porque con Cruz Azul, más que con cualquier otro equipo, aquello de que “el último minuto también tiene 60 segundos” tiene sobradas historias que refuerzan la frase.