Durante su discurso de toma de poder López Obrador hizo una referencia especial de los millones de mexicanos que actualmente radican en el extranjero. También habló del exodo centroamericanao y de la necesidad de desarrollo de la región Mesoamericana como la formula para acercarse de manera diferente al tema.

No es la primera vez que un presidente hace suya la causa migratoria. Cuando Vicente Fox tomó el poder, uno de los puntos que resaltó en su discurso inaugural fue el reconocimiento de la nación mexicana más allá de sus fronteras y saludó a la diáspora mexicana principalmente la ubicada en Estados Unidos. Fox abrió una oficina especial para atender a esta comunidad y designó como encargado de dicha oficina, a Juan Hernandez, un mexicoamericano republicano que al final de ese sexenio se fue del país sin mayor pena ni gloria y solo reapareció en México como asesor de Ricardo Anaya durante su campaña presidencial.

El PAN aprovechó la estrategia implementada por Fox y buscó posicionar a algunos de sus políticos entonces más populares como Josefina Vazquez Mota, que siendo secretaria de Desarrollo Social y luego de Eduación durante el gobierno foxista se placeó repetidas veces por varias ciudades de Estados Unidos ofreciendo apoyos y beneficios a dicha comunidad. Calderón Hinojosa por el contrario decidió “desmigratizar” la agenda bilateral, es decir bajarle la centralidad que el tema ocupaba en el dialogo entre La Casa Blanca de Washington y los Pinos, y Peña Nieto simplemente, “ni los vio, ni los oyó”.

La ironía es que cada estrategia presidencial tuvo consecuencias políticas que a la larga beneficiaron a López Obrador, porque en ningún programa sexenal se intentaron cambiar las variables que han mantenido la migración forzada desde México.

El presidente López Obrador ofrece, por lo menos en el discurso de arranque de su gobierno y en las primeras acciones que atañen al tema, un cambio de paradigma. Además de agradecer públicamente a los mexicanos en el extranjero por su lealtad y compromiso y especialmente por su constante y creciente envio de remesas, que catalogó como el “mayor beneficio social que recibimos desde el extrajero”, dio un giro de 180 grados al señalar que la migración es un derecho y una oportunidad que no puede seguir siendo forzada por las circunstancias del país que han obigado a millones a emigrar. Su solución a esta situación es desarrollo y crecimiento económico que, dicho sea de paso, se vincula con otra pieza del proceso migratorio que es la trasnmigración por el país ante lo que se propuso el Plan de Desarrollo Integral que arrancó con la firma de “La Declaración Política El Salvador, Guatemala, Honduras y México”.

Si bien es cierto que mejorar las condiciones de vida tanto económicas, sociales y de seguridad son básicas para resolver la migración forzada, lo novedoso es que nunca antes se han mencionado como un proyecto presidencial.

En el caso del plan regional con Centroamérica la mayor complicación son los propios gobiernos de la región que tienen en la migración una mina de oro que les ha permitido mantener los brutales niveles de desigualdad de sus países sin tener que pagar un costo político realmente relevante.

Modificar el proceso migratorio es difícil por el lado que se vea, pero lo que constituye una novedad es que un presidente afirme que la migración es un derecho que puede ser una decisión estimulante, prometedora, desafiante, pero no solo para algunos, sino para cualquiera que considere esa opción.

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