Jorge Buendía

Los indecisos no cambiarán la elección

10/04/2018 |01:00
Redacción El Universal
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Cómo se lee una encuesta es siempre parte del debate político. Los candidatos y sus equipos siempre buscan dar su interpretación de quién sube, quién baja y quién está estancado en las encuestas. Una misma encuesta, o incluso un mismo número, se puede leer de varias maneras. Esto sin duda genera confusión entre la ciudadanía y la propia clase política. Pero la confusión aumenta si agregamos a la ecuación la lectura bien intencionada pero incorrecta de los números.

El caso más claro es el de los entrevistados que no responden a la pregunta de preferencia electoral. Coloquialmente se les llama indecisos o indefinidos. Representan en promedio 20% de los entrevistados en una encuesta ( Oraculus.mx ). Hay, sin embargo, una gran variación entre empresas. Solo en marzo, el rango varía de 12% en la encuesta de Parametría a 30% en la encuesta de El Financiero. Dado el tamaño de este grupo, a veces se le invoca como un elemento clave que puede cambiar una elección y darle el triunfo a un candidato.

El problema con esta argumentación es que por lo general los llamados “indecisos” no son tales. Esta categoría agrupa de entrada a quienes rechazan a todos los candidatos, a quien rehusó expresar su preferencia al encuestador (el famoso voto oculto), a quienes no van a votar, y a quienes verdaderamente no saben cuál candidato apoyar. La encuesta de EL UNIVERSAL publicada el día de ayer corrobora lo anterior: el 17.4% de no respuesta a la preferencia electoral se divide a partes iguales entre quienes rechazan a los candidatos y quienes dijeron no saber por quién votar o no quisieron contestar esta pregunta. No podemos tratar de la misma forma a tirios y troyanos.

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Más aún, el porcentaje de “indecisos” en toda encuesta responde con frecuencia a diferencias entre empresas, los llamados “efectos de casa”, como puede ser el orden de las preguntas en el cuestionario y su fraseo, la experiencia del encuestador, el trabajo de campo, etc. Por ello encontramos diferencias abismales entre casas demoscópicas. Si efectivamente estuviéramos midiendo a “los indecisos”, la mayoría de las firmas deberían arrojar porcentajes parecidos, como en el caso de las simpatías electorales.

La lectura equivocada de los llamados “indecisos” se torna más grave si consideramos que quienes no expresan preferencia por un candidato muchas veces sí tienen opiniones sobre una gran cantidad de temas: opinan sobre partidos y candidatos, aprueban o rechazan al presidente, opinan sobre el rumbo del país, etc. Alguien que dice no saber por quién votar pero que tiene una buena opinión de López Obrador , mala de Anaya , Meade y Zavala , excelente opinión de Morena y además reprueba al presidente , es alguien que tiene una alta probabilidad de apoyar al tabasqueño. El verdadero indeciso es muchas veces alguien que no está interesado en la política, que desconoce nombres de candidatos y autoridades, y que rara vez acude a votar.

Cuando se elimina del cálculo a quienes no contestan la pregunta de intención de voto (“preferencia efectiva”), asumiendo que no irán a votar o que sus preferencias son similares a las del resto del electorado, descartamos información valiosa de la encuesta. En el mejor de los casos, la “preferencia efectiva” es útil cuando buscamos comparar los datos de diversas empresas encuestadoras. Quiénes irán a las urnas, o cuál es el perfil electoral de un ciudadano, son preguntas que hay que contestar empíricamente, encuesta tras encuesta. Es imposible inferir que la gente no votará, o que se parece al resto del electorado, a partir de que no contesta la pregunta de intención de voto.

De lo anterior se desprende que en realidad los verdaderos indecisos son un subgrupo reducido del electorado, que muchas veces no acude a las urnas, y que por tanto sólo pueden influir en una elección cuando esta es muy competida. El cambio de ruta de una elección depende más de quienes hoy tienen una preferencia sin consolidarse. En otras palabras, la elección la decidirán quienes tienen una preferencia electoral que puede cambiar de aquí al día de la elección, y no los llamados “indecisos”.