La 4T parece estar dando tumbos. La renuncia de diversos miembros del gabinete, acentuada por la de Carlos Urzúa que es solamente una más, aunque probablemente la de mayor impacto psicosocial y financiero, puede leerse como una fractura del actual gobierno. Sin embargo, no es la primera vez que las altas expectativas de un cambio de gobierno se ven disminuidas por la realidad. Cuando México fue gobernado por el Partido Acción Nacional, así como cuando regresó el PRI al poder, se esperaba que México por fin se desarrollara, pero no ocurrió así. El riesgo del actual gobierno es el posible desencanto popular ante una posible situación de estancamiento que retrase una vez más el ansiado y prometido desarrollo económico.

Las sociedades son entidades con vida, que se desarrollan se adaptan y evolucionan. Las decisiones de un sólo individuo difícilmente pueden contrarrestar las decisiones de millones.

México es mucho más que su presidente. La propia estructura de poderes es mucho más que sólo el ejecutivo: se deben considerar los poderes formales como el legislativo y el judicial, y los informales como es la prensa y, contemporáneamente, las redes sociales. Bajo esta óptica, que un individuo, llamese presidente o secretario, tome decisiones que impacten negativamente el desarrollo económico del país es consecuencia de que otros poderes no se han desarrollado lo suficiente para anteponerse al ejecutivo. Es decir, nuevamente es la sociedad la que permite que el destino de millones dependa de lo que decida una persona.

Durante décadas nuestro país estuvo gobernado por un partido político hegemónico: el PRI. Pero la sociedad cambió y buscó alternativas, por ello es que, en el año 2000 y 2006, llegó a la presidencia un candidato emergido de la oposición. La sociedad esperaba un cambio, pero éste no llegó. Durante doce años México estuvo en manos del PAN y la forma de gobernar al país no fue muy distinta de como se venía haciendo. Tal vez la excepción es que durante dicho tiempo se crearon las condiciones para que diversas entidades públicas fuesen administradas por despachos de consultoría.

El regreso del PRI al poder fue un castigo hacia un partido de oposición que no logró hacer despegar a México. Pero durante dicho gobierno, los escándalos de corrupción estaban a la orden del día, tanto es así, que actualmente se sigue persiguiendo a funcionarios de la administración pasada. Al igual que en el caso del PAN, el regreso del PRI al poder ejecutivo no consiguió desarrollar a México. En 2018 lo pagó en las urnas.

La llegada al poder de un partido distinto y de reciente creación generó enormes expectativas. Tanto positivas como negativas. La sociedad se polarizó. En algunas ocasiones pareciera que algunas partes deseaban una catástrofe económica o social para demostrar que el candidato ganador realmente era un peligro para México. Otros se crearon la ilusión de pensar que la llegada de un individuo al poder mágicamente transformaría todo el andamiaje legal e institucional que mueve al país. Hasta el momento ninguno de las dos visiones ha acertado.

Está por verse a qué puerto arribaremos.

Lo que es un hecho incuestionable es que una sociedad no se moverá solamente por las decisiones de un individuo. La sociedad entera debe cambiar. El cambio puede ser doloroso, pero es necesario. La renuncia de diversos funcionarios del nuevo gobierno puede tener muchas lecturas; en prensa abundan las catastróficas, pero nuestro país es mucho más que un grupo de individuos. Corresponde a todos hacer que la sociedad evolucione. Parte de dicha responsabilidad colectiva es exigir cuentas a los gobernantes. Si el actual presidente no entrega resultados satisfactorios, su partido lo pagará en las urnas.

Profesor de tiempo completo
Centro Universitario UAEM Nezahualcóyotl
Presidente y Director General
Laboratorio de Análisis Económico y Social, A. C.

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