En teoría, No me ames ( Love Me Not, 2017 ), del director griego Alexandros Avranas, es una suerte de cuento moralista. Si uno usa una descripción general y ambigua, la trama de la película podría parecer enraizada en Marx: un grupo oprime y termina, en respuesta, oprimido. Es la historia —muy simplificada— de la lucha de clases, pero Avranas no hace ningún esfuerzo en ligar la violencia de sus personajes al complejo contexto de las interacciones de clase, nacionalidad o género. Al contrario, la codicia explica todas las acciones desde un nivel de abstracción ya cerca de lo religioso. Una joven migrante acepta ser madre subrogada por dinero; una pareja la usa por dinero y, un investigador tuerce los resultados de sus pesquisas por —una vez más— dinero. Avranas parece ser un misántropo que ve en la humanidad la ineptitud de un dios tarado que sólo supo crear monstruos, o la descarnada competencia en un sistema donde la evolución dibuja el carácter. Quizás Avranas no celebre, como el darwinismo social, la supervivencia del más fuerte, pero sí parece considerarla infranqueable.

El estilo un tanto fabulado de No me ames excusa su simpleza, es decir, Avranas no parece haber eliminado toda explicación de motivos por la torpeza de quien no ve la complejidad sino por la voluntad de quien encuentra roles donde hay personas, pero al admitir esto nos damos cuenta de las intenciones genuinas del cineasta: observar con gusto sus minuciosas reconstrucciones del dolor. Su estilo es similar al del periodo griego de Yorgos Lanthimos, y deriva —ambos, de hecho— del provocador moralismo de Michael Haneke. En Funny Games (1997) Haneke respondía con sadismo a una cultura donde la violencia es mejor vista que la sexualidad. Si los espectadores iban a ver sangre en el cine industrial, parecía pensar Haneke, ¿por qué no dárselas? Su violencia no entretiene: perturba, y en consecuencia castiga. Lanthimos y Avranas continúan esa estética de violentos, simétricos y largos planos en un intento de provocar las mismas reacciones pero sin la crítica de social que sostiene al cine de Haneke.

Avranas no nos dice nada interesante, por ejemplo, sobre la maternidad subrogada. Católicos y feministas coinciden en despreciarla —aunque por razones muy distintas— pero Avranas no hace más que representar a la joven migrante como una invasora clásica que rompe familias. En un plano vemos a su cliente regresar a casa y, desde el parabrisas del auto, observamos a la inquietante invitada que la espera inmóvil en el garage. Sus ojos sugieren un odio incontrolable y sus palabras expresan reproche por haberse quedado encerrada todo el día. En otras escenas la muchacha seduce al esposo antes de acostarse con él para concebir al bebé de la pareja, pero pronto hay un giro. Para cuando llega, Avranas parece escaparse de una discusión —la de la maternidad subrogada— para enfrascarse torpemente en otra: la de la violencia extrema como castigo.

Quizás el aspecto más perturbador de No me ames recaiga en su idea de las mujeres. Es cierto que los hombres, para Avranas, son cobardes o violentadores, pero las mujeres —seductoras y tontas— son exclusivamente las víctimas de esa cobardía y de esa violencia. Por supuesto, uno podría argumentar que Avranas está criticando el mundo real donde la objetificación y la impunidad masacran al género femenino pero una secuencia de casi 30 minutos donde una mujer es forzada a bailar, es golpeada, es violada y, después de caer de un primer piso, es atada a una correa, paseada como perro y abandonada, uno se encuentra con una perversa mirada que ya no critica, si es que alguna vez lo hizo. Avranos observa y prolonga el dolor. Sus planos podrían estar buscando el asco pero probablemente logren, en muchos casos, la complicidad.

En sus mejores películas Haneke sugirió la brutalidad más de lo que la mostró y nunca evadió contextualizarla. Avranas, un discípulo inatento, aprendió sólo a impactar pero no a cuestionar porque uno sólo aprende lo que quiere y crea lo que uno es. Por supuesto, no podemos responder quién es Avranas sólo de ver su película, pero viéndola, y viendo nuestras reacciones, sí podemos saber quiénes somos nosotros.

Twitter:@diazdelavega1
 

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