Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
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Miguel Ángel Garnica
El día de ayer se conmemoró un año más del terremoto de 1985, desastre natural que no sólo cambió el paisaje de la ciudad, sino que demostró la fuerza que podemos llegar a tener como sociedad -ayudándonos desinteresadamente el uno al otro- y también, nos dejó secuelas en las que hemos ido aprendiendo, como nuestro comportamiento ante estos fenómenos.
Hace 32 años la industria hotelera sufrió grandes pérdidas debido a que alojamientos de alta calidad como lo eran el Regis, el Prado o el Continental Hilton, tuvieron severos daños estructurales y las autoridades se vieron en la necesidad de demolerlos.
En los años cincuenta, la cadena hotelera Hilton construyó en la esquina de Avenida de los Insurgentes y Reforma, un complejo que pronto empezaría a tener una intensa actividad turística y que se posicionaría con el tiempo como uno de los principales centros de entretenimiento de la ciudad: el Hotel Continental.
Ya fuera por su ubicación o por el renombre de la cadena que lo construyó, El Continental rápidamente se convirtió en uno de los sitios preferidos para alojarse en la capital, tal fue el caso de Marilyn Monroe, cuando lo seleccionó para hospedarse en una visita que realizó en los años sesenta. Su presencia volcó a los medios, quienes atendieron la cita para conocerla esperándola en uno de los salones del hotel por casi una hora, al que Marilyn entró con la coquetería que la caracterizaba. Y no sólo la prensa quería estar cerca de ella, sino también sus admiradores que al igual que los artistas de hoy, acudieron a las inmediaciones del hotel con la esperanza de verla.
Marilyn Monroe recibiendo a la prensa en el Hotel Continental Hilton en 1962.
Casi dos décadas después, entre finales de los años setenta y principios de los ochenta, el hotel fue sede de uno de los shows más importantes de la farándula nacional: el espectáculo de la violinista Olga Breeskin. Consistía en una presentación musical y dancística donde, la también actriz, se dejaba ver con los clásicos trajes de vedettes estilo Las Vegas, acompañada por animales (como víboras o tigres), además de bailarines y músicos.
Olga ya era conocida en el país debido a su participación en el programa de Raúl Velasco, quien después de escucharla tocar el violín -instrumento que también tocaba su padre- en un restaurante, la invitó a participar en “Siempre en domingo”, donde realizaría pequeñas y simples entradas en compañía de su instrumento, ganándose el mote de “La chica del violín”.
Olga Breeskin presentando su espectáculo con Jacobo Zabludovsky.
La señora Yolanda recuerda a la perfección que, en compañía de toda su familia política, fue a ver el show de la violinista. Cuenta a EL UNIVERSAL que su suegro había recibido un reconocimiento por parte del gobierno por sus 50 años de servicio público -dedicado a la docencia- y como su cumpleaños era poco tiempo después, la familia le preguntó: “¿Papá, cómo quieres celebrar?” a lo que él respondió “Quiero ir a ver a Olga Breeskin”.
En el momento todos rieron y al verlo tan seguro de su petición de regalo, su suegra, cuñado, concuñas, esposo y, por supuesto, ella, aceptaron acompañarlo. “No tardamos nada en reservar y comprar los boletos, que incluía una cena. Llegamos por la noche al hermoso edificio del Continental, que estaba lleno de cristales y relucía en la esquina de Reforma e Insurgentes, con una vista totalmente diferente a la de hoy”, inició.
Al entrar al hotel, la familia se dirigió hacia el salón Belvedere. Tomaron el ascensor y cuando este abrió sus puertas, se encontraron con un gran tigre de Bengala en compañía de su cuidador. El animal estaba sentado frente a la entrada del salón, cumpliendo la tarea de dejar atónitos a los espectadores minutos antes de que saliera Olga.
“Creo que el tigre fue lo que más me impactó de esa noche, era un animal hermosísimo, elegante e imponente al mismo tiempo”, prosigue Yolanda. Una vez ubicados en su mesa, esperaron a que se sirviera la cena e iniciara el show.
El salón Belvedere era un elegante restaurante que ofrecía música y demás atracciones al interior del Hotel Continental Hilton.
De pronto, apareció Olga, ataviada con un diminuto “payasito” y una falda hawaiana, la vedette se movía al son de la música, provocando risas o suspiros entre los asistentes. Doña Yolanda asegura que Olga era poseedora de una belleza muy particular, con un cuerpo impresionante.
Comenta que parte de su espectáculo consistía en bailar con gente del público y, sin esperarlo el elegido para dicho acto fue su marido: “se acercó a la mesa y lo invitó a bailar. Ella era muy famosa y esa noche el sitio estaba lleno de cámaras, pero como mi esposo estaba familiarizado con ellas por su trabajo, no le dio pena aceptar su invitación. Le puso una falda hawaiana también y empezaron a bailar.”
Entre risas nos cuenta que todos en la mesa estaban sorprendidos y que sólo cuchicheaban sobre lo divertido que se veía su esposo utilizando la falda mientras se unían a los aplausos que daba a gente. Su marido regresó a la mesa y su suegro, en tono de broma, dijo que el encargado de pagar todo aquella noche sería su hijo, ya que a él lo había elegido Olga.
“Todos nos reímos mucho, fue una noche deliciosa. A la salida uno que otro se acercó con mi esposo a preguntarle que si él era parte del show, porque no le causó pena estar frente a las cámaras. Definitivamente el espectáculo de Olga fue una de las historias que se me quedó “en el tintero” para siempre”, concluyó.
Lamentablemente, poco después de que Olga viajó a Nueva York con la intención de adquirir nuevos insumos e ideas para renovar su espectáculo, sucedió el terremoto de 1985 y con él, el decaimiento de la vida nocturna capitalina.
Olga solía comentar que el sismo no sólo la afectó a ella al tener que dejar de dar su show, sino a todos los habitantes de la ciudad, había en el ambiente un estado de pánico, la violencia había incrementado paulatinamente, dando un giro a la vida de todos los que vivían en la urbe.
Un evento que marcó a la ciudad de una manera similar al terremoto de 1985, fue el sismo que se produjo en 1957, en el que se cayó el “Ángel de la Independencia”. En ese entonces, el hotel sufrió daños en su estructura que requirieron de obras de restauración a lo largo de tres años, en los que se trabajaron el reforzamiento de muros, columnas, trabes y losas para que pudiese sostenerse en caso de sismo.
Para mediados de los sesenta, el hotel estaba funcionando a la perfección y dos décadas después se seguían anunciando como un hotel que lo “tenía todo”: tarifas adecuadas, magnífica ubicación y espectáculos de calidad.
Anuncio publicitario de El Continental en los años ochenta, donde se puede leer -en inglés- que es el hotel que lo “tiene todo. Colección Villasana - Torres.
Sin embargo, el sismo del 19 de septiembre 1985 cambió la historia de este sitio, cuando pasó de ser uno de los hoteles con más prestigio, y luego a ocupar el número 10 del ranking internacional pero de ingeniería por la importancia y magnitud con la que fue demolido con base en la cantidad de explosivos, que una vez accionados arrasaron con los 30 mil metros cuadrados de construcción.
El impacto del sismo se reflejó en dos de los tres cuerpos que integraban al inmueble cuando se derrumbaron siete de los 12 niveles que tenía y se fracturaron muros, estructuras y cimentación.
Tras una inspección por parte de las autoridades, se determinó que lo mejor para la ciudad era la demolición del hotel. Cabe mencionar que para ese entonces las demoliciones con explosivos estaban prohibidas en la capital, pero al ver la gravedad de la situación el gobierno del entonces Distrito Federal se asesoró con empresas estadounidenses dedicadas a ello y se alió con tres empresas mexicanas expertas en el tema: CID, COCONAL y CONECO.
La primera demolición que se realizó la llevó a cabo una empresa estadounidense: la del Multifamiliar Juárez el 18 de noviembre de 1985. Una vez comprobada la efectividad del sistema de explosivos en cuanto a rapidez, costo y bajo impacto, el gobierno rectificó el contrato y puso en manos de las empresas un listado de inmuebles que tenían que ser demolidos.
En el caso de El Continental, el único dilema era el sitio donde estaba ubicado, ya que el cruce de la Avenida de los Insurgentes con Reforma era sumamente transitado. La demolición requeriría de una perfecta planeación para no afectar el paso vehicular ni el tránsito peatonal, también para que los escombros producto de los explosivos no contaminaran más de lo necesario y que no lastimaran a ninguna persona.
Con este fin fueron contratadas Construcciones, Instalaciones y Demoliciones, S.A. de C.V. (CID) -propiedad de los mexicanos Arturo Olavarrieta y Arturo Ordóñez- y Controlled Demolition Inc., que tras un estudio minucioso de planos, matierales y estructuras iniciaron demoliciones en enero de 1986, con la participación de 10 ingenieros y 200 obreros especializados.
El ingeniero Olavarrieta, uno de los dueños de CID declaró para la Revista Obras que en el caso del Hotel Continental, la “labor de rescate, de equipo y material, permitió recuperar el 85% del equipo hotelero, desmantelar seis elevadores, dos calderas, el equipo de lavandería, el conmutador telefónico y de telex y parte de la instalación eléctrica, dejando así el campo para los técnicos en demolición.”
Los preparativos para la demolición de El Continental tomaron tres semanas, en las que los 200 obreros especializados quitaron todos los cables de servicio, perforaron, desmantelaron y removieron 10,000 metros cúbicos de escombros ocasionados por el sismo, colocaron 2,300 metros de cable de acero de 20 milímetros de diámetro en forma de tensores entre columnas, aplicaron 3,841 metros cuadrado de malla ciclónica y triplay en las zonas de barrenos y, por último, colocar los 600 kilogramos de explosivos Tovex -100 que se irían liberando en ciertos periodos de tiempo.
A las 16:00 horas del 16 de febrero de 1986 se escuchó la sirena y empezó la detonación. Así, en menos de una hora, 36 años de historia hotelera quedaron reducidos a escombros y una gigantesca nube de polvo.
“El cálculo de la tronada fue magnífico. Los edificios colindantes al oriente del terreno no sufrieron daño alguno a excepción de una lluvia de polvo. El punto neurálgico localizado en la esquina de Reforma e Insurgentes permaneció limpio de escombros, por lo que el tránsito citadino se vio afectado en lo absoluto. Seis niveles de la cara poniente del cuerpo III se observaban recargados sobre la montaña de escombros resultante de la demolición de 16 pisos, habiéndose desparramado el grueso del material hacia la calle de Roma y un terreno baldío que ahí se encuentra”, explicaba el ingeniero Olavarrieta.
Durante veinticuatro horas se siguieron las labores de limpieza, remoción y acarreo de todo el material producido por los escombros. Operando turnos continuos de 24 horas se pudo remover y acarrear todas las vigas, columnas y cascajo que se produjo durante la explosión. El sismo dejó como enseñanza que la ciudad necesitaba de ingenieros especialistas en demoliciones.
El 16 de febrero de 1986, el Hotel Continental Hilton fue demolido ya que resultó severamente dañado por el terremoto de 1985. Crédito Revista Obras 1986 / Colección Villasana - Torres.
En el predio que alguna vez ocupó el complejo turístico, el gobierno construyó el Jardín Jesús Reyes Heroles, quien trabajó en la administración pública por décadas.
Nos atrevimos a hacer un pequeño sondeo en los alrededores del Jardín y los únicos que sabían contestarnos qué era “El Continental” o quién era Olga Breeskin eran personas que habían vivido los estragos del sismo. “A Olga la veíamos en la tele” o hacían el popular sonido de la canción “Todos queremos ver a Olga”, melodía con la que se anunciaba que el show estaba por iniciar.
Hace 15 días la ciudad vivió otro sismo que la sacudió y dañó a otros estados de la República, trayendo a flote estas historias, que a pesar de que ya no son conocidas por las nuevas generaciones, son parte de la identidad de una capital que sobrevive aún con inundaciones, marchas, sismos, apagones o la misma delincuencia.
Jardín Reyes Heroles en los años noventa.
Fotografía antigua:
Colección Villasana - Torres y Archivo Fotográfico EL UNIVERSAL.
Fuentes:
Revista Obras, mayo de 1986. María Yolanda Esquivel.