La luz visible es la parte del espectro electromagnético que los ojos humanos son capaces de detectar; mientras que la radiación infrarroja constituye una forma de calentamiento por conversión, un juego de fotones que se absorben y se transforma en calor al aumentar la agitación de las moléculas en los tejidos absorbentes. Se trata de dos tipos de energía que recibimos en la Tierra por parte del Sol; pero también está la (UV), imposible de ver y sentir. Su sigiloso paso la hace peligrosa y su impacto en la piel sigue siendo motivo de investigaciones.

Un estudio de la Universidad de Binghamton, en Nueva York, utilizó varias muestras de piel que normalmente están expuestas a bajos niveles de luz solar y las sometió a recibir radiación ultravioleta con varias longitudes de onda. Finalmente se encontró que ningún rango de UV es más dañino que otro: el peligro simplemente se incrementa con la cantidad de energía UV que absorbe la piel.

El estudio también buscó determinar la forma exacta en que este tipo de radiación daña la piel. Los rayos UV la penetran, debilitando los enlaces entre las células en el estrato córneo, su capa superior. De esta forma, se afecta a las proteínas en los corneodesmosomas, importantes moduladores en la cohesión de esta zona dérmica. Sin la adherencia requerida, hay daño en la integridad estructural de la piel.

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Cuidado cotidiano

Los rayos del Sol pueden dañar la piel desprotegida en solo 15 minutos y aunque el día esté nublado, es necesaria la protección solar, pues son los rayos del Sol y no la temperatura ambiental, lo que causa el daño. La dermatóloga explica que los signos más comunes de cáncer de piel son los cambios como la aparición de un bulto nuevo, una llaga que no cicatriza o tener un lunar de más de seis milímetros de tamaño que cambia de aspecto.

Entre los diferentes tipos de cáncer de piel que existen, se considera al melanoma como el más peligroso, pues en su fase avanzada se puede extender rápidamente a órganos internos. El número de casos de melanoma se ha triplicado en los últimos 20 años.

30 AÑOS edad que incian cambios en la piel

“Hay que utilizar todos los días filtro solar y previamente es importante que la piel tenga una adecuada hidratación, lo que permitirá que esté mucho más sana”. La doctora Llergo agrega que los espacios interiores no están exentos del uso de fotoprotección solar porque los rayos atraviesan los cristales de una habitación y porque los dispositivos que empleamos cotidianamente despiden radiación y muestran su impacto generando rápida mente manchas sobre la piel.

La especialista señala que la sugerencia es un factor de protección mayor de 30 y la mejor forma de aplicarlo es 30 minutos antes de la exposición al Sol con una nueva aplicación cada cuatro horas y cada dos horas en caso de estar realizando actividades acuáticas o de intensa sudoración. “Es importante considerar protección solar de amplio espectro, que proteja también contra luz visible y radiación ultra roja, la que corresponde al espectro de radiación ultravioleta. En los lugares de playa o nieve existe irradiación ultravioleta mayor que se va a reflejar en sus superficies arenosas o nevadas, pero también el cemento sirve de material reflejante”.

Para una piel más sana, la dermatóloga considera además otros factores. “Todos los contaminantes generan estrés oxidativo. La producción incrementada de radicales libres lo provoca, que si bien es resultado del metabolismo, se incrementa con la contaminación ambiental”. Apunta que finalmente una alimentación balanceada, rica en antioxidantes, contribuirá integralmente a una piel más sana. Algunas de las enfermedades dermatológicas más frecuentes en el país son el acné (con una prevalencia del 80% en personas de entre 11 y 30 años) y el melasma, mejor conocido como paño. También están presentes enfermedades inflamatorias, como la dermatitis atopica, dermatitis por contacto, rosácea y soriasis; además de algunas enfermedades infecciosas.

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El futuro de la protección dérmica

Necesitamos la luz solar para ayudar a nuestros cuerpos a producir vitamina D, pero cada vez se buscan más soluciones para proteger la piel de los excesos de radiación e incluso tratar de revertir daño profundo con manifestaciones evidentes en el envejecimiento prematuro. A partir de los 30 años la piel empieza a cambiar: su función como barrera protectora se debilita progresivamente, pues el intercambio de oxígeno en las células es cada vez más lento.

En una investigación dirigida por el profesor Matt Whiteman, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Exeter, se han encontrado dos nuevas moléculas que generan cantidades diminutas del gas sulfuro de hidrógeno para evitar el envejecimiento de la piel después de haber sido expuesta a la luz ultravioleta. Comparando células de piel humana con las de un modelo animal, ambas expuestas a la radiación ultravioleta, se determinó que otro de los mecanismos de envejecimiento prematuro de la piel es la activación de enzimas digestivas de la piel llamadas colagenasas que consumen el colágeno natural, lo que hace que la piel pierda elasticidad y se hunda, generando arrugas. La investigación de este grupo de científicos ingleses busca una nueva forma de proteger las capas más profundas de la piel utilizando dos compuestos que buscan reactivar el uso adecuado de energía de las células de la piel, así como evitar el trabajo de las enzimas colagenasas que degradan la piel.

15 MINUTOS sin protección pueden dañar la piel

Los experimentos en probeta de estas moléculas se dirigen específicamente a la maquinaria generadora de energía dentro de nuestras células: las mitocondrias. El resultado directo de esto fue la activación de un mecanismo de protección, que controla el número de mitocondrias dentro de las células para regular el balance de energía. Las sustancias aplicadas penetran en las células de la piel y se dirigen a donde se necesitan. La meta de estas investigaciones de medicamentos mitocondriales sería revertir o retrasar el envejecimiento de la piel causado por la exposición a la luz solar y que algún día también ayuden a otro tipo de afecciones relacionadas con el envejecimiento.