Hace unos días se dio a conocer el “Informe de la Comisión Independiente de Investigación sobre la Pandemia de Covid-19 en México”, un documento de 409 páginas que está disponible en Internet. La comisión fue coordinada por el distinguido Dr. Jaime Sepúlveda, quien ocupó diversos cargos en el sector salud en México y es ahora profesor emérito de la Universidad de California en San Francisco. El resto de la comisión agrupa a eminentes investigadores en diversas disciplinas, sobre todo del área biomédica.

El informe causó revuelo porque condena la gestión de la pandemia del Covid-19 en México, tanto por aquello que la Secretaría de Salud y el poder ejecutivo hicieron, pero sobre todo por lo que omitieron hacer. En la prensa nacional las reseñas sobre el informe han girado alrededor de una cifra que resume el amargo fracaso gubernamental: se dice que alrededor de 300 mil de las 800 mil muertes en exceso que tuvimos en México, en 2020 y 2021, podrían haber sido evitadas con una gestión más diligente y eficaz de la pandemia. Es lo que se llama las muertes en exceso y que “no se explican por factores estructurales” (que serían, por ejemplo, el tamaño de la población, la presencia de comorbilidades previas, etc.). Sin embargo, el número que se calcula en la página 409 del documento es en realidad mayor: 395 mil fallecimientos que hubieran podido ser evitados, es decir, el 49% de las muertes en exceso durante el período en cuestión.

La prensa, al condensar la complejidad en una cifra, descuida el carácter integral del informe, limitándose a la mención del número de decesos. Este documento, sin embargo, es mucho más que una simple estadística mortuoria. Representa un meticuloso examen de los acontecimientos que marcaron los años 2020 y 2021 en México, abarcando múltiples esferas de la vida nacional.

El informe traza un panorama detallado del ámbito sanitario, adentrándose en los problemas del sector educativo y explorando las complejas interacciones entre la pandemia y la política de austeridad. Además, arroja luz sobre los errores y omisiones que caracterizaron la gestión de uno de sus protagonistas principales, el Dr. Hugo López-Gatell, cuya figura emerge como símbolo de la crisis. Al final se señalan “tres claves” que nos permiten entender el fracaso gubernamental: la subestimación de la gravedad del virus, la centralización y personalización de las decisiones y la política de austeridad, con el consiguiente abandono del sector salud.

Yo diría que el mejor ejemplo de cómo se subestimó al virus, por razones políticas, fue la intervención de López Gatell en aquella mañanera en abril de 2020, donde en un acto de arrogancia disfrazada de certeza científica, le puso fecha al “fin del 95% de la pandemia”, lo que ocurriría el 25 de junio, como si se tratara de predecir un eclipse solar. Sabemos que esto no ocurrió y que las 6000 victimas originalmente pronosticadas por López Gatell se revelarían como una más de sus fantasías.

En aquella ocasión yo critiqué de inmediato el “modelo científico” presentado por López Gatell (que además iba adornado con el logo de CONACYT). Escribí en El Universal: "Ningún país del mundo ... de alta población está proyectando una caída a cero de la curva tan rápido. La curva elaborada por el Instituto Robert Koch en Alemania ... no disminuye a cero en tres años. Y no lo hace porque no apuestan a los milagros, sino a las vacunas, mismas que están febrilmente desarrollando pero que no pueden ser integradas en una simulación por el simple hecho de que aún no existen." Tres años después resumí en el mismo diario la historia del fracaso de la gestión de la pandemia: “Tratar de solucionar la epidemia con puro voluntarismo gubernamental, con detentes y otros artilugios milagrosos … o con dosis generosas de Ivermectina (el opio del pueblo), obviamente no funcionó. Ocurrió lo que tenía que ocurrir: se dieron varias olas de contagios de diferente intensidad y para marzo de 2021 la Encuesta Nacional de Salud reveló, a través de muestras de sangre, que la mitad de los mexicanos ya se habían contagiado por Covid. O sea 66 millones de personas, en lugar de los pocos miles que López Gatell pronosticaba en abril de 2020.”

El exceso de mortalidad

Durante la primera fase de la pandemia tuvimos que luchar continuamente contra la política de desinformación del gobierno. México era uno de los países en América Latina que menos pruebas realizaba para detectar el virus. Por eso las estadísticas de contagios eran muy bajas y el presidente se jactaba de que “México le está dando un ejemplo al mundo”. Sin embargo, en los hospitales la realidad era muy diferente al triunfalismo oficial. Muchos contagiados morían en sus casas y no entraban en las estadísticas. México es el país donde fallecieron más médicos y personal de salud durante la pandemia.

La base estadística cambió cuando el INEGI y la Comisión Nacional de Población comenzaron a informar acerca de las muertes en exceso en México. Simplemente comparando el número de decesos esperados en el país, en un año normal, con los decesos ocurridos en 2020 y 2021, era posible ir trazando la curva de exceso de mortalidad para todo México. No era sencillo ir tomándole el pulso a la pandemia en tiempo real, ya que los datos de varios estados llegaban tarde al INEGI, pero utilizando métodos de análisis estadístico de datos, pude calcular en febrero de 2021 que hasta diciembre de 2020 el exceso de defunciones en México ya sería de 350 mil personas (más adelante la estadística final arrojó casi el mismo número).

Estábamos haciendo un trabajo de detectives, que se fue haciendo más complicado a medida que el gobierno mexicano y CONACYT levantaban muros de opacidad cerrando sus bases de datos al acceso de computadoras desde el extranjero (yo realizaba los análisis desde Berlín). Algunos amigos bajaban regularmente los datos de la red y me los enviaban para poderlos procesar. Menciono este detalle solo para evidenciar la política del régimen, que era la de ocultar cifras, sobre todo hacia el exterior, para poder mantener el discurso oficial, triunfalista y de minimización de los estragos que estaba causando el Covid. Durante la pandemia se mantuvo consecuentemente una estrategia: la ignorancia es la fuerza.

Fue hasta julio de 2023 que el INEGI presentó la evaluación final del exceso de defunciones en México de 2020 a 2022. En los datos se puede ver que de 2020 a 2022 hubo cuatro olas mayores de contagio. La mortalidad en exceso en el período habría sido de casi 800 mil fallecidos. Quizás el dato más escalofriante es que según la Encuesta Nacional de Salud de 2022, el 92% de los mexicanos ya tenía anticuerpos del tipo que solo produce una infección con Covid. Es decir, casi toda la población se contagió y, de hecho, la verdadera “vacuna mexicana” fue el contagio directo. Sabemos hoy que 20% de la población nunca se vacunó y 16% solo recibió una de dos dosis de las vacunas disponibles. Esto en un país donde la mitad de los trabajadores son informales.

La narrativa de la curva de exceso de mortalidad

Más allá de los números abstractos y las estadísticas, la esencia de lo acontecido en México, en comparación con otros países, se revela en las curvas de exceso de mortalidad. Son líneas mudas que, sin embargo, narran elocuentemente la historia de la pandemia y son facilmente comprensibles para la población.

La figura adjunta nos muestra la evolución del exceso de mortalidad por millón de habitantes en México y en otros países de enero de 2020 a marzo de 2022. Las curvas de fallecimientos no esperados, por millón de habitantes, nos permiten comparar países con una gran población con países que tienen una tercera parte o menos de habitantes. En el caso de México, la curva crece de 0 hasta 5400 fallecimientos por millón de habitantes. En la gráfica hay tres tipos de países: los que podríamos llamar excelentes con respecto a la gestión de la pandemia, como son Japón y Dinamarca, que llegaron incluso a tener exceso negativo de mortalidad. Hay países como España, Chile y Uruguay que podríamos llamar encomiables por la forma en que lograron contener la pandemia. México, por su parte, forma parte del conjunto de países deficitarios, junto con Argentina y Brasil, por su alto exceso de mortalidad. México es el peor de los tres, aun tomando en cuenta que en Brasil regía un tipo como Bolsonaro.

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