En México, 37% de los mexicanos mayores de 18 años aún no tienen acceso pleno a servicios financieros formales, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2024. Aunque los avances en materia de inclusión financiera han sido notorios durante la última década, el reto sigue siendo mayúsculo. En este contexto, los intermediarios financieros no bancarios (IFNB) , entre ellos las cooperativas de ahorro y préstamo, las Sociedades Financieras Populares (Sofipos) y las Sociedades Financieras de Objeto Múltiple (Sofomes), tienen una responsabilidad social y económica decisiva: ofrecer productos financieros accesibles, confiables y adaptados a las realidades de la población que aún permanece fuera del sistema bancario tradicional.
En el Instituto Mexicano de Ejecutivos en Finanzas (IMEF) contamos con un comité especializado en IFNB y abordamos mensualmente sus retos y avances con actores destacados del país. Los IFNB representan el puente entre la economía formal y millones de familias, emprendedores y microempresas que, por distintas razones, no califican o no se sienten atraídos por la banca comercial. En comunidades rurales, zonas periurbanas y segmentos informales, estas instituciones suelen ser la primera puerta de acceso al ahorro y al crédito. Su presencia contribuye no solo a dinamizar las economías locales, sino a fortalecer la confianza en el sistema financiero y promover hábitos financieros saludables.
La Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2024 muestra que, si bien 63% de los adultos posee algún producto financiero, solo una parte significativa tiene una relación integral con el sistema: la mayoría utiliza productos aislados, principalmente cuentas digitales o créditos al consumo. Este panorama evidencia la necesidad de instituciones que acompañen y eduquen a las personas, para que el acceso se convierta en verdadero uso y, finalmente, en bienestar económico. Ahí radica una de las mayores responsabilidades de los IFNB: educar financieramente y generar confianza.
Las cooperativas de ahorro y crédito, con más de seis millones de socios en el país, son un ejemplo de inclusión con sentido social. Su modelo democrático y solidario les permite operar en comunidades donde otros actores no llegan, impulsando la economía local a través de servicios personalizados y programas de educación financiera. Estas instituciones no solo ofrecen crédito, sino que promueven el ahorro como valor comunitario, un componente esencial para construir resiliencia económica en los hogares.
Por su parte, las Sofipos han demostrado ser actores relevantes en la expansión de productos digitales accesibles y en la innovación tecnológica para sectores populares. Muchas de ellas combinan el uso de plataformas digitales con atención presencial, lo que facilita llegar a usuarios con baja alfabetización digital. Mientras tanto, las Sofomes, especialmente las enfocadas en microcrédito y financiamiento a pequeñas empresas, desempeñan un papel clave en la inclusión productiva, ofreciendo capital de trabajo a sectores desatendidos por la banca tradicional.
No obstante, la responsabilidad de estos intermediarios no termina con ofrecer productos competitivos. En un entorno de creciente competencia y desinformación, deben mantener altos estándares de transparencia, gobernanza y sostenibilidad. Los recientes casos de “financieras patito” que operan sin regulación han afectado la confianza del público, por lo que los IFNB formales deben redoblar esfuerzos para diferenciarse con prácticas éticas y un enfoque genuinamente social.
Otro aspecto fundamental es la educación financiera con propósito. No basta con capacitar al usuario sobre tasas y plazos; se requiere un acompañamiento que le permita comprender su capacidad de endeudamiento, planificar sus metas y valorar el ahorro como herramienta de libertad y no solo de supervivencia. En este sentido, los IFNB tienen el potencial de ser escuelas de ciudadanía económica, donde cada transacción sea también una oportunidad de aprendizaje.
Finalmente y desde el IMEF se visualiza que el reto de la inclusión financiera no es únicamente cuantitativo sino cualitativo: crear un sistema financiero más humano, justo y participativo. Los intermediarios financieros no bancarios, por su flexibilidad, cercanía y vocación social, están llamados a liderar este cambio. Su labor no solo transforma economías locales, sino que fortalece el tejido social y promueve una visión de desarrollo donde el dinero sirve a las personas, y no al revés.
*Presidente del Comité Técnico de Intermediarios Financieros No Bancarios del IMEF
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