Con la posible próxima elección de una mujer a la presidencia de México, el país se encuentra ante una coyuntura histórica sin precedentes. Este potencial triunfo se sumaría a la presencia femenina en posiciones de liderazgo en instituciones clave como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Banco de México y el Instituto Nacional Electoral, entre otros. Este panorama brinda a México una base sólida para impulsar un esfuerzo nacional renovado hacia la igualdad de género en todos los niveles

La desigualdad de género en México es una realidad palpable, que se manifiesta de manera alarmante en el sector salud. Tres áreas críticas destacan esta inequidad: la exposición desmedida de las mujeres a la violencia y riesgos para su salud, un esquema de aseguramiento de salud basado en el empleo formal y, por ende, discriminatorio, y las inequitativas remuneraciones que perciben las trabajadoras del sector salud, tanto en el ámbito formal como informal.

En México, la violencia de género es una epidemia en sí misma, con siete de cada diez mujeres experimentando algún tipo de violencia y 43% sufriéndola en el último año. Casi una cuarta parte de las mujeres reporta haber sido víctima de violencia sexual en los últimos 12 meses, siendo un factor determinante en el embarazo de niñas y adolescentes. En 2021, se registraron 3 mil 19 nacimientos en niñas menores de 15 años y 147 mil 279 en adolescentes de 15 a 19 años. El 31% de las mujeres de 15 a 49 años sufre maltrato obstétrico, evidenciando su vulnerabilidad en el sistema de salud. La exposición a la violencia no sólo causa daños físicos inmediatos, sino que también tiene graves consecuencias en la salud mental, aumentando el riesgo de depresión, trastorno de estrés postraumático y abuso de sustancias, además de contribuir a problemas de salud crónicos.

El sistema de seguridad social en México se une a estas desigualdades al estar ligado al empleo formal. Sólo 45% de las mexicanas en edad laboral forman parte de la fuerza laboral, y poco más de la mitad de ellas trabajan en el sector formal. La participación laboral femenina disminuye con el matrimonio, la maternidad y las responsabilidades de cuidado, mientras que las mujeres en empleos informales a menudo carecen de seguridad social y acceso a atención médica. En 2021, de los 27.6 millones de mujeres registradas en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), sólo 42% accede directamente a este derecho, en comparación con 64% de los hombres.

El aumento de enfermedades crónicas debido al envejecimiento de la población ha generado una mayor demanda de cuidados a largo plazo. Esta responsabilidad recae desproporcionadamente en las mujeres, quienes no sólo enfrentan una carga emocional y física considerable, sino que también dedican casi el triple de horas que los hombres a este tipo de cuidados no remunerados.

A pesar de constituir cerca de 67% del personal en el sector salud, las mujeres enfrentan una alta tasa de informalidad laboral y una notable ausencia en posiciones de liderazgo. Las mujeres ocupan sólo 6% de los puestos directivos y aun en esos cargos, ganan en promedio 18% menos que sus pares hombres.

Frente a este panorama, la experiencia del Banco Mundial y el apoyo a través del Fondo Paraguas para la Igualdad de Género (UFGE, por su sigla en inglés) resaltan la importancia crucial de diseñar, implementar y evaluar políticas de género que impulsen la igualdad. El UFGE, un fondo fiduciario respaldado por múltiples donantes se dedica a fortalecer la conciencia, el conocimiento y la capacidad para desarrollar políticas basadas en el género. Experiencias en otros países de América Latina han demostrado la posibilidad de generar cambios significativos en la equidad de género, como la modificación de metas y aspiraciones entre adolescentes en comunidades vulnerables para prevenir embarazos no deseados.

En Argentina, por ejemplo, intervenciones centradas en habilidades socioemocionales para adolescentes, integradas en un proyecto de salud más amplio, han contribuido de manera costo-efectiva a un aumento de 7% en la matrícula escolar. Asimismo, se observó un incremento de 30% en la utilización de servicios de salud y en el uso de métodos anticonceptivos modernos. Estos programas también han tenido efectos positivos en el desarrollo de habilidades socioemocionales y en la promoción de creencias más equitativas en relación con los roles de género tradicionales.

Es crucial aprovechar la presencia de mujeres en puestos de liderazgo para impulsar una agenda de salud en el país que reconozca y elimine las disparidades de género. Esto requiere la colaboración entre gobierno, sector privado y sociedad civil, priorizando la salud de las mujeres como un pilar del desarrollo sostenible. La igualdad de género en salud es un derecho, y el compromiso con un futuro más equitativo debe ser inmediato.

Director del Banco Mundial para México, Colombia y Venezuela.

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