El producto interno bruto (PIB) de la mayor economía del mundo creció 2.1% en el cuarto trimestre de 2019, un ritmo muy sólido dentro de un contexto de desaceleración global y con los países desarrollados creciendo a un ritmo mucho más lento.

Sin embargo, al analizr los componentes que dieron lugar a la expansión, se observa un patrón poco habitual en el crecimiento de Estados Unidos: la elevada contribución del comercio exterior.

Según los datos del Bureau of Economic Analysis, este componente no aportaba tanto al crecimiento del PIB desde 2009. El problema es que esto se debe al desplome de las importaciones y no a un robusto aumento de las exportaciones, que sería lo deseable.

Como las importaciones entran con signo negativo al calcular el PIB (todos los bienes y servicios producidos por una economía), un desplome de este componente, manteniéndose todo lo demás constante, desemboca a la fuerza en una aportación positiva.

Gregory Daco, economista jefe de Oxford Economics para Estados Unidos, destaca: “El crecimiento de 2.1% del PIB es una ilusión óptica que muestra a una economía que avanza a un buen ritmo, pero la composición revela una imagen más suave. Más de 70% del avance del cuarto trimestre en la producción es producto de un colapso temporal de las importaciones; la inversión empresarial se mantuvo moderada y los consumidores gastaron con más cautela”.

El sector exterior aportó 1.48 puntos a esa alza, producto de exportaciones que funcionan bien, pero sobre todo de unas importaciones que se desploman 8.7%. Esta caída, en principio temporal, de las compras al exterior ha sumado al PIB 1.32 puntos, mientras que las exportaciones, que han crecido 1.4%, sólo sumaron 0.17 puntos.

El consumo de bienes y servicios aportó 1.2 puntos al alza; los gastos federal y local, 0.47 puntos. El gran lastre para el PIB ha sido la inversión, que ha detraído 1.08 puntos del crecimiento tras presentar un descenso interanual de 6.1%.

Stephen Gallagher, economista de Société Générale, señala: “El PIB real es impulsado por las exportaciones netas, que suelen ser un componente volátil y no una de las grandes fuentes de aumento de Estados Unidos. Produciría una reversión de este componente en el primer trimestre, dejando la expansión del PIB entre 1% y 1.5%”. Indica que otros componentes se resienten por la incertidumbre que causa la expansión del coronavirus.

Por otro lado, el debilitamiento del consumo y la inversión tampoco son buenas señales. Es más, el descenso de la inversión estaría muy relacionado con el desplome de las importaciones, aunque también es cierto que este componente es bastante cambiante y se recuperaría de un trimestre para otro, más en un entorno de incertidumbre comercial y puesta en marcha de aranceles, políticas que distorsionan el intercambio de bienes en el comercio internacional.

James Knightley, economista internacional de ING, dice: “La preocupación en torno a la inversión empresarial sigue con la caída de la inversión fija no residencial por tercer trimestre consecutivo.

Por otro lado, la mayor economía del mundo tendrá que lidiar en el primer trimestre, para la producción del 737 MAX, el modelo de avión que estuvo en la mira desde marzo de 2019, tras sufrir el segundo de los dos accidentes en los que fallecieron 346 personas.

Sin la producción de estos aviones, el PIB perdería entre 0.3 y 0.5 puntos porcentuales de impulso. Con todos estos datos en la ecuación y si no hay sorpresas al alza, no parece tan descabellado un crecimiento que esté entre 1% y 1.5%, en el primer trimestre de 2020, lejos de las tasas vistas trimestres atrás.

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