Recién pasado el Día Mundial de la Tierra, es momento de reflexionar sobre los principales problemas que enfrenta nuestro planeta; más que eso, para hacer conciencia de los peligros a los que se enfrenta la humanidad precisamente por esos problemas. Desde el cambio climático, la escasez de agua, la acidificación de los océanos, la desertificación hasta la falta de alimentos y la permanente contaminación del planeta.

El Día de la Tierra no es solamente un día más del calendario, aunque hay que reconocer que el nuestro está tan saturado y se han incluido cosas tan absurdas e inútiles que a veces resulta difícil distinguir lo importante de lo que no lo es, y más aún, lo trascendental y urgente de las cosas sin sentido.

Durante la presentación del informe especial del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) titulado "El cambio climático y la tierra”,  su vicepresidenta Ko Barrett, refirió el acuerdo interno de que los esquemas de dos nuevos informes buscarán ayudar a los gobiernos a comprender el impacto que el cambio climático tiene sobre las actividades humanas y la naturaleza en la tierra y el mar.

"Este resultado combina los mejores conocimientos científicos disponibles con las demandas de los responsables de las políticas con el fin de contribuir a mejorar nuestros conocimientos sobre el modo en que el cambio climático afecta a los océanos y la criosfera", indicó.

Las actividades humanas son sin dudarlo las principales responsables de los peligros a los que nos enfrentamos y me atrevería a decir que la razón principal subyace en la avaricia y el egoísmo: empresas y dueños codiciosos que, en aras de hacer más dinero están dispuestos a destruir lo que les rodea (descargas ilegales en ríos y mantos acuíferos, uso de químicos y procedimientos contaminantes para extracción de minerales, acaparamiento del agua dejando a la población local sin acceso; prácticas de turismo masivo y destructor; uso de combustibles fósiles con el consecuente freno -pagado por empresas petroleras- al desarrollo y uso de energías limpias y un largo, larguísimo etcétera)

Por supuesto a este grupo habría que sumar el de los políticos y funcionarios igualmente codiciosos y corruptos que por acción u omisión permiten estas prácticas, las fomentan e inclusive se benefician de ellas como socios. Y nos guste o no, debemos incluir al segmento más grande también responsable: el resto de nosotros. Los demás ciudadanos que preferimos la negación y continuar con nuestras vidas como si las cosas no estuvieran pasando frente a nuestra nariz.

Que preferimos no enterarnos de lo que le sucede a nuestro planeta para no tener que tomar acciones y decidimos mantener la boca cerrada cuando podríamos al menos protestar, al fin y al cabo podemos seguir con nuestra rutina diaria porque las principales consecuencias seguramente, le tocarán a la siguiente generación.

No pretendo pintar un cuadro negro y pesimista, sin embargo, El Día de la Tierra -y los días consecuentes- deberían servirnos para hacer conciencia de lo que estamos haciendo mal y entender que de seguir por el camino que vamos el futuro que enfrentará la humanidad puede ser muy oscuro. Es urgente que tomemos el destino de nuestro planeta y de nosotros mismos en nuestras manos, que terminemos con la permisividad que ha llevado a los corruptos a destruir lo poco que nos queda y que dejemos de hacer de la vista gorda. Es urgente en pocas palabras, que pongamos manos a la obra.

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