Cae la tarde, el sol se oculta detrás de los escombros. Un niño llora, se escucha claramente su respiración entrecortada, su vocecita infantil pidiendo ayuda. Los rescatistas se miran a los ojos una vez más, agotados, con las encallecidas manos llenas de sangre de tanto usarlas a falta de palas para remover escombros.

El negro de la noche sólo se interrumpe por los débiles rayos de la lámpara a la que se le agotan peligrosamente las baterías. El silencio se ha instalado hace varios minutos. Los rescatistas ya no se miran y siguen cavando con las manos desesperadamente. Al fin encuentran una manita que al sentir el contacto humano genera una descarga eléctrica en el pequeño que llora de nuevo con aire renovado. ¡Lo encontraron al fin! Horas de trabajo.

Envuelto en polvo, con la carita llena de mocos y sangre el infante de dos años es llevado en volandas hasta la ambulancia. Su madre yace muerta aún bajo los escombros. Un rescatista rompe en llanto y lo abraza tan fuerte que le corta la respiración. No puede evitarlo, es un milagro que esté vivo.

En la cama del hospital el pequeño llora y grita frenéticamente. Puede ser éste o puede ser otro. Los niños en los pocos hospitales en Aleppo se acumulan peligrosamente. Todos llegan cubiertos en el manto endurecido del polvo de los escombros. Algunos lloran, otros simplemente miran asustados a su alrededor, en shock. Un día si y otro también la escena se repite, niños y más  niños sirios que alguna vez tuvieron una familia llegan apenas vivos con secuelas y cicatrices físicas y emocionales que perdurarán por siempre y marcarán sus vidas.

Aleppo, una ciudad cuyos habitantes están en medio de los dos frentes que luchan en esta guerra por intereses que los superan a todos ellos. Escuelas bombardeadas, edificios, casas. Aleppo es hoy un monumento a la más grande estupidez humana de la historia: la guerra. Las fuerzas militares sirio-rusas han lanzado un operativo que no ha respetado las vidas de los civiles y ya van miles de ellos desde finales de octubre. Los abusos de los rebeldes no se quedan detrás. Aquí, los únicos que han perdido todo han sido los civiles.

Día a día, noche a noche, los sobrevivientes de Aleppo se aprestan para intentar permanecer con vida frente a la indiferencia internacional. Un día más de incertidumbre “¿moriré o viviré esta noche?”, la pregunta que niños pequeños de 7, 10 ó 13 años se hacen cada vez que el sol se oculta y el ruido del motor de los aviones se enciende de nuevo sobre sus cabezas.

Cuando la vida se pone de cabeza y lo que alguna vez fue una vida feliz, tranquila y familiar se convierte de la nada en un infierno, cada día es poco para enfrentar la realidad, especialmente si eres un niño. Una realidad que tiene a bien recordarte, con cada vuelta de tuerca, lo pequeño y frágil que eres y lo vulnerable que estás.

Las cosas simples y cotidianas sólo llegan a apreciarse en su justa dimensión cuando se carece de ella. De pronto esconderse del soldado, del vecino, de los aviones se convierte en lo cotidiano; sobrevivir en la prioridad y el sonido de las balas, las bombas y el olor a muerte en los compañeros inseparables que persiguen incluso en sueños. En medio del caos de la guerra los niños son un blanco perfecto para cualquiera de los bandos.

Cuando un pequeño muere o es mutilado en un país que no está en guerra es terrible pero hay leyes que persiguen el delito. Cuando cientos, miles o incluso decenas de miles de niños son víctimas de la violencia de una guerra o un conflicto violento la situación cambia. Su vulnerabilidad es tan alta y las secuelas de lo vivido los afectarán tanto que no sólo se amenaza su presente sino incluso procesos de pacificación y reconstrucción.

Sin embargo, a pesar de la devastación, la comunidad internacional continúa en deuda con los sirios y especialmente con sus niños. Han fallado en protegerlos, en darles la seguridad que se supone órganos como el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas deberían garantizar. Las atrocidades no deberían quedar impunes y los ciudadanos debemos denunciar el vergonzante papel que estas instituciones creadas supuestamente para mantener la paz y nuestros propios gobiernos están haciendo ante tales atrocidades cometidas en Siria. Lamentable y patético papel en un mundo cada vez más patético y lamentable.

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