Dicen que durante las contiendas electorales el aire está lleno de discursos y los discursos de aire. ¿Qué tan inofensivo es el aire en las palabras de un aspirante como Donald Trump? ¿Es posible dejarlas pasar, subestimarlas por absurdas, descalificarlas por exageradas, imprecisas, sacadas de la manga, plagadas de mentiras, ignorancia y desconocimiento?

El tema es que las palabras de Trump no sólo están repletas de aire sino de xenofobia y racismo.

Está haciendo su luchita, hay que darle chance, alguien dijo a la hora de la comida. Finalmente, es libertad de expresión y tiene derecho, nos guste o no, dijo alguien más. El que no quiera, que no vote por él y ya, tan fácil.

Nada fácil. Esto reaviva la polémica sobre libertad de expresión versus discurso de odio y de discriminación. A mucha gente le asusta la comparación, pero a lo largo de la historia hemos visto cuáles han sido los peligros de satanizar a los extranjeros y a las minorías.

Trump es ridículo, pero, sobre todo es irresponsable. Es ignorante y, acaso actúa en detrimento propio al ahuyentar el voto no sólo de migrantes latinoamericanos sino asiáticos y, de paso, árabes, pero, sobre todo, calumnia, estigmatiza, llama a la segregación: Nos están trayendo drogas y crimenSon violadoresConstruiría una gran muralla en la frontera sur y haría a México pagar por ella: grábense mis palabras.

Sí, el pelucón (como lo llamó Nicolás Maduro) ya tiene sus añitos y es de risa loca, pero sobre todo representa esa mentalidad de rapiña, de su país como dueño del mundo que debió quedarse con el petróleo que ahora está en manos de ISIS y, si el citado presidente venezolano es la comidilla por hablar con aves, este aspirante a la presidencia de EU promete que será el más grande Presidente del Empleo (Mmm, ¿a quién más le hemos oído decir eso?) que Dios haya creado jamás.

¿Otro señalado? Endiosado, poderoso, magnate, ¿habrá quién le ponga un alto?

En abril pasado, el alto comisionado de DDHH de la ONU condenó a los tabloides británicos, en específico a The Sun, por una columna en que su colaboradora, Katie Hopkins, en el contexto del ahogamiento de cientos de migrantes en las costas italianas, escribió lo siguiente:

Enséñenme fotos de ataúdes, cuerpos flotando en el agua, gente escuálida de mirada triste (. . .) Ni así me importa. Estos migrantes son como cucarachas (. . .) Están hechos para sobrevivir a una bomba nuclear. Son sobrevivientes.

Se consideró que las declaraciones de Hopkins remitían a Hitler y al holocausto en Ruanda. Un jalón de orejas, quizá, si bien ella no ceja en insultos, sarcasmos y bromas sobre todo en contra de la población musulmana y los obesos. Así como es criticada y repudiada, también es celebrada e imitada. Igualito que el candidato de tabloide, del que se dice tiene todo para perder, pero, no vaya a ser la de malas. . .

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