Ante esta visita tan difundida por los medios de comunicación, -la visita del Papa Francisco a Cuba-, podemos quedarnos con la simple anécdota de una gira papal a un país lejano, o buscar significados que nos ayuden a entender el momento que vivimos y vislumbrar el futuro.

Primeramente entender que el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, -que se ha consolidado con el nombramiento del primer embajador cubano en Estados Unidos-, no significa que los hermanos Fidel y Raúl Castro de repente y por una inspiración divina se hayan vuelto demócratas y humanistas.

Significa que leyeron con gran agudeza las nuevas reglas que impone este mundo globalizado que se ha vuelto abierto al escrutinio internacional y que a través de la WEB y las telecomunicaciones está impactando directamente a la sociedad cubana y a las nuevas generaciones de ese país.

A final de cuentas son dos gobernantes experimentados y sensibles que por ello han podido mantener el poder autoritario que han ejercido desde 1959, cuando consolidaron la Revolución Cubana.

Si las circunstancias se los hubiesen permitido, hubieran preferido mantener durante un tiempo más el sistema dictatorial y represivo que crearon.

Entendieron que su tiempo había llegado a su fin y no quisieron arriesgarse a una guerra civil como la que hoy vive Siria, donde la familia Al-Asad no ha entendido que es el momento de hacer maletas e irse. Seguramente Bashar Al-Asad actual presidente de ese país y quien heredó el poder de manos de su padre, -quien gobernó ese país durante 29 años-,  terminará huyendo derrotado y desacreditado y quizá llegue a hospedarse en la cárcel.

A final de cuentas los hermanos Castro son políticos pragmáticos que jugaron con las oportunidades y las circunstancias.

La realidad es que no eran ni comunistas ni siquiera socialistas cuando emprendieron la revolución y cuando lograron derrocar a Fulgencio Batista. Por tanto, la revolución cubana obtuvo en sus inicios el reconocimiento del gobierno norteamericano.

Mas bien errores cometidos por los encargados de la política exterior de Estados Unidos en su trato con Fidel Castro, le cerraron las puertas y lo pusieron frente a la Unión Soviética, que recibió a Cuba con los brazos abiertos, ofreciéndole protección para lograr crear en su beneficio un enclave del bloque comunista frente a las costas de su principal enemigo, el pueblo norteamericano.

Los hermanos Castro entendieron que con el apoyo de la Unión Soviética podrían ignorar los formalismos democráticos del mundo occidental, -que les obligarían a una relativa transparencia democrática- y en su lugar ejercer el poder autoritario.

Por ello, -para ser congruentes con sus nuevos aliados-, tuvieron que crear un modelo social de tipo comunista, el cual entre sus postulados ideológicos tenía el rechazo de la religión, considerada por ellos "el opio del pueblo", razón por la cual se distanciaron de la Iglesia Católica, no obstante que en su infancia ellos hubiesen sido educados en escuelas religiosas.

El viaje del Papa Francisco a Cuba cierra este proceso de reinserción de Cuba a la sociedad occidental, abierta y democrática.

Si el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos marcó el momento simbólico del regreso formal de Cuba al mundo occidental, el retorno al seno de la Iglesia Católica que es su raíz religiosa como país latino que es,  cierra el ciclo.

El modelo educativo cubano, -ateo por consecuencia de la influencia comunista-, tendrá que ser sustituido.

Ahora tendrán que decirle a todos los cubanos menores de 60 años, -que fueron educados en el modelo marxista-, que a final de cuentas ni el mundo occidental es tan malo ni tan podrido como les habían dicho, -que la economía capitalista trae beneficios- y que la religión no es el opio del pueblo.

Éste es un reto difícil después de haber hecho de la educación escolar el instrumento del condicionamiento ideológico que les permitió mantener la paz social para sustentar su dictadura.

La conclusión a la que nosotros podemos llegar en México al analizar este proceso político en Cuba, es que la globalización llegó para quedarse. Que la globalización es más poderosa que cualquier país y que es inútil enfrentarse a ella.

Que en el ámbito político la globalización significa someterse al escrutinio de la comunidad internacional y que más vale aceptar que el modelo autoritario ya no es viable pues el estado de derecho debe ejercerse sin simulaciones.

Si nuestra clase política, -y principalmente nuestros gobernantes-, saben identificar tendencias sociales y políticas del mundo contemporáneo, más vale que "echen sus barbas a remojar" y cambien radicalmente las reglas para que este país empiece realmente a gobernarse con la ley en la mano, erradicando la impunidad y los usos y costumbres autoritarios que aún viven en el ADN de nuestro sistema político.

Nuestros políticos deben decidirse por el camino inteligente de Cuba, -que decidió aceptar las nuevas realidades-,o entonces tendrán que prepararse para vivir una crisis como la de Siria.

En Siria viven hoy bajo el influjo del terrorismo islámico que aprovecha el caos y la insatisfacción social, pero aquí tenemos la violencia y el poder de la delincuencia organizada que compra a las autoridades policiacas y a gobiernos municipales, como lo mostró el caso Iguala/Ayotzinapa, cuyo clímax aún no llega.

Los cuestionamientos de la comunidad internacional a nuestra crisis de derechos humanos y la opacidad de nuestro sistema de impartición de justicia, son focos rojos de alerta que exigen un replanteamiento gubernamental y político en nuestro país.

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