En un contexto de altos niveles de violencia e incidencia delictiva y percepción de inseguridad, el ciudadano como una medida de precaución, ha decidido el autoencierro. Sin embargo, este tipo de aislamiento puede estar disminuyendo los vínculos y redes sociales de solidaridad, de cohesión social y confianza, con lo cual estamos debilitando el capital social. En otras palabras, con esta medida de autoprotección, paradójicamente, la posibilidad de organizarnos, buscar y proponer medidas alternativas a la crisis de inseguridad se presenta más complicado.

En los últimos años el Estado mexicano ha invertido millones de pesos en el incremento en materia de seguridad, en armamento, en tecnología de vigilancia, etc. con el fin de reducir los niveles de inseguridad y de violencia. Por ejemplo, de acuerdo con el informe del presupuesto público federal para la función seguridad pública, 2015-2016, la inversión, por parte del gobierno federal, en este rubro se ha triplicado del 2006 al 2016, pasando de aproximadamente 51 mil millones a poco más de 163 mil millones de pesos, respectivamente [1].

Sin embargo, los resultados esperados de esta intervención pública no se han visto reflejados en la reducción de la incidencia delictiva y de la percepción de inseguridad. Respecto al primer rubro, las estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) indican que, si bien los delitos de alto impacto como secuestro y extorsión han disminuido desde 2013, sus respectivas incidencias no se han reducido en proporción al incremento presupuestal para atender la seguridad. Por su parte, el homicidio doloso, después de reducir su frecuencia de ocurrencia del 2012 al 2014, en 2015 otra vez presentó un incremento, y en los cinco meses que han transcurrido del 2016 la tendencia sigue manteniéndose al alza.  En contraste, los delitos con bajas sostenidas desde 2011 son los distintos tipos de robos.

Referente a la percepción de inseguridad, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) indica que en 2011 el 69.5% de la población en su entidad se sentía insegura, mientras en 2015, este sentimiento se extendió al 73.2%. Con un instrumento un poco diferente, el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Seguridad A. C. (ICESI), en 2008, reveló al 65% de las personas con esta percepción de inseguridad en su estado [2]. Así pues, un mayor número de policías o fuerzas militares en las calles no siempre es sinónimo de sentirse seguros.

Frente a la poca eficacia de la autoridad para hacer frente a la criminalidad y las distintas expresiones de violencia, en distintos sectores sociales se genera y extiende un sentimiento de vulnerabilidad, el cual ha provocado como respuesta inmediata que las personas retraigan sus actividades predominantemente al espacio privado. En 2011, por ejemplo, los resultados de la ENVIPE indicaban que 29.2% de las personas dejó de visitar a sus parientes o amigos por miedo a ser víctimas del delito, mientras en 2015 este indicador pasó a 32.2%; misma situación ocurrió con la actividad de salir a caminar pues la proporción de personas que dejó de hacerlo transitó de 28.4% a 33.1%, respectivamente.

Bajo esta perspectiva lo que queremos sostener es que la autoprotección que comúnmente se expresa en levantar muros más altos, colocar rejas a las ventanas y puertas, cambiar de residencia o dejar de comunicarnos con nuestros vecinos, paradójicamente nos están negando la posibilidad de generar soluciones para enfrentar el problema común de la inseguridad.

Una propuesta para encontrar soluciones al problema va en sentido contrario a las acciones mencionadas, pues consideramos que regresar al espacio público, reapropiarnos de él, generar redes de comunicación y confianza interpersonal, pueden ser acciones más efectivas. En pocas palabras, nuestra propuesta, como una medida paralela a las acciones del Estado, es:  la recuperación y fortalecimiento del capital social, el cual “se refiere a elementos de organización social, tales como la confianza, normas, y redes, que pueden mejorar la eficacia de la sociedad por medio de facilitar acciones coordinadas” [3].

Porque si reconocemos a nuestros vecinos y aquellos actores que convergen en los espacios que habitamos, generamos comportamientos solidarios con ellos para promover soluciones a sus problemas y construimos confianza interpersonal hacia aquellos que cuenten con liderazgos y representan modelos para la comunidad, las posibilidades de mejorar los índices objetivos y subjetivos de seguridad aumentaran [4].

La propuesta de fortalecer el capital social en nuestro entorno más inmediato no debe funcionar como una excusa para olvidar o minimizar la responsabilidad del Estado para proporcionarnos seguridad. Al contrario, el incremento y fortalecimiento de este recurso social también debe operar como un elemento facilitador de los los procesos de movilización y organización, en los cuales se exija a las autoridades poner en practica políticas públicas más efectivas.

  1. [1] “El Presupuesto Público Federal para la FUNCIÓN SEGURIDAD PÚBLICA, 2015-2016”. Disponible en: http://www.diputados.gob.mx/sedia/sia/se/SAE-ISS-22-15.pdf
  2. [2] ICESI. ENSI-7. Resultados primer parte. Nacionales y por entidad federativa 2010. Disponible en: http://www.culturadelalegalidad.org.mx/recursos/Contenidos/Estudiosacadmicosyestadsticos/documentos/ENSI-7%20Resultados%20nacionales%20por%20entidades%20federativas.pdf
  3. [3] Putnam, Robert D, 1993, Making Democracy work. Civic Traditions in Modern Italy. New Jersey: Princenton
  4. [4] Mojica-Moreno, Paola. Relaciones entre capital social y la inseguridad personal: revisión conceptual y análisis del programa Frentes de Seguridad Local en Bogotá, D.C. Disponible en: http://www.scielo.org.co/pdf/papel/v13n1/v13n1a06.pdf


José Ángel Fernández Hernández

Investigador del Observatorio Nacional Ciudadano

@DonJAngel @ObsNalciudadano

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