Los años 80 significaron una serie de avances importantes en el universo de los automóviles, lo que provocó un crecimiento a pasos agigantados del cual muchas marcas querían ser partícipes. Entre ellas, se encontraba una pequeña compañia de nombre Zastava, originaria de Yugoslavia, que quería tomar un pedazo de este gran pastel que comenzaba a ganar popularidad.

Zastava producía armas para el ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Una vez terminado el conflicto armado, Zastava buscaba expandir su gama de productos y no quedarse solamente en una firma militar, por lo que compró los derechos del FIAT 128 para producir su propia versión.

No obstante, gracias a la influencia sociopolítica del momento, todos los productos fabricados en Yugoslavia debían despedirse del lujo y ser lo más baratos posible para que la mayoría pudiera comprarlos. El Yugo no se salvó de esto y, debido a la reducción de costos, su manufactura era mala, los materiales usados eran de calidad deplorable y no contaba con opcionales que amenizaran el trayecto.

¿Cómo llegó el Yugo a ser un éxito en ventas en Estados Unidos si era catalogado como “el peor auto del mundo”?

Malcom Bricklin es el gran responsable del éxito del Yugo. Él fue el encargado de importar vehículos como Pininfarina y Bertone a Estados Unidos, pero la crisis económica provocó una escasez de combustible, por lo que le encargaron buscar un producto citadino que fuera ideal para las familias jóvenes.

La historia del peor auto del mundo y el cómo se volvió un éxito a pesar de todo
La historia del peor auto del mundo y el cómo se volvió un éxito a pesar de todo

Bricklin decidió tomar un viaje a Europa para descubrir productos en ese continente y llegó a Serbia, lugar en el que conoció al Yugo en un estacionamiento. De acuerdo con algunas entrevistas, Malcom pensó que era un FIAT a primera vista, pero al examinarlo a detalle se dio cuenta que era algo mucho peor.

No obstante, se interesó en conocer más del producto, por lo que visitó la fábrica de Yugo al día siguiente con la intención de buscar fundamentos para que este fuera su próximo éxito en importaciones de Estados Unidos.

La fábrica era primitiva comparada a lo que otras marcas ocupaban. Malcom se sorprendió al ver que el coche estaba siendo fabricado por un pequeño grupo de obreros que fumaban todo el día, y en algunos casos arreglaban los problemas de la línea de ensamble con golpes de martillo.

La producción y manufactura era un desastre, pero lo realmente importante del auto era su precio. En esa entonces costaba 2,000 dólares y, con costos de importación, el Yugo podía ser vendido en Estados Unidos por un aproximado de 3,990 dólares, lo que lo hacía una opción bastante atractiva.

En 1985 llegó el primer lote de Yugos a Estados Unidos y, a pesar de ser un auto creado bajo un régimen comunista, fue un completo éxito de ventas en dicho país. En su mejor momento se llegaron a vender 1,050 coches en un solo día y las personas hacían fila en los concesionarios para adquirir uno.

La historia del peor auto del mundo y el cómo se volvió un éxito a pesar de todo
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No obstante, la gente comenzó a notar problemas en sus coches, especialmente aquellos que involucraban la calidad general del auto. Las manijas de las puertas se atoraban, el aire acondicionado dejaba de funcionar a los pocos meses, la tapicería se rasgaba sin aparente razón y los plásticos interiores comenzaban a quebrarse.

El final de la euforia por el Yugo llegó con la publicación de los resultados de las pruebas de impacto realizadas por la NHTSA en Estados Unidos, calificándolo como deficiente y deplorable en todos los sentidos.

Las ventas se fueron a los suelos. Fue tanta la devaluación del producto que Toyota lanzó una promoción en la que, si comprabas un auto de ellos, te regalaban un Yugo. Muchos compradores rechazaban la oferta.

El final de Yugo llegó en 1992 cuando la guerra civil de Yugoslavia llevó a la compañía a la bancarrota , pero siempre será considerado como uno de los autos mejor vendidos en Estados Unidos. Rompió varios récords y tuvo mucha popularidad, por lo que muchas personas califican su fugaz vida como un éxito en la industria automotriz.