Las cifras de empleos, incluyendo desempleo y subempleo, muestran que el aumento que dice el gobierno que hubo en puestos de trabajo es cierto, aunque no siempre un indicador de fortaleza de la economía.
El empleo total, según el Inegi, entre fines de 2012 y fines de 2017 fue de 4.0 millones. Pero el empleo que indica recibir remuneración alguna, sólo aumentó en 2.1 millones. La diferencia es de empleos sin remuneración o con ingreso no especificado.
Y en el empleo de población remunerada, los que ganan hasta 3 salarios mínimos (240 pesos por día) aumentó en 4.3 millones, 300 mil personas más que el aumento del empleo total, lo que significa que hubo caída en empleo de salarios mayores de 3 mínimos.
El subempleo cayó en 298 mil personas y el desempleo se redujo en 665 mil personas, de manera que el gobierno por lo menos avanzó en el problema de la falta de empleo. De ahí que la tasa de desempleo hay caído de 3.8% de la PEA a 3.3% en ese periodo.
El problema del desempleo parece ser menos serio, aunque ha empeorado en ciertos grupos de edad, notablemente los jóvenes. Pero un problema claro es que las condiciones con las que se contratan nuevos trabajadores son precarias, con bajo ingreso y bajas o nulas prestaciones sociales.
Por ejemplo, la población ocupada que tiene acceso a instituciones de salud, aumentó en 2 millones, una cifra muy parecida a la de empleos que indican tener una remuneración. La de empleos que no dan acceso a instituciones de salud, aumentó en la misma cifra de 2 millones de personas. Así, la mitad de los empleos generados no ofrece acceso a servicios de salud.
Y la población con hasta tres salarios mínimos de ingreso es hoy el 62% de la población ocupada, lo cual describe una situación de pobreza relativa, poca remuneración, o bien, subsistencia. El problema se ha hecho más agudo, pues en 2005 el 58% estaba en este nivel de ingreso. Los bajos ingresos en cifras tan altas son propios de una economía que está en una etapa temprana de industrialización o desarrollo, no en una, como el gobierno dice que México es hoy, que tiene una posición destacada en la globalización.
El actual gobierno de Enrique Peña Nieto ya dejó su sello como creador indirecto de muchos empleos, aprovechando la reforma laboral que le dejó pendiente de aprobar el gobierno anterior. Pero también dejó el sello de no poder mantener los buenos empleos. La caída mencionada de empleos de más de 5 salarios mínimos es alarmante (-1.5 millones), como también la caída de empleos de 3 a 5 salarios mínimos (713 mil).
No parece que las prioridades de la actual administración hayan sido el mejoramiento de los salarios, pues si lo hubieran sido, habría sido relativamente fácil impulsar el aumento de la producción en los micronegocios, donde hoy trabajan 20.6 millones, comparado con 17 millones en 2005. Los micronegocios con establecimiento propio aumentaron en 128 mil desde 2012, cuando los micronegocios sin establecimiento lo hicieron en 1.4 millones. Eso de micronegocios es un eufemismo, pues se trata de trabajadores en la calle, que, sin embargo, están luchando por sobrevivir.
Aparte de este mundo de empleados pobres, hay 18.5 millones de personas con empleo, pero sin ingreso; con ingreso no especificado; y personas fuera de la PEA (población económica activa), pero que se dicen disponibles para el trabajo. En 2005 estos eran sólo 11.8 millones y es el segmento de población que más rápido crece. Obviamente, para tantos millones que reciben tan poco por su trabajo, lo urgente es que haya un poco más de demanda y un poco más de crecimiento.
Analista económico.
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