Los discursos triunfalistas sobre la “disminución de la pobreza” me recuerdan a Nacha Guevara cantando en los años 70 el poema de Mario Benedetti “¿De qué se ríe Sr. Ministro, de qué se ríe?” (Y aún más, después de ver a los gobernantes del partido “verde” lucrando con los damnificados de Chiapas.)

Los datos son claros. No ha bajado la pobreza en este sexenio. Si bien de 2014 a 2016 hay una leve mejora, no compensa el deterioro entre 2012 y 2014.

Las condiciones de vida de los hogares más pobres merece ser vista sin filtros. Las cifras de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del Inegi son elocuentes.

Si se divide el total de hogares del país en 10 partes iguales son casi 3.5 millones de hogares en cada décima parte. Estas partes se les llama deciles. Son segmentos de igual tamaño, diferenciados por su ingreso. La décima parte de menor ingresos es el decil I. La de mayor ingresos es el decil X.

Los mitos sobre la pobreza dirían cosas como “los del decil I son los que menos trabajan”, “son los que viven de los programas del gobierno o de las remesas de sus familiares en EU”.

Quienes tienen buen corazón quizá dirían: “esperemos que los del decil I sean los que más transferencias reciben”.

Nada de esto sucede en la realidad.

Los hogares del decil I tienen un ingreso líquido promedio de $1,865 al mes. Esto por hogar, o sea para 4 personas en promedio.

En la gran mayoría de estos hogares trabajan. Casi 8 de cada diez hogares reciben ingresos por trabajo (79%), que representa menos de la mitad de sus ingresos totales (39%). Son $1,350 por hogar, para 2.6 millones de hogares.

Casi no reciben remesas de EU. Poco más de 1 de cada 20 recibe remesas (6%). Son menos de 200 mil hogares. Y reciben en promedio menos de 800 al mes. El ingreso por remesas representa menos del 2% del ingreso total de los hogares del decil I.

Es cierto que la gran mayoría de hogares del decil I tiene ingresos por transferencias (85%). Pero sería imposible “vivir” de ellas y mucho menos si sólo consideramos las que provienen del gobierno.

Sólo 6 de cada 10 hogares del decil I recibe transferencias de programas gubernamentales (58%). Son poco menos de 2 millones de hogares. Reciben $813 al mes por hogar.

Las transferencias no son redistributivas. Casi dos tercios de hogares de mayor ingreso también reciben transferencias (65%). Y en cantidad reciben un monto 7 veces mayor (710%).

Los hogares del decil I reciben el 4% del monto total de las transferencias. Los hogares del decil X reciben el 30%. Es decir, los hogares de mayor ingreso reciben 3 veces más de lo que les tocaría en un reparto “igualitario”. Mientras que los 3.5 millones de hogares del decil I, reciben menos de la mitad de lo que les correspondería en un reparto “igual”.

La desigualdad en las transferencias por becas es aún mayor. Hogares del decil I reciben 1% del monto total. Mientras que los hogares de mayor ingreso (decil X) reciben el 40%.

Sin una política redistributiva eficaz no hay manera de reducir la brecha de desigualdad. Y esta política sólo es posible si se supera la discrecionalidad en programas gubernamentales. No se trataría de quitar las becas a hogares de mayores ingresos sino de asignar todas las transferencias con objetividad y transparencia.

Por eso uno de los cambios más urgentes es crear un Registro Ciudadano con enfoque de derechos que funcione como padrón único de beneficiarios. Un registro que debe ser obligatorio para asignar transferencias y apoyos de los tres órdenes de gobierno.

Mientras no haya padrón único, gestionado por una entidad autónoma y bajo escrutinio ciudadano, la política social seguirá siendo rehén del clientelismo político y de las ocurrencias de gobernantes sin incentivos por reducir la pobreza.

Consultor internacional en programas sociales.
@rghermosillo

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses