El sociólogo Daniel Bell profetizó inversiones cuyo germen para el abatimiento de la clase marginada y el surgimiento de la clase media en regiones con desarrollo precario, en realidad decantaría en lugares con densidad demográfica cuyo primer mundo no estaría a la vuelta de la esquina, pues el “pero” para las regiones no occidentalizadas van desde reservas de su población adyacente hasta el servilismo que el desarrollo tecnológico seduce en los lugareños. En política, el debate se centra hoy en la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). Carlos Slim defenestra la versión de López Obrador y no le concede el espacio para debatir la continuidad del proyecto, debido a la prolongación de años en el que se ha consolidado esta inversión, pretendiendo agotar la discusión en los actores políticos en campaña dada la calidad eventual para ocupar la presidencia de la república

Lo interesante sería que los “5 millones de habitantes de la zona más pobre y abandonada de la zona metropolitana del Valle de México, en 10 o 15 años (crecieran como) clase media” a partir de este complejo comercial que en voz de Carlos Slim el NAICM detonaría. Juan Goytisolo llamó a los poderosos que se han crecido en áreas metropolitanas homogéneas, los “nuevos ricos”, en contraposición a los “nuevos pobres” que rivalizan sus intereses con los poderosos creando comunidades cultas de transferencia económica y migración ritual. Éstos últimos, no han perdido la fe de conseguir asideros económicos sin perder sus costumbres ancestrales, pero de eso a convertirse en “clase media” (Conjunto social integrado por personas cuyos ingresos les permiten una vida desahogada en un mayor o menor grado) existe una diferencia semántica.

El desarrollo económico visto como una mano de obra barata que sólo será convertido en trabajo mecanizado que admitiría “microprocesos” (algo así como el verbo lanzado desde un dependiente de cajas en un supermercado pasando inspección a los productos comprados: “¿Hasta aquí llegan sus productos?, ¿desea una recarga?, recibo un billete de 200 pesos) haría residual la calidad de vida, pondría en entredicho los ascensos a puestos de percepción alta y reduciría a la clase media a un operario uniformado que demuestra pulcritud durante su servicio para sólo regresar a la pobreza en su “villamiseria”, “rancho” o “ciudad perdida”. El Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM) no debería ser obstáculo para regresar a la iniciativa privada toda la operación de este mega proyecto. Carlos Slim peca de “entrópico” (nada puede regresar a su cauce original por los mismos procedimientos que propiciaron lo actual) y en ese trance le otorgo más certidumbre a la versión del AMLO neguentrópico (que no el Mesías tropical como le pusiera Enrique Krauze).

López Obrador no sólo debe entrar al debate de la construcción del nuevo aeropuerto, sino que debe delimitar ya, desde este momento, su aporte neguentrópico (todo se puede adecuar, reformular, discutir, reconducir para que el trabajo terapéutico en las clases pobres pueda volverles la posibilidad de un proyecto de vida integral, congruente con el desarrollo del país e incluyente como situación humana imprescindible). No abona a la asertividad discutir la construcción del nuevo aeropuerto desde la exclusión de actores políticos que generan con su postura ideológica una idea de nación desde la campaña electoral. Por supuesto que esta idea que se le antoja a una buena parte de la clase empresarial de México como una postura rupturista, desatiende la construcción de una verdadera República, desde las voces más complejas que se tornan poderes públicos en el futuro inmediato.

El “tren del mame” podría descargar ante este impulso ensordecedor que el liderazgo de Carlos Slim representa, la versión aquella de que su cámara no enfoca a los nuevos pobres, tampoco enfoca a los liderazgos políticos (igual de poderosos que él), no enfoca a López Obrador pues lo tilda de metiche en asuntos que la empresa y el gobierno ya han arreglado a largo plazo, no enfoca a los despachadores de billetes de vuelos comerciales que ahorrarán toda su vida para utilidades frívolas. Su cámara sólo enfoca a cierta clase política que le daría continuidad a las inversiones de alto calado, sin cambiar el panorama social y sin preservar el panorama cultural. Su cámara enfoca al México delimitado en círculos concéntricos estratificados y desenfoca lo que no le suena ordenado al modo en donde las inversiones que se alquilan en el mercado internacional requieren de la formalidad de un lenguaje especializado, occidentalizado y no promiscuo.

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