La falta de autonomía económica, la agudización de múltiples carencias sociales y la mayor vulnerabilidad, son factores que ubican a las mujeres en una situación de pobreza, subraya el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

En el estudio Pobreza y Género en México: Hacia un sistema de indicadores, el organismo destaca la necesidad de actuar para hacer visibles las distintas manifestaciones de la desigualdad social, incluyendo aquellas por motivos de género.

Indica la importancia de revertir brechas de género en aspectos como la conformación de los hogares, el rezago educativo, el acceso a los servicios de salud, el trabajo remunerado y no remunerado, el ingreso, la seguridad social, la alimentación, las carencias en la calidad y los espacios de la vivienda, así como el trabajo doméstico.

Resalta que la participación económica de las mujeres en los hogares se ha incrementado de manera continua; sin embargo, la mayor parte de la generación de ingresos sigue recayendo en los hombres. En un análisis hecho de los años 2010, 2012 y 2014, se indica que dos terceras partes de los ingresos de los hogares provenían de varones, lo mismo entre los hogares que se encontraban en pobreza como entre los que no lo estaban.

Con relación al ingreso monetario de las mujeres, destaca su mayor dependencia a fuentes indirectas, es decir, no asociadas a su participación laboral, sino a la percepción a través de transferencias, ya sean públicas o privadas.

El Coneval insiste en la importancia de una reconfiguración del papel que las mujeres desempeñan en sus hogares, lo que refleja cambios graduales de ciertas representaciones de género que a la vez convergen con la resistencia de otras.

“Actualmente, alrededor de una cuarta parte de los hogares mexicanos tienen como jefa a una mujer. No obstante, aun cuando ellas perciban el mayor ingreso dentro del hogar reciben con menor frecuencia el reconocimiento como jefas de hogar, con respecto a lo que ocurre cuando un hombre es el perceptor principal”.

En 2014, por cada 100 hogares jefaturados por un hombre, 35 eran dirigidos por una mujer. Esta situación se acentúa conforme se incrementa la edad de ellas debido, sobre todo, a su mayor longevidad.

Resalta que en 2014, por cada 100 hogares encabezados por un adulto mayor varón, 60 tenían a una mujer de 65 años o más como jefa. Respecto a las características que presentan los hogares con jefatura femenina, existen elementos que sugieren una mayor vulnerabilidad.

Respecto al análisis de la desigualdad económica, medida a través del Índice de Gini, de la población que vive en hogares dirigidos ya sea por hombres o por mujeres, indica que la distribución del ingreso es apenas menos desigual en las encabezadas por ellas.

“Considerablemente es más reducida la desigualdad en los hogares identificados en situación de pobreza sean éstos encabezados por mujeres u hombres, lo que parece sugerir una distribución que tiende a ser equitativa de la precariedad”.

Educación y salud

Destaca que si bien las brechas entre hombres y mujeres en el acceso a la educación se han ido cerrando paulatinamente, persisten situaciones de inequidad y discriminación por motivos de género, las cuales se agudizan en la población más desfavorecida.

El Inegi subraya que en los años referidos se han dado avances para las mujeres en cuanto al acceso a servicios médicos, ya que un número mayor de integrantes de ese género que de hombres se encontraban afiliadas a algún programa o institución de salud (alrededor de 110 por cada 100 varones), paralelamente al incremento en la cobertura de los servicios del sector en las que están en situación de pobreza.

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