Los grupos de delincuencia organizada mexicana son reflejo de la realidad política, social y cultural del país. No se pueden explicar los grupos y sus procesos evolutivos sin el cambio institucional en México y el paso del autoritarismo al descontrol. Lo mismo sucede en otras partes del mundo.

Existen modelos de análisis de la delincuencia organizada que los ven como estructuras fuertemente jerárquicas. Otros los ven como redes. En cierto sentido se comportan como el agua que puede asumir el estado sólido como el hielo, ser fluido o convertirse en vapor. En el caso de los grupos sinaloenses el mito de la estructura y jerarquía sólida es producto de su asociación con los medios de comunicación.

La llegada de los grupos criminales colombianos, particularmente el de Medellín, con Pablo Escobar y su modelo de narcoterrorismo de lucha contra el Estado, hicieron creer que los fenómenos de organización criminal son similares. En estos casos los medios de comunicación, particularmente la televisión y hoy las series, reforzaron esas visiones. En Colombia del modelo de confrontación se pasó al de gestión empresarial con el Cártel de Cali en los 90 y después al de microgrupos y la protección de los grupos guerrilleros a las organizaciones criminales. Cuando en México en los años 90 se dio el combate a las organizaciones criminales las enseñanzas de los italianos encabezados por Giovanni Falcone tuvieron como objetivo que había que atacarlas dañando todos los componentes. En el mismo sentido funcionaron las enseñanzas de los estadounidenses que con el modelo de la ley RICO y las técnicas de los fiscales de Nueva York intentaron desmontar a los grupos mexicanos.

La primera gran operación en México fue la que desmanteló al Cártel de Guadalajara (sin embargo, todos sus miembros eran sinaloenses) que era llamada por las agencias estadounidenses: Federación de Cárteles Mexicanos.

De su desmembramiento y su división se generaron los grupos de Sinaloa, Tijuana y de Juárez. Con los Carrillo Fuentes, los Zambada y los Guzmán. La construcción del de Tijuana inició a principios de los 90 y su desmantelamiento duro 17 años de trabajo entre México y Estados Unidos: desde 1993 con la detención de Francisco Rafael Arellano, hasta la sentencia de sus hermanos después de las extradiciones en la primera década de 2000. La violencia generada por el control del tráfico con los Arellano llevó, como señala un documento de la fiscalía de Nueva York de enero de 2017, al homicidio del cardenal Posadas Ocampo. Lo afirman con plena certeza porque existen miembros del grupo criminal del Barrio Logan, en San Diego, sentenciados por la justicia de Estados Unidos que se declararon culpables por haber participado en los hechos de Guadalajara.

El Cártel de Juárez y sus evoluciones y las batallas sangrientas por el control de esta plaza están también marcadas por la influencia de algunos criminales organizados procedentes de Sinaloa. Desde los Carrillo Fuentes hasta El Chapo Guzmán.

Es significativo observar que la perspectiva de análisis es fundamental para determinar los aspectos del proceso evolutivo de las organizaciones. Los colombianos que analizaban al Cártel de Cali señalaban a la organización de los Carrillo Fuentes como mero apéndice del colombiano en los 90. Esta nunca sería la visión de los estudiosos mexicanos. Por ello es importante entender las relaciones entre los grupos originarios de Sinaloa y otros.

El Cártel del Golfo, como evolución de los contrabandistas de Tamaulipas, es análogo en su comportamiento a la transformación del contrabando en Culiacán. Son los contactos entre sinaloenses y tamaulipecos los que generan su evolución desde las épocas de Juan García Abrego y su relación con Amado Carrillo.

A la llegada de Oziel Cárdenas y su mezcla con Los Zetas, de formación militar, establecieron un modelo completamente jerárquico que determinó una expansión horizontal de todos los mercados ilícitos. Así se dio el avance en 2000, desde Tamaulipas a todo el Golfo. Todos los zetas originales fueron capturados, procesados y algunos extraditados. Su evolución actual es sólo una caricatura, puesto que en su proceso evolutivo se incorporaron al grupo delincuentes comunes. Lo mismo sucede con los grupos de delincuencia organizada de Guerrero, Michoacán, Chihuahua, Durango, Jalisco y Baja California. Recientemente un estudioso extranjero que habita en Guerrero me señaló que en Acapulco ya no hay cárteles, sino restos de ellos: grupúsculos criminales que ejercen la violencia con apoyo de algunos policías locales. Estoy de acuerdo con este análisis.

En lo local todos estos grupos criminales han evolucionado a partir mucho más de la transformación del Estado autoritario mexicano al Estado fragmentado y débil que hoy tenemos. La fragmentación del poder político y el estado de debilidad de las instituciones son las que generan la violencia que hoy sufrimos. Si el volumen de drogas consumidas fuera lo que define la violencia, España tendría que ser más violenta que México. Este país tiene menos de mil homicidios por año. Unas 15 veces menos que México. Sin embargo, los homicidios son sentenciados en una alta proporción, aunque sean de delincuencia organizada, con una baja tasa de impunidad. Y los que cometen homicidios en España van a la cárcel. A una pena tal vez no tan alta, pero cierta. Es la certeza de la pena y no el tiempo excesivo de su duración lo que inhibe que se cometan.

Existen algunos que señalan que es la guerra al narcotráfico lo que desató la violencia y la muerte, las desapariciones forzadas y el que México se haya convertido en una gran tumba. Los errores del gobierno pasado pudieron influir, pero no son lo único que se debe tener en cuenta. La violencia que se vivió en Ciudad Juárez desde 2008 a 2012 es inexplicable si no se analiza la fragmentación de grupos delictivos y el surgimiento de bandas juveniles, por eso la mayoría de los muertos son adolescentes de 13 a 23 años y el surgimiento de estas pandillas obedece más a la incapacidad del Estado para procesarlas, que a la declaración de guerra de ese gobierno. Así en Chihuahua se pasó de aproximadamente 45% en la relación de sentencias y homicidios a menos de 5%. Eso significa que había que cometer más de 20 homicidios para ser sancionado. En 2015 la proporción era en torno a 40%, lo que explica el por qué se redujo el homicidio.

Este es el único marco posible para analizar lo que sucede con la cuarta generación de los sinaloenses dedicados al narcotráfico y a la constitución de nuevos liderazgos en la pelea violenta entre los hijos de sus líderes. De los múltiples hijos de El Chapo, a los de los Beltrán y los Zambada. A la incorporación en la pelea del Mini Lic, Damaso López. El éxito de la gran Federación estaba basado en el modelo autoritario. Este ya no existe, hoy la delincuencia organizada está fragmentada como el Estado mexicano.

Giovanni Falcone solía decir que la mafia era un fenómeno humano y que en este contexto había nacido, evolucionado y algún día desaparecería. Esta frase también se aplica al fenómeno fragmentario del Estado y la política en México y por ende a la delincuencia organizada mexicana.

Los paradigmas de la justicia se ajustarán. The Law and Order terminarán por imponerse en los próximos años y las visiones ingenuas de la justicia y la seguridad se deslegitimarán. El abolicionismo penal disfrazado es lo que ha conducido a la barbarie. Lo único que puede oponerse es el derecho penal mínimo, como lo postula Luigi Ferrajoli. En esta medida veremos la evolución de la delincuencia. También es el caso de los sinaloenses.

Profesor de la UNAM y ex asesor interregional de UNODC

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