La primera ministra Theresa May activará en los próximos días el Artículo 50 del Tratado de Lisboa sin límites legislativos para negociar la “independencia” de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) y fijándose como plazo dos años para concluir el proceso. Aunque la inquilina del 10 de Downing Street no porta un “un cheque en blanco” como aparenta, el desmantelamiento de cuatro décadas de integración con la Europa continental puede traducirse en el fin de Gran Bretaña.
La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, ya anunció la intención de celebrar una nueva consulta sobre la independencia de su país a más tardar en 2019, argumentando que no aceptarán que los conservadores instalados en el Palacio de Westminster dicten su futuro. Edimburgo no quiere abandonar el mercado común europeo, pero esa es la condición para recuperar el control de las fronteras británicas, el argumento principal del Brexit.
La desvinculación británica del club comunitario también podría tener graves consecuencias para Irlanda del Norte, que perderá cientos de millones en ayudas comunitarias. El Sinn Fein, que abogó por la permanencia y forma parte del ejecutivo con el Partido Democrático Unionista, partidario del Brexit, ya amenazó con un referéndum para la unificación de Irlanda, que volvería a estar dividida por una frontera.
Pero estas dos crisis potenciales no son las únicas preocupaciones con las que May llega a la mesa de negociaciones.
La armonía entre la comunidad migrante se ha visto alterada como consecuencia del discurso incendiario sembrado por los promotores de Brexit. Los indicadores apuntan hacia una escalada de la hostilidad una vez dado el pistoletazo de la salida de la Unión.
De acuerdo con el Ministerio del Interior británico, los delitos de odio y racismo aumentaron 27% en Inglaterra y Gales entre julio y septiembre de 2016, aunque hubo regiones en donde crecieron entre 68% y 100%, como fue el caso de North Yorkshire, Nottinghamshire y Dorset. Éste último contabilizó 104 delitos.
Los incidentes afectaron particularmente a ciudadanos comunitarios originarios de grupos étnicos estigmatizados, como los polacos, señalados como usurpadores de empleos y responsables de malbaratar el mercado.
“Estamos realmente preocupados por lo que pueda suceder con relación a un aumento de los crímenes de odio una vez se active el Artículo 50”, aseguró el titular de la Comisión de Derechos Humanos y Equidad de Gran Bretaña, David Isaac.
A los migrantes comunitarios, entre 3 y 3.5 millones, igualmente les angustia la incertidumbre jurídica provocada por el Brexit, un remordimiento que todos los días se hace presente en el despacho de la mexicana Laura Ortíz Morales, experta en derecho migratorio europeo. Las oficinas, ubicadas en el distrito londinense de Hampstead and Kilburn, han tenido que ampliarse, tanto en personal como en espacio, para dar respuesta a la sobrecarga de trabajo generada por el Brexit.
“La gente está con un pánico terrible, especialmente los europeos, quienes se han puesto como locos a llenar aplicaciones de residencia permanente”, dice a EL UNIVERSAL Ortíz.
“A los europeos antes no les importaba tener algún documento que confirmara su estatus migratorio en este país, pero tras el Brexit están desesperados porque el proyecto de vida que han construido durante años ahora corre peligro”.
La asesora legal, quien entre sus clientes tiene a banqueros, agentes de bolsas y directivos de trasnacionales, afirma que los comunitarios contribuyen a hacer del Reino Unido un país más rico y dinámico, por lo que una alteración a la libre circulación tendrá un serio impacto laboral y económico.
“Ya de por sí el sentimiento de que aquí no nos quieren está bien cañón entre los europeos. Si les quitas la libre circulación, muchos que pagan impuestos, tienen buenos salarios y ocupan cargos de alto rango, los van a mandar a la fregada porque están bien enojados”, sostiene la abogada mexicana. La Oficina Nacional de Estadísticas reportó la salida del país de 39 mil ciudadanos de Europa del Este en 2016, un tercio más que el año previo.
Los migrantes no son los únicos preocupados, también la clase empresarial. De acuerdo con una encuesta de Ipsos Mori realizada a ejecutivos de 100 de las 500 empresas más grandes del país, el Brexit ya tiene un impacto negativo sin siquiera haber iniciado el proceso de exclusión.
Más de la mitad de los encuestados, 58%, respondió que el resultado del referéndum ha tenido repercusiones en sus negocios y sólo 11% reportó beneficios. Las previsiones de futuro no son más alentadoras, dos tercios de los directivos consultados creen que la situación empeorará en lo que resta del año.
“Fuera es fuera”
May tomó las riendas de la segunda economía más grande de Europa con un “handicap”: no se hizo premier por la vía electoral, como fue el caso de su predecesor, David Cameron, sino como reemplazo emergente debido al terremoto político provocado por la imprevista victoria del Brexit en el referéndum del pasado 23 de junio.
Sin embargo, la ex ministra del Interior y antigua asesora del Banco de Inglaterra, rápidamente se impuso como la nueva “Dama de Hierro”, exaltando el nacionalismo, presentándose como defensora de la clase trabajadora ante la llegada masiva de trabajadores extranjeros y repitiendo como mantra: “Brexit es Brexit”, “fuera es fuera”.
La hija de un clérigo de la Iglesia de Inglaterra llega a las negociaciones de exclusión con “las manos libres” luego de que la Cámara de los Comunes, con mayoría conservadora, suprimiera las dos únicas enmiendas propuestas a la ley Brexit durante el trámite legislativo y que exigían al gobierno asegurar los derechos de los ciudadanos comunitarios y permitir al Parlamento votar sobre el futuro acuerdo.
Ante la falta de candados, May tiene el poder para sacrificar la economía británica a cambio de recuperar la soberanía y romper con la UE sin alcanzar un acuerdo.
“Quiero ser muy clara: no vamos a dejar la UE para ceder el control sobre la migración (…) Nos vamos no para someternos nuevamente bajo la jurisdicción del Tribunal Europeo de Justicia (…) El acuerdo será entre la UE y un Reino Unido independiente y soberano”, ha dicho la premier británica.