Las fuerzas ultras europeas tendrán este domingo, durante la repetición de las presidenciales de Austria, su primera oportunidad de alcanzar el poder desde el triunfo de Donald Trump en la contienda por la Casa Blanca.

El ultranacionalista Norbert Hofer tratará de imponerse al candidato de la izquierda, el ecologista Alexander Van der Bellen, en unos comicios marcados por la crisis de los refugiados, la impopularidad de las fuerzas gobernantes —socialistas y conservadores— y la ascendente confianza de los partidos populistas europeos, tras el Brexit y la victoria de Trump en EU.

De imponerse Hofer, será el primer jefe de Estado de un país miembro de la Unión Europea procedente de una agrupación de extrema derecha, el Partido por la Libertad de Austria (FPÖ), fundado por antiguos nazis.

“Son unas elecciones muy cerradas, cualquiera de los dos puede ganar. El país está muy dividido”, dice a EL UNIVERSAL Reinhard Heinisch, profesor del Departamento de Ciencias Políticas, de la Universidad de Salzburgo. Sostiene que la clave estará en los índices de participación electoral. Entre menor sea, mayores posibilidades tendrá de ganar Hofer, quien cuenta con el apoyo de los habitantes del campo y las pequeñas localidades.

“La conexión entre Hofer y sus votantes es emocional, como fue el caso de Trump; mientras que con Van der Bellen es más un cálculo nacional para evitar que gane Hofer”, explica. “Viena, las grandes ciudades, la gente educada, el sistema, los negocios, están en favor de Van der Bellen, lo que es muy chistoso, porque tiene la reputación de ser un ex comunista y ahora representa al establishment”.

Durante décadas las presidenciales austriacas pasaron desapercibidas. Durante siete décadas, los socialistas y conservadores han dominado la vida política del país. Sin embargo, los años de bipartidismo parece que han terminado. Los grupos dominantes han perdido popularidad y si bien el gobierno logró contener la crisis económica con relativa rapidez, el desempleo se encuentra en 6%, su nivel más alto en dos décadas.

Los ciudadanos además han perdido la confianza sobre su futuro. En 2008, 66% se decía optimista; en la actualidad sólo 48%, al tiempo que se ha arraigado un sentimiento de inconformidad, porque la vida política y económica de Austria supuestamente es dictada desde el extranjero.

“Hay un grupo de gente que piensa que su futuro va a ser peor que el actual, de allí que el temor por el declive se haga presente en el ambiente. Esto lo están aprovechando los partidos populistas”, indica Heinisch.

Debido a que el presidente siempre perteneció a uno de los dos partidos dominantes, su papel hasta la fecha ha sido ceremonial, pero Hofer, de 45 años, ha prometido cambiar esa función y ejercer plenamente sus capacidades, como disolver el gobierno, convocar referéndums o ratificar pactos. El ingeniero aeronáutico nacido en Burgenland y aficionado a las pistolas Glock, ha dicho que no firmará el Acuerdo de Asociación con Canadá, se ha mostrado partidario de convocar un referéndum sobre la permanencia de su país en la UE y probablemente disolverá el gobierno usando el pretexto de la avalancha migratoria.

“Si el presidente es del FPÖ, probablemente habrá elecciones anticipadas en 2017, incrementando las posibilidades de que pueda tomar el control del gobierno”, sostiene.

Las encuestas colocan desde hace dos años en primer lugar al Partido por la Libertad, con más de 30% de las preferencias, seguido por los socialdemócratas, con 27% y los Conservadores (ÖVP), con 20%. “Nadie sabe cómo va a gobernar, pero lo que sí sabemos es que si gana habrá un largo periodo de incertidumbre”, asegura Heinisch. Van der Bellen ganó por 30 mil votos las presidenciales de mayo, pero el FPÖ impugnó el resultado. El Tribunal Constitucional decidió repetir
la elección.

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