No han tenido que pasar muchas horas desde que el presidente Barack Obama se dirigió a la nación desde la oficina oval de la Casa Blanca para demandar mayores controles en la compra venta de armas mientras prometía derrotar al terrorismo del Estado Islámico (EI).

Como era de esperar, la propuesta de meter en cintura a la industria de las armas, ha obligado a todos los aspirantes del partido republicano a la nominación presidencial a criticar al presidente por blandengue, mientras insisten en que la Segunda Enmienda, que consagra el derecho de los estadounidenses a portar armas, es un derecho intocable.

“Sería tanto como atentar contra la Primera Enmienda que garantiza la libertad de expresión”, aseguró el senador republicano por Kentucky, Rand Paul, en un pronunciamiento que ha llegado al extremo de comparar el derecho a comprar y portar armas con la libertad de expresión.

La respuesta de los aspirantes del partido republicano ha dejado en claro el control que la Asociación Nacional del Rifle (NRA) sigue teniendo sobre todos ellos. Nadie se atrevería ir contra los intereses de la que es considerada como el Hada Madrina de las campañas electorales con jugosas aportaciones que pueden hacer la diferencia entre una victoria y una derrota.

Cuando uno escucha el pronunciamiento de los líderes del partido republicano que aspiran a la presidencia entiende porqué razón la mayoría de los ciudadanos en esta país están hartos de su clase política.

Hoy, más del 85% de los estadounidenses favorecen un mayor control de las armas que inundan el mercado. La epidemia de actos de violencia, las masacres que toman por asalto los medios de comunicación y que reivindican lo mismo grupos con vínculos al extremismo islámico que al de las milicias de extrema derecha, han provocado un deslizamiento en la opinión pública a favor de un mayor control en la compraventa de armas.

A pesar de ello, los aspirantes del partido republicano insisten en que nadie puede arrebatar a los ciudadanos de un derecho que consagra la Constitución.

De hecho, candidatos como Donald Trump se ha atrevido a señalar que, muy posiblemente, las 14 víctimas mortales de la masacre en San Bernardino, podrían haberse salvado a sí mismos si hubieran tenido un arma consigo.

“Esto no habría ocurrido si alguien hubiera tenido armas en ese salón”, señaló Trump quien se ha colocado del lado de la industria de las armas, pero no del de las víctimas que hoy lamentan la forma tan miserable en que les ha fallado la clase política a la hora de regular un mercado de armas que ha hecho de EU la democracia más avanzada del planeta con el mayor número de pistolas y rifles de asalto entre sus ciudadanos.

Hoy, según los cálculos de distintas organizaciones y del FBI, hay aproximadamente 300 millones de armas en Estados Unidos. Esta cantidad de armamento en los hogares de millones puede considerarse como una victoria sin precedentes de la industria de las armas que no sólo se encarga de armar a los ciudadanos de EU, sino a los carteles de la droga de países vecinos como México.

En este contexto, a nadie extraña que el matrimonio conformado por Syed Farook y Tahsfeen Malik, los asesinos de 14 personas en el condado de San Bernardino, hayan tenido en su casa todo un arsenal de municiones, dos rifles de asalto, dos pistolas y varias bombas caseras.

Lo irónico del caso es que, durante la presidencia de Barack Obama, el hombre que hoy lucha por tratar de meter en cintura a la industria de las armas, la compraventa de armamento creció a niveles sin precedentes. A manera de ejemplo, dos de las grandes compañías productoras de armamento como Storm Ruger y Smith &Wesson, han incrementado sus ventas en un 700% y en un 450% respectivamente desde que Obama llegó a la Casa Blanca.

Por ello mismo, muchos analistas consideran como imposible terminar con la epidemia de la violencia y las masacres que se siguen multiplicando ante la mirada impasible de la clase política.

“Con más de 300 millones de armas en las calles de EU tratar de controlar el mercado es como tratar de reforzar las puertas del establo una vez que el caballo se ha escapado”, aseguró Philip Giraldi, un ex agente de la CIA reconvertido en analista de temas de seguridad.

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