Mientras una transición se afianza, otras van gestándose al calor de diferentes crisis. Mientras la visita del Papa Francisco a Cuba, fustigando las ideologías para ponerse al servicio del hombre que abrirá más de un debate, certifica que la transición en Cuba seguirá el camino que inició en 1998, tras la visita de Juan Pablo II a la isla. Por entonces, el mundo se preguntaba cómo sería la transición en Cuba y quién sería el factor fundamental de la misma. Si la disidencia de Miami, si la izquierda latinoamericana, reunida al Calor del Foro de Sao Paulo, como por entonces se esperanzaban algunos en el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil o una imposible alternativa política surgida de dentro de la isla. La respuesta se había saldado pocas horas después de que Juan Pablo II abandonara la Isla. Fidel Castro había decidido que la Iglesia iba a tener un rol preponderante en la transición. El acuerdo con Estados Unidos y el resultado de la visita de Francisco a la isla así lo ratifican. La transición en Cuba sigue su camino, con los Castro en el escenario, muchos cubanos regresando al país y con un futuro plagado de desafíos.

Pero mientras esa transición se afianza, hay otras que aún no vieron la luz, pero que se presumen necesarias. La presidencia de Dilma Rousseff pende de un hilo. El “empeachment” parece cada vez más cerca pero queda cada vez más lejos. Ni la oposición quiere verse envuelto en ese escenario, ya que la debilidad económica y la ausencia de líderes o de gestores para esos momentos (donde la figura de Itamar Franco, tal vez reluzca en la historia), la lleva a desistir del intento. Lo que si va creciendo en Brasil es la idea de una renuncia de la presidenta. Una dimisión basada en la imposibilidad de aportar soluciones, para que Milton Temer, el vicepresidente, tan viciado políticamente como todo lo que se observa en el universo político brasileño convoque a elecciones anticipadas. Ese es el escenario que todos vislumbran como más posible en Brasil menos el PT y su líder, Luiz Inácio Lula Da Silva, quien busca ganar tiempo para articular una candidatura de salvación. Ergo, la suya propia.

En Brasil lo peor de la crisis aún no llegó. Será una vez que pase esa tormenta cuando la transición deberá pegar el primer grito, que en este caso se presume como un llanto prolongado.

No será menos traumático en Argentina, tras las elecciones del 25 de octubre y la llegada del nuevo gobierno el 10 de diciembre. Gane quien gane, el ajuste con devaluación será una dura y triste realidad con consecuencias inmediatas. Recién ahí se podrá hablar de final del kirchnerismo. Ni antes ni después.

Más difícil, como lo fue todo en estos últimos años, está el tema en Venezuela. Como lo habíamos adelantado en este espacio, los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro y de Colombia, Juan Manuel Santos, ya están listos para una reunión cara a cara. Será hoy en Quito, convocados por el ex presidente colombiano, Ernesto Samper, desde la UNASUR. La crisis, tal vez logre atenuarse, pero Caracas seguirá hurgando excusas para mantener el estado de excepción en la frontera y seguir con su estrategia de cuanto peor mejor. Al menos hasta las elecciones parlamentarias. Que de llegar a celebrarse y siempre y cuando la oposición logre una mayoría parlamentarias, podría comenzar a pensarse en eso la presencia del Papa en Cuba fue a ratificar. Una transición.

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