Tigres sueltos. A ver quién amarra el tigre contrarreformista que desató como candidato e impulsa como jefe de gobierno el actual presidente. Aquella cita de AMLO acerca del tigre temido por el dictador Porfirio Díaz se queda corta ante la cantidad de tigres sueltos, insaciables, en pugna por ver quién devora más rápidamente las reformas y los avances modernizadores de las últimas décadas. Se llega a la extravagancia: la casi total contrarreforma educativa promovida por el presidente López Obrador enfrenta a una CNTE —resucitada por él en campaña— que exige la contrarreforma total. Y ante ello, el gobernante ¿amenaza? o promete eso mismo: volver al estado que guardaba la educación antes de las reformas del presidente Peña.

Ello apuntaría al regreso a un sistema educativo bajo control en buena parte de la camarilla sindical oficialista, con todo y el yerno de la líder (que ahora regresa) como subsecretario de Educación Básica. Y bajo control, el resto del sistema, de una disidencia adueñada de la gestión educativa directa de dos o tres estados. Esto incluyó, hasta antes de la reforma de Peña, el control de la nómina por la CNTE, el tráfico de plazas y el reclutamiento de maestros como carne de manifestaciones y bloqueos, un mecanismo que será reactivado mañana y que a ha vuelto a funcionar para obtener cíclicamente más y más recursos y más y más concesiones. El caso más reciente, la costosa paralización de los ferrocarriles en Michoacán y la onerosa negociación para abrirles paso a los trenes.

Otra carrera de regreso al pasado tomó vuelo en la semana con destino al control del Poder Judicial como apéndice del Ejecutivo. Días atrás, el presidente anunció en Palacio que desde su púlpito mañanero él sentenciará a la hoguera de la opinión a los jueces que él estime que aplican recursos legaloides para liberar delincuentes: el control de la legalidad en manos del Poder Ejecutivo. Pero el coordinador de su mayoría en el Senado fue más allá del control por el tribunal de la opinión. Y anunció su iniciativa para crear una sala anticorrupción con cinco ministros, impuestos, de hecho, por el propio presidente con la fórmula aplicada para nombrar a los comisionados de la Comisión Reguladora de Energía (CRE). Los nuevos ministros, delegados del Ejecutivo, ejercerían el control disciplinario sobre jueces y magistrados, a espaldas de los demás ministros, de acuerdo a la cuidadosa lectura de la iniciativa hecha ayer aquí por el ministro en retiro José Ramón Cossío.

La política: contrarreforma madre. Pero sobre la indudable trascendencia de cada una de las contrarreformas en curso, está la madre de todas las contrarreformas: la contrarreforma política, en su más amplio sentido. Y es que la reforma educativa fue una reforma política en cuanto reordenaba poderes formales y fácticos. Recuperaba la rectoría del Estado en la educación, del poder de facto de las camarillas sindicales, además de que se orientaba al servicio de los educandos y no de la lucha por poderes y recursos de los grupos gremiales, como vuelve a ocurrir camino a la contrarreforma.

Asimismo, la reforma judicial de 1995 devino, sobre todo al cambio de siglo, una verdadera autonomía de este Poder, en equilibrio con los demás: un cambio político fundamental, ahora en la mira de una contrarreforma que alteraría de golpe los votos en el Pleno de la Corte en favor del Ejecutivo. Y adiós a la procedencia de controversias constitucionales y acciones de inconstitucionalidad cuando un designio presidencial esté en entredicho.

Autarquía. La desmesurada contrarreforma política se abre paso desde una democracia en ciernes e imperfecta a una autocracia acabada sin más proyecto que el control del poder y de todo ente autónomo del Estado o de la sociedad: Hoy el Instituto de Evaluación Educativa, la mencionada CRE y la Comisión de Hidrocarburos, mañana, la Corte, y quién sabe, la CNDH, quizás el INE y en su tiempo las universidades. ¿Habrá quién amarre los tigres del contrarreformismo?

Profesor Derecho de la Información. UNAM

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