“Este proceso no tiene retorno, ni un paso atrás, nada de titubeos o medias tintas… a más tardar en diciembre quedarán construidas las bases para la transformación política de México” (1° de julio, Andrés Manuel López Obrador).

Por si alguien tenía dudas o guardaba alguna esperanza de que AMLO recapacite, escuche otras opiniones y “entre en razón”, o que “alguien de confianza” le diga la verdad sobre el efecto negativo de sus decisiones y reconsidere el rumbo en que está llevando al país, este lunes dejó claro que no solo no modificará, sino que profundizará sus acciones arbitrarias sin respetar el Estado de Derecho. Seguirá actuando como el “hombre todopoderoso” que el destino colocó allí, en la “Presidencia Imperial”, para la que estaba llamado por designio histórico. No desperdiciará la oportunidad para buscar someter a todos los que se opongan a sus decisiones, mediante el discurso de la lucha contra la corrupción, acusándolos de ser parte de la “mafia del poder”, de ser conservadores que recurren “al sabotaje legal” tan solo porque hacen uso de recursos judiciales para evitar el despilfarro oficial. Continuarán sus ataques a los medios de comunicación que lo critiquen.

El evento del Zócalo capitalino es un monumento al autoelogio y al culto a su personalidad. En este acto, al refrendar que para él las cosas van bien, dejó claro que si las instituciones se le oponen recurrirá a la plaza pública para descalificarlas y “consultar” y “escuchar” de la gente el “sí” que desea oír para que se haga su voluntad, aunque las Cámaras o el Poder Judicial, las leyes y la Constitución establezcan otra cosa; aunque los partidos opositores, organizaciones de la sociedad civil y empresarios expresen un punto de vista diferente. Y si no se alinean con lo que quiere, recurrirá “a la gente” para que, a mano alzada, confronte a las instituciones, las desconozca y hasta convoque a un nuevo congreso que elabore una Constitución a su modo.

Nuestras libertades, el Estado de Derecho, la democracia, todas las instituciones y la República misma, están en peligro. No estamos ante un gobernante liberal, demócrata, ni mucho menos de izquierda, sino de derecha neoliberal. No pretendo ser catastrofista, sino realista. Estoy convencido de que la mejor manera de enfrentar al autócrata es construyendo un amplio frente opositor, que lo obligue a moderarse, a frenarse y a que entienda que no manda ni se manda solo en un país de leyes, plural y democrático.

Por eso es imperiosa la más amplia unidad de liberales, progresistas, demócratas, socialdemócratas e izquierdas en un solo torrente. Ya sea en un partido de amplio espectro quienes así lo decidan; o en una coalición frentista, todos los que no queremos la regresión autoritaria. Hace unos días se presentó la plataforma “Futuro 21” cuyo propósito es sumar capacidades para forjar una mayoría en la Cámara de Diputados en 2021. En ella se han dado cita el PRD y organizaciones que solicitaron registro ante el INE. Es un esfuerzo donde pueden caber muchas más fuerzas, y convencidos de la necesidad de un cambio urgente, como aquellos priistas que se oponen a que su partido sea satélite de Morena, y de quienes, sin pertenecer a partido alguno, quieran sumar voluntades desde la sociedad civil. También, el pasado domingo se efectuaron marchas —convocadas por organizaciones sociales— en decenas de ciudades para protestar contra las decisiones autoritarias del Presidente. Igualmente, se dio a conocer la convocatoria de un grupo ciudadano amplio: “Enlace por México”, llamando a actuar para exigir el sometimiento del primer mandatario al imperio de la ley.

Todos estos esfuerzos son necesarios para enfrentar el retroceso histórico en curso. Como mexicanos, debemos sumarnos sin sectarismos, dogmatismos ni prejuicios ideológicos, por encima de cualesquiera militancias. Por delante está el interés de México. La decisión es hoy porque quizá no haya mañana.


Exdiputado federal

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