América Latina no debe colgar los guantes con la administración Trump. Aunque hay asuntos críticos para la región en las relaciones con la Casa Blanca como el comercio o la inmigración, con un enfoque pasivo o conciliador se corre el riesgo de socavar los intereses de los países latinoamericanos y de sabotear el progreso alcanzado en asuntos globales que van desde el medio ambiente, hasta la prosperidad y la seguridad.

Entre las prioridades del continente latinoamericano están el generar prosperidad y garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Mejorar la integración de la región en los mercados globales, atraer inversión extranjera y forjar acuerdos comerciales son considerados elementos esenciales para impulsar el progreso. En parte por ello, la región ha demostrado estar comprometida con los Objetivos de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas, así como con el Acuerdo de París.

Justamente en estos temas América Latina y EU se distancian cada vez más. Este año, la Casa Blanca anunció la salida de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico (TPP) y del Acuerdo de París. Ambas decisiones fueron recibidas con decepción en la región. Pero la reacción merece más que una desilusión; exige una acción colectiva.

En cuanto a Cuba, el TLCAN y el muro fronterizo, el presidente Trump ha hablado con dureza, pero ha atenuado algunas de sus acciones. La posición de la Casa Blanca podría cambiar rápidamente en asuntos de consenso relativo, que ilustran cómo su imprevisibilidad representa un enorme reto tanto para los aliados como para los adversarios del país norteamericano.

La composición multipolar del mundo actual presenta nuevas oportunidades para que los países latinoamericanos puedan ejercer una mayor influencia diplomática. A medida que el poder se difumina a través del sistema global, los países en desarrollo cuestionan las normas dominantes del sistema geopolítico actual para reflejar sus propios intereses y valores.

América Latina está en una posición donde podría proteger y reforzar, de manera asertiva, el orden mundial liberal actual, para proteger sus propios intereses. El costo de no defender y fortalecer este orden, con aliados al interior de EU, en Europa, Canadá y Asia, resultaría mucho más alto para la propia América Latina.

La región podría ser audaz con los Estados Unidos, persiguiendo proactivamente sus intereses en materia de desarrollo sostenible y el cambio climático. Vincular estos dos asuntos con temas de mucho interés para el actual gobierno republicano, como la seguridad, la inmigración y la estabilidad económica y financiera, es una alternativa que puede contribuir a mantenerlos en la agenda.

La región podría también presionar a los legisladores de EU para reducir los recortes presupuestales a la asistencia para el desarrollo. Los impactos del cambio climático en América Latina están generando una mayor ola de migración, a medida que la gente abandona el campo y se dirige hacia el norte.

América Latina también podría cooperar con la campaña “Compromiso con América” que abarca 227 ciudades y condados, nueve estados y alrededor de 1,650 negocios e inversionistas, que se han unido con el objetivo de cumplir la promesa de reducir emisiones, compromiso adquirido por Estados Unidos bajo el Acuerdo de París.

América Latina puede desempeñar un papel de liderazgo en la defensa del orden mundial basado en el multilateralismo y el respeto por el derecho internacional. Ello dependerá de su voluntad para elevar sus prioridades en la discusión con Estados Unidos. Dar marcha atrás en la senda para enfrentar los retos globales del presente no es una opción si la región desea promover sus intereses y mitigar sus vulnerabilidades.

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