Después de un año de incertidumbre en torno a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el pasado 27 de agosto el presidente estadounidense, Donald Trump, anunció que ambos países alcanzaron un nuevo acuerdo que sentará las bases para modernizar y reemplazar el TLCAN, explicando que el tratado resultante tendrá el nombre de Tratado Comercial México-Estados Unidos.

Desde el nombre propuesto hasta el énfasis realizado por el presidente Trump en deshacerse del nombre TLCAN, debido a la connotación que él le ha otorgado en su país, es claro que este acuerdo iniciará un nuevo periodo en la relación bilateral y que tendrá implicaciones para las dinámicas comerciales de la región. Por lo tanto, es importante analizar lo que este anuncio significa.

El elemento más evidente sobre el anuncio es la exclusión de Canadá, quien aún no define si formará parte del acuerdo, y pese a que este titubeo ponga en peligro el carácter trilateral del tratado original es comprensible que no sea nuestra prioridad nacional. Hay que decirlo, lo deseable es que haya un tratado que una a la región norteamericana, no obstante, es natural que México priorice sus propios intereses en toda negociación, y sin duda el TLCAN no marcará una excepción. El tiempo apremia, sin embargo la adhesión canadiense al acuerdo seguirá siendo discutida. El riesgo más claro no es únicamente dividir un tratado regional en distintos acuerdos bilaterales, sino la vigencia y alcance del mandato que el Congreso estadounidense otorgó a su gobierno, que únicamente se refería al TLCAN. Durante estos días esa ha sido la preocupación más importante en los sectores financieros.

Por otro lado, es fundamental entender al acuerdo como una estrategia de naturaleza política, dada la coyuntura que vive EU. Como he mencionado en el pasado, las elecciones de noviembre representan un momento decisivo para la administración de Trump, al ser su única oportunidad de mantener la mayoría legislativa, de cara a crecientes presiones para una destitución impulsada por los demócratas. En ese sentido, el presidente Trump está preparando sus cartas para la jornada electoral. Concretamente, su estrategia para las Elecciones de Medio Término estaría evidenciando dos instrumentos centrales: por un lado, una reforma fiscal a la cual México no ha prestado suficiente atención, pero que guarda el potencial de minar la competitividad del país para atraer inversión; y por el otro, la renegociación de un Tratado de Libre Comercio, al menos entre su país y el nuestro, que esté alineado con las promesas de campaña que lo llevaron a la victoria en 2016.

Si bien el texto resultante de la renegociación todavía no se ha dado a conocer, ya hay suficiente información sobre su contenido como para aseverar que el acuerdo brinda victorias para EU en el sector automotriz y en la promoción de una agenda que busca subir los salarios de los trabajadores mexicanos. Si bien es cierto que un aumento salarial sería beneficioso para los trabajadores, es imprescindible entender el trasfondo de esa decisión: de lograr disminuir las asimetrías salariales entre ambos países, la mano de obra intensiva mexicana podría perder su atractivo frente al vecino del norte.

Por lo anterior, el acuerdo es una urgente bocanada de oxígeno para el discurso nacionalista de un presidente que hasta el momento parecía contar con un decreciente capital político de cara a elecciones que podrían ser el comienzo del fin para su administración. Ante estas circunstancias es importante conocer el texto negociado para determinar si el acuerdo generará un impacto positivo o negativo para México; sin embargo, es claro que la situación beneficiaría a Trump, quien ahora cuenta también con un acuerdo que parecería impuesto por su administración para lograr una victoria para su electorado, mientras que paralelamente Canadá acusa a México de haber cedido demasiado.

En caso de que la negociación sea positiva y el tratado sea ratificado y entrara en vigor, será indispensable que México cuente con una verdadera política industrial que permita una mayor inclusión para todos los sectores de la economía, particularmente a las pequeñas y medianas empresas que frecuentemente terminan excluidas de los beneficios que brindan esos acuerdos.

Diputada

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