El Chato logró su sueño: ya está en los Estados Unidos, pero de la forma más dolorosa que su familia pudo imaginar: el migrante mexicano se quitó la vida tras ser detenido por la Patrulla Fronteriza.

Norberto Santa Cruz, 42 años, cruzó hace 10 días a El Paso, Texas. Su intención era reunirse con su hermana y su madre, que viven legalmente en ese país. Sólo había un problema: él no tenía pasaporte ni visa.

Para llegar al “otro lado” se fue dentro de los vagones de un tren de carga, pero cuando trataba de salir de los andenes fue sorprendido por un equipo de vigilancia y entregado a la Border Patrol (patrulla fronteriza).

Prisión de lujo. Al igual que otros hombres y mujeres que llegan a esta frontera buscando el “sueño americano”, tras su aprehensión se le recluyó en el Centro de Detenciones del Condado de El Paso, una peculiar prisión de nueve pisos ubicada en la zona centro de la ciudad, rodeada de lujosos bancos, y cuya fachada se confunde con la de cualquier institución financiera.

No era la era la primera vez que Norberto buscaba establecerse en los Estados Unidos. Las dos veces anteriores que lo había intentado fue deportado, pero seguía probando suerte. Esta ocasión era diferente: Norberto sabía que en la tercera detención corría el riesgo de que un juez le otorgara una sentencia de varios meses, incluso de dos años, sobre todo en las últimas semanas con todo el alboroto migratorio provocado por el presidente Donald Trump.

A pesar de que Norberto tenía tres hijos aún menores, su motivación no tenía que ver con un factor económico. De acuerdo con medios locales, El Chato se dedicaba a recolectar botes de aluminio, fierro viejo, cartón, y otros artículos de desecho que vendía a empresas recicladoras. De su actividad, comentan vecinos, obtenía lo necesario para llevar una vida austera pero sin carencias importantes. Agregan que solía beber con frecuencia, pero no había indicios de que usara alguna droga.

Al parecer su interés radicaba en estar de nuevo con su familia, sus dos fallidos matrimonios lo orillaron a vivir en soledad, pues no mantenía contacto cercano con sus hijos.

Agonía. El sábado 11, en un momento en el que se quedó solo en la celda, intentó suicidarse; para ello amarró una sábana y se colgó. Un guardia lo encontró todavía con vida y fue trasladado de emergencia a un hospital. Murió tras una agonía de tres días.

Su cuerpo fue entregado a su madre y hermana, quienes decidieron cremarlo y dejar las cenizas en su hogar, el mismo en el que El Chato quería iniciar una nueva etapa.

Los gastos de la cremación fueron pagados por el Consulado de México, ya que las mujeres no contaban con los recursos necesarios para un funeral o alguna urna en el panteón.

En Juárez, El Chato dejó a su abuela, la única pariente que tenía en la ciudad.

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