Zitácuaro.— Autoridades municipales estiman que cerca de mil niños se involucran en las labores de producción de la flor de Nochebuena, durante su cultivo en invernaderos y como parte de su aprendizaje y participación en esta actividad de la que viven más de 3 mil 700 familias.

Los menores combinan sus actividades escolares con el trabajo en los viveros: no se quejan, preguntan y se capacitan; algunos sueñan con ser grandes productores al recorrer los pasillos e internarse en las grandes filas de joyas rojas, como le llaman a la flor Nochebuena, que forma parte de la cultura productiva de ésta y muchas regiones del estado de Michoacán.

Las actividades en las que se involucran van desde el doblado de papel hasta la separación, riego y cargado de la flor para su venta, que es el principal ingreso de estas familias, a quienes les es retribuido un ingreso extra de entre 100 y 200 pesos por las dos o tres horas que colaboran los menores.

Aunque es un negocio familiar por cultura productiva, todos reciben una gratificación extra. Por ejemplo, el doblez de un millar de conos de papel, les deja una ganancia de 120 pesos al día y les implica por la práctica que ya tienen, máximo una o dos horas, al salir de la escuela.

En los cultivos no solamente se ve a los dueños de la producción, también a los pequeños colaboradores, quienes aseguran que sus padres y hermanos mayores son los que realmente hacen el trabajo pesado.

Un ejemplo de ello es Bernardina, quien inició desde muy pequeña con esta actividad productiva.

Berna, junto con sus seis hermanos y sus padres, han hecho crecer viveros completos y la tradición se repite en cada generación, dice.

Así, los menores ayudan a doblar papel para envolver a la flor y además acomodan en filas las nochebuenas más chicas después de salir de la escuela.

No quieren hablar mucho los niños, pero todos le agradecen a Berna el haber asumido la responsabilidad de sacar adelante a su familia a través de este oficio, que aprendió, al igual que ahora ellos y ellas, desde muy corta edad.

Al igual que en los cultivos de la joven mujer, decenas de niños, adolescentes, adultos y personas de la tercera edad colaboran en la producción de esta flor, en todos los viveros de la región zitacuarense.

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