TORREÓN
Los zapatos —para los familiares que buscan a sus desaparecidos— son como una línea del tiempo que ha encapsulado la memoria. Una línea que empezó desde el día que desapareció su ser querido.

“Si los zapatos hablaran”, dice María Elena Salazar, que busca a su hijo Hugo González Salazar desde el 20 de julio de 2009. Si hablaran, contarían que estuvieron en cárceles, en caravanas, en protestas, en marchas; que han recorrido estados completos, que han visitados Semefos, ministerios públicos, edificios de gobierno, casas de amigos, parajes abandonados. Enlistarían también los nombres de las decenas de funcionarios que han estado frente a ellos sin solucionarles lo que más quieren: ver de vuelta a sus hijos, hermanas, esposos.
“Representa el caminar, el encontrarnos, el abrazarnos, la lucha de este caminar que empezamos desde el primer día que desapareció nuestro familiar”, explica María Elena sobre la exposición “Huellas de la memoria”, en donde se exhiben 70 pares de zapatos de madres, padres, hermanos e hijos que buscan a un desaparecido en el país.
La exposición, que es en memoria de los desaparecidos y creada por Alfredo López, se encuentra en la Facultad de Ciencias Políticas, de la Universidad Autónoma de Coahuila, unidad Torreón.
“Soy María de Los Ángeles Torres, busco a mi hijo Javier Cisneros, víctima de desaparición forzada en Jalisco”, se lee en la suela izquierda de un par de zapatos. En la otra suela: “Desde 19 de octubre de 2013 mi camino tiene un fin: encontrarte”.
Surgimiento. El proyecto nació en 2013 durante la Marcha por la Dignidad Nacional, que realizan las madres de personas desaparecidas e incluye 700 pares de zapatos, ha recorrido varios estados y la idea, dice María Elena, es exponerlos en Londres, Inglaterra.
“Hijo tu mamá y yo te extrañamos a ti y a tus compañeros, los buscamos y los encontraremos”, dice la huella en otra suela.
“Tú eres la luz que guía mi camino. Hasta no encontrarte, hijo”, se lee en otro zapato de hombre. “Me llamo Yolanda, busco a mi hijo Roberto Oropeza. Desapareció en Coahuila el 21 de marzo de 2009”.
Hay tenis, botines, zapatillas, huaraches, botas, de todas marcas y colores, pero que tienen algo en común: el desgaste, el apolillamiento, el uso; también la memoria tatuada en cada paso, cada búsqueda.
“La verdad no nos habíamos percatado de ese desgaste, en esa lucha, esa necesidad, son unos zapatos desgastados. Ahora que los vemos decimos: ‘si hablaran’. En un principio ni nos acordamos de lo que hemos recorridos”, cuenta María Elena, integrante del grupo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México (Fundem).
—¿Sus zapatos qué han recorrido?
—Todos lados, muchos estados. Fue también algo de lo que no nos queríamos deshacer, fue difícil porque tienen un significado para nosotros. Es un encontrarnos en ese caminar.
Eligieron la universidad también con el propósito de crear conciencia entre los jóvenes.
“Que sepan que es real”, explica María Elena y añade que los integrantes del grupo Fundem ofrecen una charla con los universitarios para que dimensionen lo que sucede, para derribar estigmas y para sumar voces de reclamo, solidaridad y comprensión.
“Vimos en los muchachos muestras de sensibilidad. La tragedia es tan grande que nos topamos con una estudiante que contó sobre un familiar desaparecido. Ya todos conocemos a alguien”, refiere María Elena.
El grupo piensa seguir abriendo puertas en universidades para llevar la experiencia a los jóvenes.
En la suela de un zapato se lee la leyenda: “Mis pies se cansarán de caminar, pero mi alma y corazón jamás te dejarán de buscar, Pepe. Tu mamá”.