El traspatio de las oficinas del Ministerio Público en Tierra Blanca, frente a la comandancia de la policía municipal, se ha convertido en su hogar en el último mes de sus vidas.

Pasan las noches en un par de colchonetas y usan sarapes como cobijas para descansar del tormento que viven desde el 11 de enero, cuando sus cinco hijos fueron detenidos por policías estatales y entregados a la delincuencia organizada.

En una repisa pegada a la pared trasera tienen una cafetera y algunos enseres para preparar su comida, que sirven en una mesa que también alberga computadoras, libretas, documentos y recortes periodísticos.

Un par de horas antes, autoridades federales y estatales les notificaron que restos de cuerpos encontrados en el rancho El Limón, en el municipio de Tlalixcoyan, correspondían a dos de sus familiares, pero ellos han decidido no bajar la guardia. (Ayer se informó que ese rancho pertenece a Francisco Navarrete El Ingeniero, líder de Jalisco Nueva Generación).

Sólo están haciendo una pausa en su lucha. Como don José Benítez, tío de uno de los muchachos, duerme en una las colchonetas porque el lunes, dice, fue un día muy largo y duro.

Don Bernardo, estandarte de la lucha, permanece de pie, quieto, con un cigarrillo en la mano para soportar la preocupación, los desvelos.

Los cuatro hombres y una menor de edad, originarios del municipio de Playa Vicente, fueron detenidos por policías estatales cuando transitaban por Tierra Blanca, y desaparecieron.

Como parte de las investigaciones fueron detenidos seis policías y el jefe de la delegación de la Secretaría de Seguridad Pública estatal, a quienes se acusó y consignó por el delito de desaparición forzosa.

“Sí confiamos”. Ya no dan entrevistas, solo charlas. Don Bernardo platica entero, duro y mostrando fortaleza. Confía en las autoridades, pero —afirma— no está de más hacer otros estudios sobre los restos que las autoridades aseguran son de su hijo.

“Sí confiamos”, ataja el hombre originario de Playa Vicente.

“Pero es mejor estar más seguros, ¿no?”, suelta y agrega: “Nos conviene a nosotros y a ellos también; le da certeza al informe que nos dieron”.

En las instalaciones del Ministerio Público Investigador de Tierra Blanca siguen los familiares de los cinco jóvenes desaparecidos.

Aunque eso sí, dice, si confirman que realmente los restos óseos son de su hijo, la lucha no parará ahí, seguirá en el plantón a lado de los demás familiares que esperan noticias de los suyos. “Aún faltan más, esto no termina aquí, hasta que no aparezcan los demás muchachos”, suelta.

El primer golpe lo recibieron el lunes, cuando les confirmaron que dos de sus muchachos ya habían sido identificados.

Esa noche, cuando descendieron de un helicóptero de la Policía Federal que los regresaba a Tierra Blanca, habían contenido las lágrimas demasiado tiempo.

“No quiero decir nada, estoy mal”, soltaría José Benítez De la O, padre de uno de los muchachos cuyos restos fueron localizados en el rancho, al descender de la aeronave.

No era necesario que dijera algo; debido a su semblante, estaba destrozado, pero aguantando para que los federales no lo vieran quebrarse.

“Estoy destrozado, por favor entiéndanme”, agregó el hombre que horas antes recibió la noticia que restos humanos localizados en un rancho eran dos de los jóvenes.

Con los rostros desencajados, subieron a los vehículos oficiales con dirección al campamento con el resto de sus compañeros de tragedia, a quienes debían notificar que los restos humanos localizados correspondían a Bernardo Benítez Arroniz, de 24 años de edad, y Alfredo González, de 25.

Los que esperaban en la agencia del MP sólo querían un motivo para seguirles llorando a los suyos y fue cuando llegaron los padres de los dos muchachos ya localizados que se abrazaron efusivamente y entrelazados, sus lágrimas brotaron.

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