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Con la sonrisa que la caracteriza y con sinceridad, Bertha López aseguró que la final de MasterChef mañana va a estar muy intensa porque tiene ante sí a dos contrincantes fuertes, que saben lo que quieren. Por lo mismo, entiende que no puede bajar la guardia, “pero que gane la que guise mejor”, señala en entrevista con EL UNIVERSAL.

Y es que esta mujer de origen humilde, proveniente del pueblo de Tinixtioca, Puebla, quien hasta hace unos meses se desempeñaba como trabajadora doméstica, ha logrado conquistar a los jueces del programa y a los invitados especiales. Su sabor casero y mexicano la tienen entre las tres finalistas a pesar de que a lo largo del programa por lo menos tres concursantes se han referido a ella de manera despectiva por su condición de empleada doméstica.

Lourdes, por ejemplo, comentó durante uno de los retos culinarios que ella no venía a hacer amistad con una sirvienta. En otra ocasión, cuando Bertha ganó el derecho a ser capitán de un equipo, Kenia dijo que una empleada doméstica que está acostumbrada a que la manden, no puede mandar.

A eso, Bertha responde: “Fue muy difícil, porque no estás preparada para esos comentarios. Pero a fin de cuentas sé el tipo de persona que soy y desgraciadamente yo no puedo decidir por los demás, cada quien tiene una crítica diferente a la que yo tengo.

“A mí me enseñaron a respetar a la gente y a no hacer a los demás lo que no quieres que te hagan. Traté de que no me afectara porque yo iba con un objetivo: demostrar que sé cocinar. Me da mucha pena que los demás se sintieran ofendidos o en desacuerdo con lo que yo preparé, pero yo me quedo con lo bueno de esas 18 personas. Lo malo lo estoy desechando, trato de verlo de la mejor manera”.

Porque ciertamente también ha conocido el lado exitoso del reality. El chef Carlos Gaytán, único mexicano que ha obtenido una Estrella Michelin, máximo reconocimiento en el mundo gastronómico, quedó fascinado con el chile relleno que le presentó durante el programa en el que apareció como invitado especial. Esto, dice ella, no la ha hecho inflar su ego.

“Trato de pegar los pies a la tierra y ruego a Dios no elevarlos, porque para mí son halagos y me siento agradecida. No me creo lo máximo porque sé que me falta mucho camino, cosas que aprender de las personas. En ningún momento he sentido esa superioridad, sigo siendo la persona sencilla”.

Por eso es que pese a los comentarios discriminatorios, ella ve esta experiencia por el lado amable. “Aprendí a convivir con un grupo de personas diferentes, porque mi ambiente de trabajo ha sido muy pequeño, había días que no salía ni a la calle; de pronto vete a una casa donde hay 18 personas, de diferentes edades, religiones, valores y educación... Sí es bastante intenso, pero al final es todo aprendizaje”.

Ahora que es finalista de la segunda edición de MasterChef (junto a María Eugenia Rule y Melissa Morelos) Bertha le agradece a su amiga Mónica Ruiz que haya movido los hilos para que pudiera audicionar en Puebla. “Me mandó la información y me dijo: ‘tú puedes, eres muy buena, tú decides si vas o no’, entonces pensé: ‘voy hacer la prueba’ y así me fui: de pura aventura”.

Bertha llegó casi al final de las audiciones, tuvo la fortuna de que probaran su platillo y la eligieran para formar parte de los 300 aspirantes y luego pasar a la final. Pero con esta oportunidad vino una decisión importante, como no podía ausentarse mucho tiempo de su trabajo tuvo que renunciar. “No me arrepiento y no lo haré nunca porque es lo más hermoso que he vivido”.

La atención que está recibiendo por parte de la gente tiene fascinada a Bertha porque no sólo la detienen en la calle para una foto, sino que le hacen saber sus buenos deseos. “Me llenan de cosas hermosas. Eso alimenta mi alma, no mi ego, no tengo forma de agradecerles, porque finalmente soy una persona común y corriente”.

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