Enrique de la Madrid

El balance político de los primeros 100 días de gobierno

Se ha convertido en una costumbre del actual gobierno desacreditar a los opositores, criticar al poder judicial, a los órganos autónomos, a gobernadores de otros partidos, así como tratar de desmantelar las organizaciones de la sociedad civil

15/03/2019 |11:20
Redacción El Universal
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En la entrega anterior elaboré sobre el balance económico de los primeros 100 días de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador . En esta ocasión me enfocaré en el tema político, el cual ha despertado igual preocupación que el económico.

Es innegable que este gobierno llegó con una enorme legitimidad gracias al voto mayoritario y contundente que le dieron los mexicanos, enmarcado en un proceso profundamente democrático que tanto tiempo y esfuerzo nos ha costado consolidar.

Celebro la prioridad que este gobierno le otorgó a la política social, el compromiso con los más desfavorecidos y colocar en el centro del debate el combate a la corrupción, impunidad y la inseguridad.

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Una de las promesas en el discurso de campaña del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador era la del fortalecimiento democrático en el país. Sin embargo, una vez que este gobierno tomó el poder se vislumbran tendencias poco democráticas. Pareciera que se quiere reinstaurar el régimen del partido hegemónico y casi único que tenía el PRI de los años 60 y 70, y revivir la presidencia imperial de ese entonces.

Se ha convertido en una costumbre del actual gobierno desacreditar a los opositores, criticar al poder judicial, a los órganos autónomos, a gobernadores de otros partidos, así como tratar de desmantelar las organizaciones de la sociedad civil.

Estas acciones pueden responder, por un lado, a una visión centralista de la gestión pública con la creencia de que la concentración del poder es más eficiente para combatir la corrupción, la desigualdad y la inseguridad.

El problema de esta visión, por un lado, es que es profundamente antidemocrática. La democracia no se limita simplemente a la elección de gobernantes por una mayoría, sino al establecimiento de una serie de contrapesos a través de instituciones que tienen como propósito limitar el ejercicio abusivo de poder, aún de un gobierno elegido democráticamente.

Esa es la naturaleza de la división de poderes y ahora de la existencia de órganos autónomos, que se han venido fortaleciendo en los regímenes democráticos en todo el mundo.

Por otro lado, la democracia se debe traducir en una democracia participativa en la que todos asumamos la responsabilidad de gobernar nuestro país, por lo que las asociaciones civiles son una parte fundamental de nuestra vida democrática.

Una buena democracia está hecha de una ciudadanía que se organiza alrededor de causas comunes, así como del respeto a los medios de comunicación y la libre expresión, a la disidencia y las minorías.

Además de antidemocrática, la visión de centralizar el poder es sumamente equivocada. Si bien en los años 60 la idea del presidente imperial era obsoleta, en el siglo XXI no tiene cabida.

Ante la gravedad de los desafíos que enfrenta México y el mundo, se necesita de la participación de todos para resolverlos. Hoy en día entre más personas intenten resolver un problema, mayor será la probabilidad de éxito. A través de las redes abiertas es como la ciencia ha logrado avanzar de manera exponencial. Un verdadero líder del siglo XXI no es el que impone ideas, es el que gestiona estas redes de manera eficaz para darle soluciones a los problemas.

En las democracias se avanza más despacio pero de manera constante y segura, evitando con ello los retrocesos típicos de los regímenes antidemocráticos.Los rezagos de México se explican cuando se le asignó todo el poder de gestión a una sola persona y no acertó.

Resultaría ingenuo pensar que desde la presidencia se puedan resolver la diversidad y complejidad de los problemas que enfrentan muchas regiones del país. Por ello, en lugar de tener gobernadores o presidentes municipales sometidos a la figura presidencial, debemos de contar con mejores autoridades estatales y municipales que cuenten con recursos financieros, pero sobre todo con capacidades de gestión.

Lo que realmente ocurre en muchos de los estados y municipios del país es que no cuentan con el personal suficiente y capacitado para llevar a cabo la gestión de gobierno. Para revertir esta situación, el gobierno federal debe articular toda una estrategia junto con las autoridades estatales y municipales con el fin de volver a revisar las facultades y obligaciones de los municipios, así como de sus capacidades financieras para dotarlos de habilidades y capacidades gerenciales que les permita gobernar eficazmente, por supuesto, con los controles internos adecuados para evitar el abuso de poder y la corrupción.

Los condados más exitosos de Estados Unidos, por ejemplo, tienen gobiernos autónomos e independientes, los cuales cuentan con sus propias capacidades financieras y tienen un sistema de autogestión en donde la comunidad participa y decide en qué utilizar sus recursos.

Con relación a los órganos autónomos, se debe hacer una reflexión sobre cuáles son realmente necesarios para el México moderno e invertir en ellos para fortalecerlos. De ser el caso, es mejor discutir sobre su pertinencia en lugar de minarlos y desacreditarlos a todos por igual.

Coincido en los objetivos que se plantea el gobierno, como el de un país más parejo y con más oportunidades para la gente que menos tiene. Desafortunadamente, muchas de las decisiones que se han tomado terminarán por hacer más vulnerables y dependientes del gobierno a aquellos a quienes más ha prometido apoyar.

Por ejemplo, los programas sociales deben ayudar a la gente a fortalecer sus capacidades para salir adelante por sí mismos. Idealmente se debería reducir al mínimo la capacidad discrecional del gobierno para elegir a quién le transfiere dinero y a quién no, además los recursos otorgados deberían estar totalmente desvinculados de propaganda gubernamental con fines partidistas.

La centralización del poder no es la solución para los problemas que enfrenta el país. Los mexicanos tenemos que asumir la responsabilidad de coadyuvar con la construcción del México solidario e incluyente al que aspiramos.

El gobierno no debe conducirnos a una regresión sino al progreso, debe construir ciudadanos y no una red clientelar. México sí puede y debe ser un país desarrollado en esta generación. Alcemos la voz para crear el país en el que creemos. Hagámonos responsables por el futuro de México