La violencia en México en los últimos años ha cobrado miles de víctimas, hombres y mujeres, sin embargo hay evidencias que demuestran que ellas, por su condición de género, son proclives a ser vejadas en su entorno inmediato de las formas más crueles. Por desgracia, no han dejado de hacerse visibles aquellos casos en los que mujeres son atacadas y/o asesinadas en distintas regiones del país.

Más allá de la simplificación que usualmente se da en la discusión pública entre feminismos y machismos, es necesario hablar del papel que tienen las mujeres en un entorno social que les es hostil y por qué se está violentando su integridad de forma cotidiana en el país. De triste memoria son las miles de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y, más recientemente, en el Estado de México. Aunque hace años de estos fenómenos, la violencia hacia ellas sigue ahí.

Puebla se ha erigido en los últimos años como una entidad en la que los feminicidios, asesinatos contra mujeres por su género, son frecuentes. Son decenas de casos, muchos de los cuales fueron notorios en el espacio público. Debido a ello, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) solicitó al Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) activar la declaratoria de alerta de género para aquel estado. Según este organismo, hasta septiembre han muerto 83 mujeres en Puebla.

Ante ello, el gobierno de la entidad emprendió la estrategia “De una vez por todas”, que busca prevenir, atender y erradicar la violencia de género a partir de cuatro ejes: acceso a la justicia, reformas legales para combatir conductas delictivas, ciudades seguras y medidas preventivas contra la violencia. Se trata de una serie de lineamientos que en primera instancia suenan plausibles, pero que deben pasar la prueba de su implementación.

El problema de la violencia contra las mujeres es complejo. En muchas regiones de la geografía mexicana, principalmente rurales, la mujer sigue siendo vista únicamente como un medio de preservación familiar que está al servicio del patriarca. Esto en el fondo revela el problema de la cosificación de la mujer, que no solo está presente en estas zonas, sino en cualquier entorno social en el país.

Las cifras respecto de la violencia contra la mujer revelan que el número de mujeres asesinadas es estable en el tiempo, además de que ellas mueren más violentamente que los hombres y quienes las matan son sus parejas o familiares.

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