Destinos

Río y mis havaianas en la mochila

En esta ocasión no corrimos a los brazos del Cristo Redentor, sino a un barrio carismático para hippies y mochileros

Lapa es un barrio tan carismático que puede hacerte olvidar de otros atractivos turísticos. (Foto: Cortesía Riotur)
01/11/2015 |00:05Viridiana Ramírez |
Redacción El Universal
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RÍO DE JANEIRO. — Para encontrar el corazón de la ciudad no es necesario buscarlo entre las olas rebeldes de Copacabana o Ipanema. Tampoco hay que lanzarse inmediatamente a los brazos del Cristo Redentor. Donde hallo su latido es en el barrio de Lapa, en el meneo de caderas sueltas durante una clase callejera de samba.

Un grupo de mujeres vestidas con faldas amplias y largas, y nacidas con gracia divina para el baile, improvisan sus pasos mientras los mirones las rodean. Su complicidad risueña me anima a intentar seguir su ritmo. Debo esperar a que una de ellas haga la famosa umbigada, un movimiento de ombligo que indica el turno para entrar al círculo. Cuando lo logro, sucede lo inevitable: mis pies no se mueven como los de ellas, de prisa y apenas despegándolos del piso. En vez de samba mi baile parece un mal zapateado de Jalisco.

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Los sonidos principales son el canto y los aplausos, en ocasiones acompañados de maraca y pandero. Los movimientos están inspirados en el capoeira y son una ofrenda a los orixás, deidades de raíz africana que simbolizan la fuerza y los fenómenos de la naturaleza.

El baile, samba de roda, está considerado como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Tuvo su origen entre los primeros esclavos africanos que llegaron a Brasil y hoy lo observo frente al Acueducto da Carioca, cerca de la estación del metro Cinelândia.

Después de mi gran debut, sigo descubriendo Lapa: es un barrio bohemio de casonas coloniales convertidas en hostales, bares disfrazados de tiendas y un tranvía amarillo que se desplaza por lo más alto del acueducto que alguna vez llevó agua al centro urbano desde el río Carioca. Le llaman bondinho de Santa Teresa y transporta a los habitantes de ese barrio al vecino Lapa.

Cada 20 minutos, el bondinho pasa por la zona para llevar, sin costo, a locales y viajeros a Santa Teresa, en lo alto de un morro. Desde ahí se puede ver la larga Escalera de Selarón. Es un atractivo en las calles Joaquim Silva y Teotonio Regadas y mi siguiente parada.

A simple vista, puedo contar más de 200 escalones. En realidad son los mismos que subió U2 en el video Walk On, que puso a Lapa en el mapa del mundo en el año 2000. Más de dos mil azulejos de colores forran los peldaños de esa escalera empinada creada por Jorge Selarón, un chileno de aspecto hippie cuyo cuerpo fue encontrado en 2013 al pie de su obra. Quienes conocen la historia, hacen una reverencia antes de subir el primer escalón para rendir tributo al artista.

Tras conocer lo que sucedió prefiero ascender por uno de los costados, que están decorados con tinas de baño. Mientras subo observo a muchos viajeros que reclaman un espacio libre para su selfie, pero deberían sentirse afortunados: el próximo año, seguramente, ese rincón estará atiborrado de visitantes durante los Juegos Olímpicos.

La escalera es una pasarela histórica con escenas que van de la conquista portuguesa hasta la vida en una favela. También es la conexión con Santa Teresa, un barrio que ha servido de refugio a pintores, músicos y diseñadores que ya no encontraron hogar en Lapa. La vida intelectual que trajeron a estos rincones hace que los barrios sean llamados los 'Montmartre cariocas', en alusión al barrio artístico de París, pero versión tropical.

Chope para la primavera

A partir de septiembre el sol vuelve a dorar las pieles de los cariocas (gentilicio solo para los originarios de Río), pues la primavera toca sus puertas. Es la oportunidad de viajar sin gastar demasiado. Una vez que llega el verano —de diciembre a marzo— los precios se van hasta los cielos, pues se acerca el Carnaval que es a finales de febrero. Por ejemplo, en el hostal Manga, donde me hospedo, la habitación compartida por noche cuesta 40 reales (10 dólares), con desayuno incluido. Para diciembre, esa misma cama triplicará su valor.

Aquí los bares se llaman botecos y tombados, y algunos son considerados Patrimonio Cultural de la Nación. Armazém do Senado es uno de ellos. El local está abierto desde 1907 y es una pieza importante en el paisaje de Lapa: su decoración, entre mesas viejas sobre la banqueta, refrigeradores que suenan como locomotoras, anuncios antiguos de refrescos y botellas empolvadas, le da una atmósfera decadente. Se puede beber parado en la banqueta, como si se estuviera en la tiendita de una esquina.

Compruebo que la caipiriña no es la reina del lugar, sino el chope gelato, o lo que es lo mismo, una cerveza de barril bien fría. La gran mayoría de los comensales están reunidos en una sola mesa y escuchan a un grupo de samberos que llegó por unos petiscos (botana) y terminó dando un recital de samba choro, una de las tantas variantes del ritmo popular brasileño. Más viajeros se suman a la tertulia improvisada, otros se quedan afuera y beben cerveza de tres reales (un dólar) y comen albóndigas de bacalao.

El verdadero souvenir carioca

Con la garganta más fresca, camino unas cuantas calles hacia Rua do Lavradio. Tengo la fortuna de haber llegado a Lapa el primer sábado del mes, así que sobre la avenida me topo con un tianguis de antigüedades, arte y música en vivo.

Si la realeza portuguesa que llegó a Brasil en el XVI aún habitara estas calles, pegaría el grito en el cielo por verse rodeada de hippies que hurgan entre los puestos de vinilos de bossanova, se prueban ropa de segunda mano o intentan regatear por un peine de plata.

Mientras me pruebo unas havaianas, imagino a una condesa con la boca abierta y reprobando mis gustos. El par de sandalias son históricas en todo Brasil. Desde los años 60 comenzaron a ponerse de moda por una simple razón: duran toda la vida. Su diseño está inspirado en las zori, sandalias japonesas confeccionadas con granos de arroz compactado en la suela. Y ese es el secreto que hace únicas a las havaianas. Yo añadiría un punto más a su favor, el costo: un par puede costar 10 reales (tres dólares).

Cuanto más avanza la tarde, más vida cobra el barrio. Las casonas antiguas comienzan a encenderse con luces neón. Al abrir sus puertas, noto que una sola propiedad puede concentrar una cafetería, una galería de arte, un cine independiente y un salón para escuchar bossanova.

Entre el tsunami de turistas que va llegando a la avenida Lavradio, hay un puesto que presume de servir la mejor feijoada de la zona. Me hago un lugar en la mesa comunitaria e inmediatamente viene a mí una chica de piel tostada y cabellera afro para tomar la orden.

Su primera recomendación es acompañar el platillo de una caipiriña. El coctel original se prepara con cachaza (aguardiente de caña de azúcar) y no con ron blanco o vodka como sucede en otras latitudes. Me dice que la mezcla del aguardiente, limón y azúcar ayudará a que la feijoada no se convierta en una bomba en mi estómago. Después de unos minutos, llega a la mesa arroz blanco, frijoles, tocino, costillas de cerdo, carne seca, longaniza, chicharrón, trocitos de yuca, col verde y rodajas de naranja.

La chica se sienta a mi lado y me enseña a preparar mi plato con poquito de todo. Al final, para resaltar los sabores, la regla es espolvorear farofa (yuca con sal y pimienta). Ahora sí, con toda la calma del mundo puedo disfrutar de la feijoada. Entre cada cucharada muerdo la naranja para cortar la grasa de las carnes. ¡Qué engaño mental más grande!

Batucada y happy hour

El golpe de calorías impone una pausa en mi andar. Como un zombie atravieso el portón del hostal. Anhelo una ducha y una cama mullida para tomar una siesta reparadora. Cruzo un patio repleto de plantas y sillones. Ahí encuentro a Erika, una mexicana que me invita a unirme a la happy hour, un festín de tragos, entre las cuatro y seis de la tarde.

Un batido de maracuyá y aguardiente, cortesía vespertina del hostal, me revive. Me uno al grupo de “gringos”, como llaman los brasileños a cualquier extranjero, para disfrutar de la hora feliz en un salón de juegos con mesas de billar y máquinas de videojuegos. Por las mañanas, ese mismo salón se transforma en un comedor comunitario.

La reunión se aprovecha para organizar un tour a la Floresta de Tijuca. Acordamos la salida para mañana. Entre 15 mochileros podemos pagar un jeep que nos lleve a pasear por la selva urbana más grande del mundo.

El personal del hostal nos recomienda ir por la noche a Barzhino, un bar de cervezas y presentaciones de bandas en vivo.

De vuelta a las calles, el Lapa que conocí con luz de día se ha transformado en un laberinto de calles iluminadas en tonos rojizos, azules y amarillos que no se apagarán hasta el amanecer.

En Barzhino tocan éxitos poperos del momento. Entrada la medianoche, llega la batucada. No hay mejor despedida que tener el honor de bailar con algunos integrantes de las 12 mejores escuelas de samba. Lapa es donde ensayan, confeccionan el vestuario y crean las carrozas que desfilarán en el próximo carnaval.

GUÍA DEL VIAJERO
Cómo llegar
Avianca ofrece vuelos sencillos desde 7 mil 800 pesos, con escala en Lima, Bogotá o El Salvador. Tiempo estimado de viaje, incluyendo tiempo de conexión: 13 horas.

Web: www.avianca.com

Dónde dormir
Manga Hostel ofrece dormitorios compartidos, privados y suites. Las tarifas oscilan entre los 10 y los 60 dólares por noche. Incluye desayuno, internet, locker y ropa de cama. www.mangahostelrio.com

Cómo moverse
Metro: un boleto cuesta 3.70 reales. Las únicas dos líneas te llevan al centro y zona de playas.

Autobuses urbanos: 3.15 reales por viaje. Tienen aire acondicionado.

Taxi: banderazo inicial de 5.20 reales, más 2. 05 por kilómetro.

Bicicletas públicas: instala la app Bike Rio y haz tu registro por internet. Un día te cuesta 5 reales o 10, por mes.

Moneda
Lo mejor es cambiar dólares a reales en las casas de cambio del centro o en la costera, ya que no cobran comisión. Un dólar equivale a tres reales.

Fiebre amarilla
Es un requisito vacunarse 10 días antes del viaje, como mínimo. El personal de migración no siempre pide el carnet. Costo: 159 pesos en el centro de salud Dr. Ángel Brioso Vasconcelos.

Más información
riocvb.com.br