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Jorge Vergara sale de una camioneta con vidrios polarizados. Había esperado hasta que faltaran 10 minutos para el arranque del duelo entre Cruz Azul y Guadalajara para entrar a la casa cementera. Buscaba pasar inadvertido, que la menor cantidad de gente lo viera. Pero un tipo tan polémico y mediático como él no tiene escapatoria: divide opiniones.

“¡Patrón, patrón!”, le gritaban los aficionados a las Chivas, mientras el dueño del Rebaño Sagrado caminaba entre los angostos pasillos del coso de la colonia Nochebuena. Serio, con una chamarra negra, Vergara no se inmutaba. Accedía a tomarse “selfies” con quienes lo reconocían y había logrado acercarse al empresario. Los guardias regordetes que lo escoltaban se notaban incómodos.

Otros seguidores rojiblancos dejan sentir al aún esposo de Angélica Fuentes que no están del todo conformes con su gestión. “Hey, métele más lana al equipo, no nos queremos ir al descenso. Échale más ganitas a las contrataciones”. De nuevo, el propietario del Rebaño hace oídos sordos.

Mejor continúa su camino hacia el Palco 78 del estadio Azul. Ahí es recibido por más guardias que lo van a resguardar. En cuanto se asoma, nota que la casa del visitante está teñida de rojiblanco. Los fanáticos del Guadalajara no lo defraudaron.

Contrario a Vergara, quien sí alcanza los vítores casi de forma unánime es Oswaldo Sánchez. El ex portero de Chivas no se esconde, ni busca acceder al recinto vecino de la Plaza de Toros México. Genera tumultos como en sus mejores tiempos. Nadie que se diga fiel al cuadro 11 veces campeón del futbol mexicano desconoce lo hecho por el hoy comentarista de Televisa.

Razón por la que “San Oswaldo” batalla para hacer espacio y caminar rumbo al palco de transmisiones de la televisora. Una muchedumbre lo rodea mientras él sonríe de manera nerviosa. Son pocos los uniformados que lo cuidan, quizá porque ha dejado un poco de lado los reflectores y no se presenta como un enemigo del cuadro local, sino como analista. Un mortal más.

El operativo puesto en marcha por la Secretaría de Seguridad Pública capitalina resulta similar al realizado cuando acuden América o los Pumas, cuyas porras son conocidas por ser más radicales que la del Rebaño.

Hay granaderos por doquier, nerviosismo entre los comandantes y diversos anillos en los que la fanaticada visitante es revisada minuciosamente. Antes del partido todo es calma. Jorge Vergara y Oswaldo Sánchez pueden despetar pasiones y opiniones encontradas sin que esté en riesgo su integridad física.

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