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Escritas a máquina aparecen en una de las salas del Museo Archivo de la Fotografía las palabras de una mujer llamada Paula Villanueva: “Estas son algunas de las cartas que mi papá, Ernesto Villanueva, me envió durante 1982, desde la cárcel de Rawson. Él estuvo preso desde el 24 de marzo de 1975 y yo nací en octubre del 75 mientras mi mamá estaba presa también”. Sus palabras están al lado de aquellas cartas que contienen pequeñas letras, dibujos y frases amorosas. Más allá están algunos álbumes de fotografías, periódicos, discos, libros, muebles, cajas, casetes y objetos tan tristemente memorables como la capucha con que una joven fue secuestrada por los militares.

Son objetos que hacen la memoria del exilio de argentinos en México, recuperada en la exposición México, Ciudad refugio. A 40 años del exilio argentino que en el Museo Archivo de la Fotografía reúne más de 150 testimonios de la comunidad argentina que llegó al país a raíz del éxodo que se dio en los años 70 tras el golpe de Estado.

La muestra, que permanecerá abierta al público hasta el 20 de junio, forma parte del programa “México: Ciudad Refugio”, que realiza la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

“La exposición surge en el marco de los 40 años de la dictadura; fue una manera diferente de abordar el tema. Hubo muchas exposiciones y aquí se quiso conmemorar al exilio, hablar mucho de México como ciudad refugio, lugar donde llegaron muchísimos argentinos y que abrió las puertas; ellos hicieron sus vidas sentimentales, privadas y sus manifestaciones”, explica el museógrafo Ignacio Vázquez.

Con curaduría de la fotógrafa Valentina Siniego (hija de exiliados argentinos y nacida en México) e investigación de especialistas del museo como la historiadora Grisel Zermeño, la muestra convocó a través de la web y de reuniones con argentinos y argenmex a participar activamente. Fue, comenta Ignacio Vázquez, una curaduría en conjunto, con toda la comunidad que se enteró: “Fue una convocatoria abierta, llegamos al punto de incluir a los argentinos exiliados en México que en el 83, con la Democracia, pudieron volver. Se trató de que nos contaran, desde Argentina cómo vieron a México, cómo lo ven ahora, porque también hay una parte de actualidad con lo que pasa en México, con el tema de los desaparecidos, qué impacto tiene para los mismos argentinos que estuvieron en el exilio, cómo se puede ayudar desde la experiencia que se tiene en Argentina; eso incluye a los médicos forenses que vienen a reconocer cuerpos y que existen por ese pasado que tenemos nosotros (los argentinos). Incluye también muchas reacciones de los hijos de exiliados que están empapados con el tema de la desaparición, cómo incidieron al hablar del tema desde los medios de comunicación, desde los libros y desde artículos”.

Recorrido. La exposición traza una línea del tiempo sobre los acontecimientos políticos, económicos y culturales en México, América Latina y el mundo relacionados con los antecedentes del exilio, el exilio como tal y los hechos posteriores. Los primeros argentinos llegaron a mediados de 1974; tras el golpe de Estado, en 1976, los argentinos salieron por millares de su país y México se convirtió en el más importante lugar de refugio en América Latina.

En Argentina existieron por los menos 340 centros clandestinos de detención; fue una política ejecutada desde el Estado, al tiempo que era desmentida. Esa historia acerca de las desapariciones forzadas es uno de los capítulos que se cuenta en la primera parte de la exposición, donde están también explicaciones acerca del Plan Cóndor, los centros clandestinos de detención, la lucha de las Madres de la Plaza de Mayo. El segundo piso muestra muchas de las acciones de difusión, denuncia y solidaridad para que el mundo conociera lo qué estaba pasando. “Se permitió la denuncia de diferentes organismos que desde México trabajaban por el tema y se pudo visibilizar lo que pasaba en Argentina, se pudo mostrar que había un boicot informativo. No se sabía y, a través de los exiliados, se pudo filtrar un poco la información”.

El museógrafo abunda en que esta parte de la exposición da cuenta de manifestaciones, bibliografías, actividades académicas que hicieron los argentinos, así como actos de denuncia y solidaridad. “La posibilidad que dio México de denunciar, la apertura fue realmente muy amplia; había mucha permisividad en denunciar los actos que estaban sucediendo en Argentina. Se habla también de fechas emblemáticas como el Mundial de Futbol y la Guerra de Malvinas, hasta el día a día con las amistades que iban desapareciendo”.

En el tercer piso están las piezas que pertenecen más al ámbito de la vida privada. Se exhibe la Casa del Exilio y también se presenta la obra El objeto del exilio que fue creada por los artistas Federico Joselevich y Liza Casullo, exiliados también (él nació en Argentina y ella en México). Su obra partió de un cuestionamiento a la comunidad de argenmex de distintas generaciones: “¿Hay algún objeto que represente algo del exilio mexicano para vos?”

“Es una pieza que ellos crearon en Argentina, sobre el exilio justamente, y convocaron a sus amigos, a sus parientes, que habían regresado a Argentina, a que aportaran, que donaran, que dijeran qué les significó el exilio para ellos en un objeto. La forma de exponerlo fue a través de 30 cajas, donde la gente puede abrir, intervenir y sorprenderse”.

En esas cajas están libros, juguetes, dulces, fotografías, cartas casetes, una máquina de escribir, una muñeca mexicana, un chile y hasta una frase típica de este país: “Ni modo”.

El exilio, finalmente, cambió la vida de miles y ese cambio se mantiene: “Es una identidad partida, es ir y venir. Muchos en el 83, con la democracia, se regresaron a Buenos Aires, pero volvían a México porque extrañaban. Se convirtió en una ida y vuelta que no es tan lineal ni tan fácil de describir porque están los hijos, los nietos. Son muchos los involucrados. El argenmex, como cultura, ya trasciende un poco las fronteras. Estando en México sos argenmex; estando en Argentina sos argenmex porque naciste acá, creciste acá, te quedaste acá. Los objetos, los valores, las culturas, se van intercalando, mezclando, es un ida y vuelta”.

El museógrafo recuerda que no fue fácil para todos participar: “Muchos trajeron testimonios dos meses antes, otros en el último día estaban trayendo sus testimonios. Otros no quisieron. Hubo mucha emoción en la inauguración viendo sus objetos recreados en esta casa del exilio”.

Al caminar por las salas de la exposición, se lee un fragmento del libro México: El exilio que hemos vivido, escrito por Mempo Giardinelli y Jorge Luis Bernetti: “Las cartas, por cierto, fueron vínculos necesarios. Se esperaban casi frenéticamente. Se escribían sin cesar. No había, para nadie, mejor contacto con la Argentina que las cartas que se recibían, en mano o por correo. En aquellos años no existían el fax ni mucho menos las comunicaciones virtuales y las llamadas telefónicas eran demasiado caras. Por lo tanto solo las cartas podían ser eficaces portadoras de afectos, noticias y comentarios, aunque a veces también de olvidos dolorosos, esas amnesias inexplicables en algunos amigos. Las cartas significaban el hilo vigoroso y verdadero que nos conectaba con ese Sur que se hacía más y más mítico con el transcurso del tiempo”.

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