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Plácido Domingo ha dejado el frac en el camerino y ahora, después de casi dos horas de concierto, luce un traje de charro y acompaña al mariachi. Las guitarras comienzan a tocar los acordes del himno nacional popular "El rey". El tenor canta: "Yo sé bien que estoy afuera, pero el día que yo me muera, sé que tendrás que llorar y llorar". El alboroto se multiplica. "¡Llorar y llorar, llorar y llorar!", canta el público que no se ha cansado de ovacionarlo, de honrrarlo con sus aplausos.

Ahí está el tenor español que llegó a México en 1949 en el barco Marqués de Comillas después de una travesía de 31 días, a la edad de 8 años. "No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey", canta Domingo.

Y sí, Plácido Domingo sigue siendo el rey. Es también el tenor de todos los récords,  casi cuatro mil presentaciones como cantante, 600 como director de orquesta, más de 100 grabaciones, la mayor parte de ellas correspondientes a óperas completas, le llaman El maestro, el hombre de hierro de la ópera.  La verdad sea dicha, hoy su canto provoca detractores, críticas duras a un presente porque se añora su pasado, pero su lugar en la historia de la ópera del siglo XX y XXI le permite hacer lo que quiere y su palabra es la ley.

El inicio del concierto que se lleva a cabo en el Auditorio Nacional para celebrar 55 años de su debut en México, el primer país que lo escuchó cantar ópera, es conmovedor. Plácido Domingo camina despacio por el escenario que pisó por primera vez en 1961.

El público, de inmediato, se pone de pie, le aplaude, lo ovaciona. Los bravos retumban del segundo piso a la zona preferente. Él se lleva las manos al pecho, al corazón. “¿Está llorando?”, pregunta una voz femenina. No, pero sí luce conmovido. El sonido de las manos que lo admiran dura varios minutos. El concertador, Eugene Kohn, al frente de la Sinfónica de Minería, pone sus manos en posición, pero el aplauso sigue. Finalmente, una mueca, el concierto celebratorio debe empezar.

El cantante interpreta “Perfidi!...Pieta, rispetto, amore” de la ópera "Macbeth" de Verdi. Es un comienzo difícil. Hace sólo unas semanas fue operado y este concierto en México marca el inicio de su regreso como cantante a los escenarios tras esa pausa. El afecto del mexicano hacia su persona no mide colocación de la voz, ni vibratos, ni pulcritud, recibe sin objeción el canto de la leyenda.

La soprano mexicana María Katzarava aparece en el Auditorio, bella, elegante. Deslumbra con “Ebben, en andró lontana” de “La Wally” de Catalini. Es alumna, es ejemplo, es legado de Domingo.

El tenor regresa para demostrar que la primera aria fue, quizá un tropiezo por el caluroso recibimiento. Ahora, con Katzarava interpreta “Pura siccome un angelo” de La Traviata. El drama del amor imposible. Ella es, en un instante, Violeta; él, Giorgio Germont. La magia de las pantallas permiten ver hasta el último rincón de la expresividad de sus rostros. La despedida que propiciará la tragedia de la ópera de Verdi,  conmueve.

Domingo preparó un concierto para el gran público, el que lo mismo goza de la ópera que la comedia musical. La Sinfónica de Minería tiene también sus momentos de lucimiento con la Obertura de “El barbero de Sevilla” de Rossini, "Danzón No. 2" de Márquez, el  Medley con  obra de Richard Rodgers.

Más temas sirven para el aplauso, “Dein ist mein ganzes Herz” de “País de las sombras” de Lehár,   “Calle el labio” de “La viuda alegre”del mismo compositor. Luego, el cantante presenta a su hijo Plácido Domingo Jr en su debut en el Auditorio Nacional, promete que al público le gustará su voz tanto como a él. Placi, como le llama su familia, canta“Aquellos ojos verdes” y “Sabor a mí”.

El concierto está en su etapa final. Plácido Domingo regresa para eclipsar con "Bésame mucho", la entrega al español es total, se le aplude y se le acampaña en el tema de María Grever como si fuera esta noche la última vez.

Katzarava impecable, se echa a la bolsa a la gente con "O, mio babbino caro" de "Gianni Schicchi" de Puccini. Los Domingo unen sus voces en "Perhaps Love".

Y el final llega con el mariachi. "Paloma querida", "Ella". "Que emoción tan grande, nunca pensé en llegar a cantar tantos años, pero ha sido gracias a ustedes, México fue el primero que me escuchó cantar ópera. Qué satisfacción y que privilegio poderles dar todo lo que tengo y espero que esta no sea la última vez", dice.

Cierra con "Cielito lindo". "Ay, ay, canta y no llores porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones". Plácido Domingo, el rey, se despide en medio de una lluvia de aplausos y confeti.


lsm

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